- Necesario re/oxigenar al régimen político.
- Los compromisos de Enrique Peña Nieto.
- El rol de Miguel Alonso Reyes en este nuevo escenario.
Luego de la declaración de validez de los comicios presidenciales recientes, el gran dilema ético de la Nación es cómo iniciar el proceso de recomposición (-para evitar su mayor descomposición-) del sistema político mexicano y emprender, simultáneamente, la ruta de transición hacia un régimen más democrático. Y esa es una responsabilidad, por igual, de izquierdas y derechas.
En el caso concreto de Zacatecas, la disyuntiva se localiza en cómo y de qué manera se inserta al Estado en éste nuevo orden político de cosas, de tal manera que no quede aislado y al margen de las grandes decisiones nacionales. En este particular asunto, mucho dependerá del rol que desempeñe el gobernador Miguel Alonso, así como del trabajo específico que realice con profesionalismo la clase política en general.
Por lo demás, urge re/oxigenar al tradicional y viejo sistema político, para rescatarlo de los férreos mecanismos de control que le han impuesto los caciques, los caudillos, las dinastías y las mafias partidarias. Si se quiere trazar un horizonte de futuro para la sociedad habrá que saltar la trampa de la “sicilianización” del poder, como le llamó en alguna ocasión Leonardo Sciascia, el teórico italiano de la democracia y novelista que retrató los efectos que las acciones mafiosas originan en el poder público.
Las bases del antiguo sistema político mexicano, hoy vigente, se erosionaron y perdieron a través del tiempo y éste ya no resulta funcional a los intereses de la sociedad. Habrá que reconstruir sus cimientos, debido a que estos son un riesgo y un peligro para gobernabilidad nacional.
El nacimiento del régimen político mexicano se ubica, no tanto en el momento de la creación del Partido Nacional Revolucionario (1929), cuando se pusieron de acuerdo los intereses políticos para institucionalizar la lucha no violenta por el poder, sino cuando en el cardenismo (-de 1934 a 1940-) se amplío el pacto con las clases populares.
El pacto cardenista representa la verdadera fundación del régimen político nacional, porque creó a las organizaciones populares sobre las cuales se asentó el contrato social que da lugar al régimen que existe en la actualidad.
Ese peculiar contrato social se basó en el proyecto e ideología de desarrollo nacional/popular, pero también en la acción que consistió en el reparto de tierras y recursos económicos al campo, así como en el apoyo a los sindicatos en su lucha por firmar contratos colectivos con empresas nacionales y extranjeras, conseguir aumentos salariales y mejores condiciones laborales. El pacto político cardenista perdió efectividad, ya murió y más aún, por la influencia de los gobiernos neoliberales, instaurados a partir de 1982, ello ha conducido a la pérdida de capacidad de respuesta del Estado/gobierno frente a la sociedad y a la reducción de legitimidad y legitimización democrática de la autoridad.
Después de esto, hoy urge crear las bases de un nuevo contrato social, con la participación de todas las fuerzas políticas, que construya los pilares de un sistema político renovado. En el siglo XIX Zacatecas fue protagonista central en avatares de esta naturaleza.
EL FATALISMO Y LAS PROFECIAS DEL ESTALLIDO SOCIAL:
Ante el dilema y la disyuntiva de avanzar hacia la creación de un régimen político más democrático, todas las fuerzas políticas tienen la obligación de actuar con racionalidad dialogante y comunicativa para forjar ese renovado contrato, que ayude a desmantelar de la esfera pública los discursos del odio, la esquizofrenia política y las profecías del estallido social.
Y es que el camino de la violencia y el estallido social, así se ha demostrado a través de la historia, nunca han sido la vía para reivindicar y liberar moralmente a los pobres de sus miserias; al contrario, eso los envilece al convertirlos en instrumentos y carne de cañón de las inescrupulosas elites gobernantes.
IZQUIERDAS Y DERECHAS EN ACCIÓN:
Izquierdas y derechas ideológicas requieren ponerse de acuerdo, no sólo para consolidar los equilibrios democráticos del ejercicio en el poder público, sino para concretar la transición de la república, ofrecida desde hace años y no cumplida a la fecha.
Los desafíos de Enrique Peña Nieto, como presidente de la República, no serán menores y el trabajo de las izquierdas será crucial para avanzar en la transición.