Bajo capas de arcilla se hallaron los restos óseos de 28 individuos que debieron ser colocados en la cámara funeraria, entre 200 a.C. y 400 d.C.
El descubrimiento confirma que las sociedades que poblaron el surponiente del hoy estado de Zacatecas, compartieron muchos patrones culturales con el Occidente
Aunque era conocido desde los años 50 del siglo pasado que el sur de Zacatecas participó de la Tradición de Tumbas de Tiro, no se había tenido la oportunidad de excavar de manera sistemática uno de estos contextos funerarios, hasta que expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) acudieron al municipio de Valparaíso para realizar un rescate arqueológico.
La investigadora Laura Solar Valverde, del Centro INAH Zacatecas, enfatizó que este rescate representa la primera excavación sistemática de una tumba de tiro en el sur de Zacatecas. El descubrimiento y los resultados de la investigación fueron dados a conocer por la arqueóloga durante la Primera Jornada Académica Experiencias en torno al patrimonio cultural zacatecano, llevada a cabo el pasado mes de abril por el Centro INAH-Zacatecas, en el marco de las celebraciones por los 75 años del INAH.
Bajo el acotamiento de un camino asfaltado que lleva a la localidad de La Florida, el equipo de arqueólogos coordinado por Laura Solar descubrió en 2009 el contenido de una cámara que —a diferencia de otros registros de tumbas de tiro en este lugar— permaneció inalterado por al menos 1,600 años.
La exploración metódica de la tumba de tiro encontrada en 2009 y el registro también preciso del contenido funerario, ha permitido asumir que efectivamente la región constituye el extremo nororiental de lo que fue la Tradición de Tumbas de Tiro, y que “no sólo adoptó las costumbres de este desarrollo, sino también compartía los aspectos ideológicos, por lo que se trata de la misma cultura”.
“Todo indica que, entre dos siglos antes de nuestra era y 400 después de Cristo, las sociedades que poblaron esta parte donde inicia el Cañón de Bolaños, compartieron muchos patrones culturales con las sociedades del Occidente, de forma particular con las del centro de Jalisco, pero también con las de Michoacán y Nayarit”, observó la especialista.
Los arrastres de tierra que ingresaron con el paso de los siglos al interior de la cámara funeraria, dificultaron el rescate arqueológico que se prolongó por 20 días. Bajo las capas se hallaron los restos óseos de 28 individuos, según el conteo de igual número de cráneos. Las osamentas son en su mayoría de individuos adultos, aunque se identificaron tentativamente dos adolescentes y ocho infantes.
La disposición de la mayor parte de los huesos refiere que los muertos fueron colocados de manera extendida sobre su espalda, algunos con los brazos a los costados o flexionados sobre el pecho, con la cabeza orientada a la entrada de la cámara donde todavía se conserva un escalón que servía de preámbulo a la cavidad hecha en el tepetate. Se trata de un patrón conocido para las tumbas de tiro del centro de Jalisco.
Entre los objetos que más llamaron la atención de los investigadores están dos pares de arillos de átlatl (lanzadardos) que guardaban relación con dos individuos, y en un caso todavía se encontraban asociados a los huesos de la mano.
Estas agarraderas elaboradas en concha corresponden con la idea que tenía la gente de este desarrollo, sobre una serie de batallas que se libraban después de morir, de ahí que algunos de los difuntos eran armados con un carácter ritual.
Otro aspecto interesante fue que sobre las osamentas dispuestas de manera extendida, estaba el entierro de un personaje que fue acomodado en posición fetal dentro de un fardo. Lo anterior evidencia que al menos hubo dos momentos de actividad dentro de la cámara.
“Desconocemos si los otros individuos (los 27 restantes que se hallaron en decúbito dorsal) fueron colocados de manera simultánea. Existe la discusión en torno a si las tumbas de tiro contienen los restos de personas sacrificadas o que fallecieron en un evento simultáneo, o bien, si son inhumaciones consecutivas de personas emparentadas o de personajes con un cargo sociopolítico similar”.
Contrario a lo que se reporta en otras tumbas de tiro, en la explorada en Valparaíso, Zacatecas, se encontró poco material cerámico, sólo dos cajetes y algunos cántaros miniatura, y ninguna figurilla antropomorfa, aunque sí se tiene el registro de algunas que han sido extraídas de otras tumbas ubicadas en La Florida.
La abundancia de materiales corresponde a tres caracoles, dos de ellos trabajados para funcionar como trompetas, un brazalete de concha, así como millares de cuentas de pizarra, concha y piedra blanca (posiblemente como imitación de la concha), que al hallarse in situ conformaban sartales, por lo que algunos de éstos podrán ser de nuevo articulados. Buena parte de los elementos han sido estabilizados y en su caso restaurados.
También se recuperaron dos puntas de proyectil de sílex, así como un punzón y un fragmento de aguja elaborados con hueso. Se detectaron además vestigios de decoración pseudo-cloisonné; la evidencia corresponde a pigmentos ya que el soporte (de material orgánico) desapareció con el tiempo.
Laura Solar reiteró que todos estos elementos señalan que en el sur de Zacatecas, en los albores de nuestra era, durante los primeros desarrollos agrícolas y aldeanos se compartieron rasgos culturales con el área del Occidente y hubo una extensa red de intercambio con la costa del Pacífico.