Por: Osvaldo Avila Tizcareño
Luego de dos campañas fallidas en el 2006 y 2012, el Presidente Andrés Manuel López Obrador llegó a la Presidencia de la República, para lograrlo, estructuró un discurso monolítico e incuestionable, la estrategia era conseguir que en la cabeza de las personas se fijara una frase concreta y en consecuencia, aceptaran que la única vía para resolver de fondo la problemática de México, era ungir a un líder inmaculado que estuviera decidido a modificar la realidad.
Así, López Obrador, durante sus recorridos y visitas por la geografía nacional, contuvo problema por problema con la misma frase: “hay desabasto de medicinas porque los políticos corruptos roban el dinero para abastecerlas”; “la inseguridad existe porque se ha corrompido a la policía con dádivas”; “existe injusticia debido a la corrupción en los jueces, pues se venden al mejor postor”; ”la ineficacia y tardanza en la aplicación de las leyes obedece a que alguien se corrompe”, “ la pobreza existe porque organizaciones y políticos se roban el dinero de las arcas públicas” y así, una y otra vez hasta fijar esta idea en la población.
Insistió tanto, que hizo creer a los mexicanos que resultaba necesario y urgente acabar con ese terrible flagelo y que sólo así cambiaría la triste realidad, para ello se requería terminar con una degradada y corrupta clase política enquistada en los partidos de antaño, así fue que se nos dijo “MORENA es la esperanza de México” y su líder Andrés Manuel López Obrador el salvador de la patria. La construcción del discurso era inmejorable: detectaban el mal y se ofertaban como la cura milagrosa de todo.
A su llegada al poder habría que darle vuelta a la tuerca, para ello repitiendo la táctica empleada como Jefe de Gobierno, López Obrador instauró las conferencias mañaneras donde desde temprano se fija la agenda pública a través de las declaraciones presidenciales y luego se refuerza la estrategia en plazas públicas y eventos masivos. Siempre se sostuvo que la corrupción es el mal a combatir, luego en apoyo a esa narrativa aparecen los columnistas, memes, locutores y hasta influencers que se suman a la cruzada atacando a los corruptos.
El recurso es tan bondadoso que no sólo sirvió para que pudiera llegar al poder, sino que ahora se emplea para justificar la ausencia de resultados: si chocan los trenes del metro o existen fallas, es culpa de los corruptos líderes sindicales que sabotean; si existe desabasto de medicamentos, es culpa de las corruptas farmacéuticas que esconden las medicinas para encarecerlas; si protestan por algún acto de gobierno como el tren maya o una demanda concreta, de inmediato se utiliza la misma coartada de los corruptos que defienden sus privilegios. Los morenistas son dignos alumnos del ideólogo del nacismo Joseph Goebbels y acuden a su máxima: “una mentira repetida cien veces se convierte en verdad”.
Pero ¿qué ha pasado a más de cuatro años del ejercicio gubernamental de los morenistas y su cruzada anticorrupción? Está claro, no sólo no se ha combatido el mal, sino que se ha incrementado y de ninguna manera debemos aceptar la cantaleta de que se trata de infamias o calumnias para desprestigiar al gobierno, pues incluso estudios internacionales como el Índice de Percepción de Corrupción (IPC), publicado anualmente por Transparencia Internacional, (organización no gubernamental con sede en Berlín), sitúa a México en el lugar 124 de 180 países analizados. Pero a esos estudios hay que sumarle escándalos en la CONADE, en SEGALMEX, los complejos inmobiliarios como el de Irma Eréndira Sandoval (anteriormente encargada de combatir la corrupción) o casas presuntamente producto del cohecho como el departamento en Houston de Ramón López Beltrán y qué decir de los sobres amarillos repletos de dinero recibidos por Pío y Martín López Obrador, hermanos del presidente de la república que recibieron supuestas “aportaciones del pueblo”.
Secundando a López Obrador, durante meses la polémica gobernadora de Campeche Layda Sansores San Román, se dedicó a denunciar irregularidades de la clase política, siendo el líder priista Alejandro Moreno Cárdenas (Alito) y el Consejero Presidente del INE Lorenzo Córdova, los principales protagonistas de sus diatribas y fueron exhibidos en diálogos que presuntamente sostuvieron a través del teléfono celular, los cuales, según la gobernadora, le recibió de manera anónima.
Pero como reza el refrán popular, “el que a hierro mata, a hierro muere” y la semana pasada, en horario estelar de Televisa, fueron exhibidos Armando Toledo (jefe de la oficina de la gobernadora), Raúl Pozos (secretario de educación) y la Senadora Rocío Abreu, recibiendo dinero en efectivo en las oficinas del gobierno estatal, previo a la elección de 2021, presuntamente tales recursos fueron a parar a la campaña de la hoy gobernadora. La respuesta de los aludidos y la misma titular del ejecutivo fue que iban a pagar servicios o que era dinero para apoyos a la gente, “pues en Campeche hay pocos bancos”, de paso repitieron el estribillo, “no somos iguales, estamos ayudando a la gente”, y así espetaron un sinfín de sinsentidos que sólo un infante podría creerles. Con tales evidencias probaron que además de corruptos, eran maestros del cinismo y de la incongruencia.
Está claro, el diagnóstico es errado, por tanto las cosas no cambiarán, ni en el combate a la corrupción, ni en la mejora de la calidad de vida de la gente y para muestra de ello tenemos el derramamiento de sangre y la violencia que acecha a la población todos los días, la explicación es clara, eso sucede porque el verdadero mal de la patria es la inequitativa distribución de la riqueza, y por cierto a los grandes magnates no se les toca ni con el pétalo de una rosa, “no hay nuevos impuestos”, se ufanan que eso beneficia a los pobres, pero está claro que los verdaderos beneficiarios son los ricos que pagan pocos gravámenes por sus grandes ganancias.
Conclusión, MORENA en el poder no ha cambiado la realidad, López Obrador no era el salvador de la patria y la lucha anticorrupción solo es una coartada para atacar enemigos políticos, por ende, si deseamos que cambie esta realidad para que no se repita tal circunstancia, la solución es clara ¡urge! conformar una fuerza social educada y organizada que ponga en el basurero de la historia a los falsos redentores, esa tarea está a la orden día. ¡Pongamos manos a la obra!