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El horno político está más que caliente que el centro de la tierra o la superficie del sol. Apenas estamos encaminándonos a la primera mitad del Peñato y al último tercio del sexenio duartista en Chihuahua, y ya huele a bollos quemados.
En el imaginario federal la cosa está que arde; la inseguridad en las entidades emblemáticas donde el crimen organizado tiene sentados sus reales desde hace varios lustros simplemente mantiene el tono que se tocaba con el michoacano Felipe Calderón. Tamaulipas, Guerrero, Jalisco, Edomex, D.F. y Chihuahua se siguen tiñiendo de rojo por la sangre que corre en sus calles.
En otro orden de ideas, las mentadas “profundísimas reformas” estructurales nomás no prenden. Corren millones de metros cúbicos de lava verborréica, pero de beneficios, siquiera por las expectativas, sencillamente hay nada. Aclaro, la culpa, sí, la culpa, porque eso la responsabilidad suena ya muy chocante para el oído del mexa común, ya que en un país donde la impunidad se enseñorea, los fregados eufemismos están tan devaluados como el peso ante el dólar (ver retroceso de paridad peso-dólar de 13,30 a 13,80, recientemente); los diputados federales son tan culpables, aunque anden con la lengua suelta por la inminente llegada de la temporada del trampolín.
Sí estimado lector, los legisladores federales, los de mayoría, y pior (pior es peor que peor), los plurinominales, son tan culpables de que el país esté estancado y por debajo de la medianía mediocre, como el mismísimo presidente de la república promotor de las reformas laboral, fiscal, de telecomunicaciones, electoral y energética. Por esta razón, soy megapartidario de que ningún cómplice de estas “profundísimas reformas” sea votado para otro cargo de elección popular. Si amas a México, ya diles que no a estos sátrapas.
De generación de empleos, de recuperación del poder adquisitivo de la clase trabajadora, de reducción de los índices de pobreza extrema o de crecimiento económico, ¡..ta madre¡, es mejor no seguir quemando naves, porque nunca, jamás, con este modelo económico de país, con este anacrónico sistema de partidos y con el presidencialismo brutal que nos rige, no vamos a prosperar. Así de llano y simple.
Ya más local, doméstico pues, mis amigos y conocidos ya me traen. Les agradezco la confianza por preguntar, pero agradezco más la amistad; sin embargo creo que es momento de compartir con mis contados lectores mi opinión acerca de lo que “se viene para Chihuahua en el 2016”, año electoral en que se renueva congreso local, todas las alcaldías y el poder ejecutivo estatal.
Las pugnas internas del PRI y el PAN están más ardientes que los odios de un islámico del califato contra el mundo. Resulta que el exgobernador chihuahuense José Reyes Baeza disputa al gobernador César Duarte la sucesión de palacio de gobierno; no es la primera vez en el país, ni la última, pero sí muy encarnizada.
Para empezar, los ajustes de cuentas entre priístas conllevan el escarnio público del actual mandatario estatal, sin consideraciones del debilitamiento de las posibilidades de repetir en el mandato, a pesar de ello, la oposición con oportunidad de cristalizar esas pretensiones, con el antroPANfaguismo que practican, veo muy lejanas esas posibilidades.
Con todo y que Reyes Baeza y Duarte Jáquez se dan hasta con la cubeta, a diferencia del sexenio desaprovechado por el PAN en la presidencia de la república, hoy los nietos de Plutarco Elías Calles tienen de regreso al omnipotente presidente de México, y eso amigos lectores, es un catalizador que en el partidazo sí funciona.
Por principio de cuentas, Reyes Baeza, a pesar de impulsar a su compadre Marco Quezada, exalcalde de Chihuahua y culpable moral de la tragedia del Aeroshow que segó la vida de 9 chihuahuenses, goza de popularidad entre las huestes del peñato; ¿por qué?, por la sencilla razón de ser un soldado priísta de primerísimo nivel.
Lo explico, Baeza Terrazas es de esos políticos songos y carismáticos, pero efectivo y efectista. Como gobernador desbarató las posibilidades del PAN para sucederlo en palacio, para eso echó mano del arte de la guerra, dividió a la oposición y venció. Encarceló por sus pistolas al rival más fuerte, desalentó al relevo que hoy pidió licencia como dirigente nacional del PAN en busca de pastorear a los diputados federales a partir del 2015, y dejó en la contienda al rival más débil. Lo siento mi estimado, pero conozco esa historia.
A José Reyes, ya siendo exgobernador, le encomendaron la estrategia electoral de Michoacán y Jalisco, en ambas, fue artífice de la recuperación del PRI de esos gobiernos estatales. NO es casualidad entonces que ocupe hoy día la dirección del FOVISSSTE.
César Duarte por su parte es un individuo muy astuto, que sin tener un grupo político, pero con padrinos claves (Beatriz Paredes y Heladio Ramírez), que le allanaron el camino para ser diputado federal dos veces, diputado local y presidente de la cámara de diputados, lo llevaron a ser el candidato a la gubernatura de Chihuahua.
Duarte también supo atraer la atención del polémico exgobernador Patricio Martínez, enemigo declarado de Reyes Baeza. César, aun y cuando no era de su establo, hasta lo hizo senador. “El César”, como despectivamente lo nombran sus detractores, se agenció la gubernatura de Chihuahua con 600 mil votos, más de 180 mil de diferencia con respecto a su adversario panista. Eso no es poca cosa.
A cuatro años de distancia y con el relevo hirviendo, por cortesías de propios y extraños, Duarte comienza a sentir las quemadas de las llamaradas adelantadas; ni hablar, tiene que aprender amar a Dios en tierra de indios. Más creo que en los pinos también le tienen aprecio, digo, el gober también sabe hacerse querer, por eso, la pugna con Reyes Baeza no le resta bonos con el peñato, por el contrario, es factible que sea rescatado como subsecretario de Estado o como cabeza de un organismo descentralizado, pasando la elección federal del 2015, por aquello de que su mandato va a ser concluido por un tercero, y así, Osorio Chong o Videgaray, decidirán salomónicamente la sucesión tricolor de 2016 en Chihuahua.
Ruptura no va a haber, ya que hoy los priístas tienen capataz, y si por casualidad la oposición retomará el palacio de gobierno, no será porque los tricolores locales se bajen las pantaletas, sino porque don Enrique pagará la apuesta a un PAN nacional diligente, omiso y solicito para legitimar el aplazamiento de las “bondades” de las “profundísimas reformas”; es decir, le dará viabilidad a los rumores y le concederá a Gustavo Madero la dicha de gobernar Chihuahua, aun en detrimento del desamparo de miles de biznietos de la revolución.
P.D. Me resulta difícil visualizar que el PAN chihuahuense pueda gobernar nuevamente Chihuahua. No lo pienso porque no tenga historia, sino por la degradación de principios y doctrinas en la que desciende constantemente gracias a sus dirigentes y cabezas impuestas. Lástima que enterraron los ideales de Prieto Luján; si al caso, lo mejor que puede pasarle a esta tierra amada es que una persona con el perfil de Miguel Fernández Iturriza se anime a terminar con el bipartidismo.