Evil Dead Rise

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Por: Sergio Bustamante.

Edgar Wright, cineasta británico responsable de éxitos como Shaun of the Dead (2006) o Scott Pilgrim vs The World (2010), ha mencionado en entrevistas y en más de una ocasión, que el cine de Sam Raimi fue lo que lo hizo tomar una cámara y perseguir la meta de ser director. Si tuviéramos que adivinar qué película fue esa que tanto inspiró a Wright, la respuesta inmediata sería sin duda Evil Dead (1981), cuya influencia estilística es evidente no sólo en el cine de Edgar, sino en varios directores de su generación y posteriores.

Y es que lo que realizó Sam Raimi junto con Rob Tapert (productor) y Bruce Campbell (protagonista y también co productor), va más allá del estilo. No fue sólo la pura imaginación que le puso a su historia de posesiones demoníacas, sino los recursos y la novedad con la que desarrolló algo que costó pocos dólares y que le redituó en prestigio y una longeva carrera. Esa es quizás la mayor inspiración a la que se refiere Wright: el atrevimiento que ha hecho que otros aspirantes se levanten del sillón y hagan cine con lo que tengan a la mano.

Es entonces elemental que los directores a cargo de continuar la saga en este siglo rindan también pleitesía a Raimi con diversos guiños a la vez que tratan de ponerle su propio sello. Afortunadamente las dos cintas que llevamos han sido notables y exitosos ejercicios de horror.

El primero de ellos vino en 2013 con el ultra sangriento remake de Fede Alvarez, el cual reimaginó la historia de Evil Dead 2 (1987) con millenials ingenuos y muchos litros más de mala leche. La segunda entrega llega exactamente una década después bajo el título Evil Dead Rise, dirigido por Lee Cronin, el cual funciona como un reboot que da inicio a otra línea argumental dentro del universo de Evil Dead.

La historia por primera vez sale del consabido bosque (exceptuando los pasajes medievales de Army of Darkness, de 1992) y nos traslada a un derruido edificio de Los Ángeles, California. Ahí conocemos a Ellie (Alyssa Sutherland), una madre que vive con sus hijos Bridget (Gabrielle Echols) y Danny (Morgan Davies), dos típicos adolescentes; y Kassie (Nell Fisher), la menor de los tres.

Una noche lluviosa Ellie recibe la visita de Beth (Lily Sullivan), su hermana, la cual conocemos al inicio de la cinta como una roadie (técnico de instrumentos en gira) de un grupo de rock. Recién enterada de su embarazo no deseado, Beth llega al departamento con la excusa de visitar a la familia, pero más que nada en busca de consejo.

La conversación sobre qué ha sido de sus vidas y la discusión que ha de sanar el claro distanciamiento entre ellas, se ve interrumpida por un terremoto que sacude la ciudad. A las tradicionales fallas post sismo, como son la falta de luz o la caída de la red telefónica, se le suma una enorme grieta en el estacionamiento subterráneo del edificio, la cual es tontamente explorada por Danny (los tres hermanos justo regresan de comprar pizza cuando sucede el temblor) dando así con una antigua bóveda que, como dicta el canon de Evil Dead, resguarda el «Naturom Demonto», el libro de los muertos que ha de desatar la maldición que posee al primer humano que encuentre.

Como es de esperarse, Danny accede a los pasajes que despiertan el mal de sus páginas y le tocará a su madre en esta ocasión fungir como el “deadite” poseído que ha de amenazar las vidas de todos.

Si bien el tono humorístico/progre de esta cinta rompe con la solemnidad que tal vez le sobró a su predecesora del 2013 y desea regresar levemente hacia la comicidad de Raimi, sabe alinearse bien con los tropos que definen a esta saga. Desde la feroz escena de posesión que sucede en el elevador, hasta las dinámicas de los que ahora, en este caso su propia familia, se vuelven los sobrevivientes y probablemente futuras víctimas.

Más allá de sus excelentes set pieces de sangre, obscuridad y gore (aplausos por hacer de casi cualquier objeto un arma aunque no tanto por apoyarse en lo digital, cosa que la versión de 2013 hizo perfectamente con sus efectos análogos), lo que hace a Evil Dead Rise una cinta sólida es la construcción de su final girl, quien obviamente tendrá que ser Beth.

La Beth que llega al departamento llena de incertidumbre y miedo a ser madre, tiene que convertirse en cuestión de horas en la protectora del bebé que lleva consigo así como de los tres hermanos amenazados por esa fuerza sobrenatural en que se ha transformado Ellie.

Podríamos decir que esta es la primera vez que alguna cinta de la saga tiene un personaje de tal profundidad emocional. Y si bien no es un requerimiento para una franquicia cuya marca es el exceso de sangre y el humor negro, ciertamente hace ver a Cronin como un director que sabe aprovechar los recursos de un guión que se percibe algo vacío de ideas.

Fuera de ello la película no hace más que sus predecesoras e incluso tiene ciertas rupturas rítmicas que le quitan protagonismo al deadite de Ellie, el cual es soberbiamente interpretado por Alyssa Sutherland. Sin embargo, llegados ya ese punto sabemos hacia dónde se dirige la historia y lo único que uno espera es que cumpla el shock value que siempre prometen sus terceros actos. Ahí sí que Evil Dead Rise entrega y la satisfacción, una vez más, está garantizada.

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