Jacobo Cruz
Es muy común escuchar la palabra “justicia” para referirse a la aplicación de un castigo o sanción a quien comete un delito conforme a la ley vigente, de allí que él o los afectados esperan que las autoridades correspondientes detengan, encarcelen y le apliquen la pena máxima al infractor que, según la legislación de los distintos gobiernos del mundo puede ser la cadena perpetua o hasta la pena de muerte.
Cabe decir que este concepto es uno de los más aceptados por toda la humanidad, pues nadie podría estar en contra del anhelo que engloba esta palabra que al igual que otras como libertad, forman parte del lenguaje popular y profesional, temas de los que se han escrito tratados diversos por los hombres que propiciaron la creación de las leyes para que el estado garantice que los ciudadanos sean respetados en su persona y propiedades, lo que mantendría a la sociedad en una esfera de paz y tranquilidad.
De acuerdo a lo dicho, cuando el estado no aplica las leyes a los infractores de este marco normativo de la conducta, decimos que hay impunidad e injusticia.
Todos hablan de la justicia a secas, pero muy pocos desarrollan las connotaciones de justicia social o su contrario, la injusticia social.
Esta última engloba diversos aspectos de la vida pública como la falta de oportunidades de estudio, la carencia de medicinas en hospitales públicos, el no tener una vivienda y desarrollar un trabajo mal remunerado por lo que los mexicanos crecen en un ambiente desigual como consecuencia de la existencia de clases sociales.
No quiero abundar en esto.
Ahora me refiero a la privatización de la cultura, que es otra forma de injusticia social que viven miles de personas, el teatro, al igual que otras expresiones artísticas también es un privilegio para las clases adineradas y un servicio inaccesible para los de bajos ingresos.
Seguramente estaremos de acuerdo que como reflejo de la sociedad el teatro tiene varios géneros, en la tragedia, por ejemplo, los oprimidos sienten sus cadenas, conocen sus carencias, pero se levantan contra la tiranía y logran su liberación.
Es importante mencionar que la privatización de la cultura no es un fenómeno nuevo, pero ha aumentado en las últimas décadas debido a la globalización y el neoliberalismo, por eso es necesario que existan políticas públicas que promuevan la cultura como un derecho humano y no como una mercancía.
“Fuenteovejuna» es una obra del español Lope de Vega que narra la historia de un pueblo que se levanta en contra de la tiranía de su Comendador, Fernán Gómez.
La obra comienza exponiendo el abuso de poder del funcionario, que oprime a los habitantes y busca conquistar a la joven Laurencia; cansados de los abusos los pobladores se unen en un acto de rebelión y hacen justicia por su cuenta. La obra explora temas de justicia y honor poniendo a prueba la fuerza de la comunidad organizada para quitarse de encima al verdugo.
“Los perros”, de Elena Garro, es una obra desoladora sobre el secuestro y el robo de mujeres adolescentes que aparece como una costumbre establecida en comunidades campesinas de México, y constituye una denuncia social sobre el problema que persiste en la actualidad, esta será presentada por los zacatecanos en la ciudad de San Luis Potosí los días 22, 23 y 24 de noviembre en el XXIII Encuentro Nacional de Teatro que tendrá como sede principal al majestuoso Teatro de la Paz de la capital.
Con sus propios recursos, el Movimiento Antorchista promueve la cultura a lo largo y ancho del país buscando inculcar el desarrollo del talento de amas de casa, obreros y campesinos así como de estudiantes, pero al mismo tiempo se les ofrece un foro nacional para la presentación de sus trabajos, porque el arte en general es una forma de lucha en contra de cualquier forma de injusticia social para lograr un México más equitativo en favor de todos.