Candidatura ciudadana se ha entendido como aquella de sin partido, pero en todo caso serían candidaturas independientes, que lleva la propuesta de reforma política propuesta por el Senado de la República.
Parece un contrasentido cuando existió siempre en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos el principio de votar y ser votado, imperio, merced a la misma Constitución, de los partidos políticos, al momento los únicos dueños de esa facultad.
Y un contrasentido, porque para ser candidato necesariamente un requisito es ser ciudadano, así que casi raya en el pleonasmo.
Se accede al poder por medio de los partidos políticos y la candidatura independiente de partidos parece una opción de que más ciudadanos no identificados con expresiones políticas legalmente establecidas puedan acceder a los cargos de elección popular.
El punto no es tanto que accedan como que den resultados, el discurso de cambio tan de moda en la década que comprendió de 1990 al 2000, todavía permea, pero sin rumbo.
Se habla de cambio, trabajo, hacer las cosas, pero en la realidad nada ha cambiado, no hay modo de hacer cumplir, por ejemplo, a lo representantes populares, que en el caso de Zacatecas se convirtieron en opinadores de todo y en resultados de nada.
A nivel local, por ejemplo, vigilantes de la aplicación de las leyes que ellos elaboran, aprueban, etcétera, son incapaces de cumplir su ordenamiento interno para, siquiera, iniciar una sesión legislativa a tiempo.
Son además guiados por los intereses de parido, excelentes agencia de colocación en puestos claves, digamos el Tribunal de Justicia Electoral, donde cada fuerza política hace propuestas de magistrados pero, al mismo tiempo, se vuelven tibios para actuar.
Caso reciente, el del diputado Gustavo Muñoz Mena, si bien a todas luces fue irregular dejarlo fuera de la posición –cabe decir que por no responder a intereses de partido- los magistrados del tribunal, propuestos por los legisladores, emanados de un partido, se pusieron tibios.
El punto de acuerdo se ha vuelto un instrumento sólo de mera faramalla, cuando se trata de una exhortativa par hacer cumplir un ordenamiento y se llega a extremos que no tienen nada de relación con los problemas del Estado.
Uno de ellos, el del agua, que si bien caen en el ámbito de la administración estatal, el Poder Ejecutivo, los diputados tampoco han sido capaces de buscar una propuesta para no sólo abastecer poblaciones, sino para atender la actividad del campo zacatecano que depende del riego.
Cuando sólo el doce por ciento de la superficie zacatecana es capaz mediante riego de hacer tres producciones, el resto se convertirá en un problema, sin agua de lluvia, es probable, no seguro, que muchos campesinos emigren a concentraciones urbanas, donde serán presa de la pobreza urbana y candidatos fáciles de la delincuencia organizada.
No ha sido la cámara impulsora de un pacto, dada su conformación política, que ayude a superar rezagos como ese y que podrían hacerlo en muchos aspectos más, por el contrario, los diputados obedecen únicamente al interés partidario y a lasc componendas internas de la propia cámara, muchas d ellas, incluso, difíciles de sacar entre ellos mismos.
La candidatura independiente podría ser el primer paso para acabar con un imperio partidista, primero desde lo federal, luego a los estados, pero de eso a ver resultados, falta todavía mucho tiempo.
Incluso faltaría responder preguntas cómo a quien rendirían cuentas, quién los apoyaría, etcétera, podría ser y debería ser, motivo real de la discusión, no sólo lanzar exhortativas sin sentido al Congreso –ese sí- por parte de la Legislatura zacatecana.
El gran misterio es por qué nos admira si, finalmente, por diputados federales, senadores y ocales, votamos los ciudadanos. A quién, pues, en ese sentido, deberíamos vde hacer un señalamiento.
Sí, a la ciudadanía. A la otra que ponga más atención.