Por: Manuel Narváez Narváez
Como en el 2012, la elección presidencial de este año parece estar definida en favor del puntero. Esta vez es en favor de AMLO.
Sinceramente no veo por donde los otros tres contendientes pudiesen repuntar semejante diferencia en tan poco tiempo, no al menos en esta ocasión. Ni los dos debates han podido desinflar la ventaja de López Obrador, que más allá de los 12 años ininterrumpidos que lleva haciendo campaña, es el rotundo NO MÁS DE LO MISMO lo que el electorado está mensajeándole al PRI y al PAN.
Por más campaña sucia que le han hecho al tabasqueño, el tipo continúa firme en la cúspide de las intenciones del voto. Y entre más transcurre el tiempo y se acerca el día de la elección, el candidato de MORENA se encamina con la mano en la cintura a ser el próximo presidente de México.
En lo personal me queda muy clara la urgencia de un cambio de rumbo sin perder de vista el mismo. Es decir, las políticas públicas que vienen haciéndose desde hace 24 años, tiempo que lleva en marcha el Tratado de libre Comercio de América del Norte (TLCAN), ya no nos sirven; tampoco creo prudente apostarle al aislamiento económico solo por el capricho de una soberanía utópica concebida en la izquierda hipócrita y multimillonaria que empuja la carreta de Andrés Manuel.
La apuesta para el México de los próximos seis años es que se siembren las semillas de la honestidad y el Estado de derecho. Que germinen en el próximo sexenio la confianza y la credibilidad con base en resultados tangibles y comprobables de lo que el candidato puntero hoy pregona. No tiene de otra, cumple o cumple, aquí no valen las asambleas populares, para eso son las elecciones; además, nos vale madre la amenaza del tigre, porque en México los únicos que existen son los Tigres del Norte.
Hasta aquí coincido con el panorama. Donde sí veo la necesidad de ponerle creatividad, talento y sangre fría es al tema de la elección de candidatos a diputados federales y senadores. Algunas empresas encuestadoras dan por hecho que López Obrador arrastraría consigo una mayoría simple afín en el congreso federal. Otras mantienen diferencias entre el candidato presidencial y los candidatos a legisladores federales.
Desde mi punto de vista, verbigracia de la experiencia que tengo en el tema creo muy sano repartir el voto de los candidatos al congreso federal y el del candidato presidencial por las siguientes razones:
1.- Obliga al presidente de la república a dialogar y acordar con la cámara de diputados y la de senadores. AMLO ha asegurado que mantendrá una política de diálogo en política exterior y austeridad republicana de su gabinete, promesa secundada por Martí Batres que se ha comprometió a cobrar solo la mitad de sus ingresos como senador en caso de obtener su escaño.
2.- Una cámara de diputados que no esté sometida al partido en el gobierno garantiza la división de poderes y estimula la rendición de cuentas de los poderes de la unión. Los programas sociales que implementaría López Obrador serían revisados con lupa dando pie a lucirse en el manejo eficaz y transparente de los recursos públicos.
3.- Con un congreso plural es posible la negociación del presupuesto de egresos de la federación para repartirlo de manera más equitativa y con ganas de fortalecer el federalismo. Andrés Manuel conoce a la perfección los más de 2400 municipios del país, sabe cuáles son sus necesidades, que tan importante es acotar la brecha de desigualdades ancestrales y disminuir la marginación de los ayuntamientos más pobres de México.
4.- Imagínense al senado de la república acordando con el presidente de México, este sí, comprometido con la congruencia, la elección de consejeros electorales, magistrados del TEPJF, ministros de la SCJN, el titular de la PGR y demás chipocludos que son elegidos para otras áreas de la administración pública federal.
La pluralidad del congreso federal, a reserva de que por fin dictaminen las iniciativas para reducirlo considerablemente; garantiza una convivencia republicana siempre y cuando los tres poderes demuestren que su amor por México es real y no una calentura electoral.
De la otra manera, como el mismo López Obrador lo pide, llevarse el carro completo como lo hizo el priismo por casi 70 años, significa tentar al pasado y reincidir en los yerros. Es como entregar el poder absoluto a una sola persona, como lo tiene Vladimir Putin, Nicolás Maduro y Donald Trump, por citar algunos ejemplos.
Como dice el dicho: NI TANTO QUE QUEME AL SANTO, NI TANTO QUE NO LO ALUMBRE. Queremos un presidente congruente, y si va a ser AMLO, no hay pex, nomás que no quiero echarlo a perder, por eso creo en la conveniencia de equilibrar los poderes y no tentar más destino.