Empujar la historia
-Eduardo Goitia-
Es por de más aventurado realizar predicciones, acomodar variables y emitir juicios sobre el futuro, más aún cuando se trata de cuestiones político-sociales. Hablar del futuro político del país merece analizar nuestro presente: las instituciones que deben promover la democracia son sólo organizadores de truculentas elecciones; el organismo encargado de defender los derechos humanos no hace más que simular enviando “recomendaciones” a quien mata, desaparece, encierra o discrimina; la procuración de justicia convertida en una mercancía asequible sólo para adinerados. Vemos un país cada vez más pobre y más desigual, un actuar político de costumbres viles, un sistema que funciona sólo para los grandes capitales. No sabemos si el futuro, pero el presente no suena nada halagüeño.
La realidad golpea duro cuando notas que los recursos que pueden darnos futuro próspero como el agua y el territorio están siendo malbaratados, que los gobiernos celebran y colaboran al despojo y gran parte de la sociedad parece vivir en un mundo donde todas esas bajezas no provocan rabia.
Los zapatistas, muy a su sencillo estilo vienen diciéndonos de hace tiempo que se avizora una tormenta, que viene una crisis grave y que el capitalismo es cada vez más asesino, más ladrón, más voraz; en su palabra sencilla y clara nos dicen: “está cabrón”. Sin embargo no lo dicen con el afán de propagar un miedo paralizante, todo lo contrario: lo hacen para sembrar la semilla de resistencia y rebeldía. Sólo alguien muy limitado podría no ver el abismo en que el país está cayendo. Con todo, habemos individuos y colectivos creyendo que algo puede hacerse para contrarrestar esta caída, que hay prácticas recomponiendo nuestro tejido social y generando comunidad a pesar de los partidos y los medios masivos de comunicación. Da esperanza descubrir que hay iniciativas, trabajos, “semillas” creciendo en muchos rincones del país con otras lógicas y otras prácticas, resistiendo a la colonización, a lo neoliberal, al abismo.
No podríamos predecir el futuro del país, no nos sentimos aptos para dicha tarea, lo que si podemos y de hecho hacemos es generar nuevos mundos en el presente, creando relaciones de convivencia y compartiendo a gratuidad todo cuanto se pueda, reconstruimos la comunidad con relaciones no basadas en el consumo o el dinero, sino en el respeto, el apoyo mutuo y la libertad. No sabemos hasta dónde hundan nuestro país estos capitalistas que no alcanzan escuchar nuestra tierra descomponiéndose. Desconocemos la magnitud de la avaricia que destruirá, venderá o privatizará lo que hasta ahora es nuestro. Tampoco sabemos la receta para evitarlo, lo que sí sabemos es que no nos vamos a quedar esperando la tormenta sentadxs y calladitxs.
El presente de arriba se está derrumbando, las resistencias están resurgiendo no como un proceso revolucionario bien planeado o alguna vanguardia liberadora, sino por sentido común; las personas vamos dando cuenta que la cotidianidad es insostenible y las costumbres políticas ya a nadie representan; el corazón de la tierra nos pide a gritos protegerla, la razón indica que sólo el 1% de la población cabe en este sistema y la intuición arguye que no es normal que los excluidos, siendo apabullante mayoría, no podamos construir nuevos mundos, nuevas causas, nuevas metas.
Nuestros tiempos no son los de la prisa, luchamos por un ideal de largo aliento que nada tiene que ver con trienios o sexenios, nos organizamos parar generar alternativas políticas responsables, democráticas y conscientes no tan rápidas como el sistema acostumbra, pero que en unos años habremos de ver si es posible esto que soñamos.
Hacemos pues un llamado a todxs las personas de buen corazón que también creen que algo podemos contra ésta hidra neoliberal; decirles a quienes sueñan en un ideal de justicia y equidad: no desfallezcan en sus intentos por crear un mundo nuevo, no se rindan, “aunque el frío queme y aunque sol se esconda” Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro.