Marco Antonio Flores Zavala
“Soy deudor a febrero de un singular espectáculo: el de una alma femenina que, frente a mi isla de meditación, sufre los embates de locos vientos, sobre el mar, sobre las selvas, muy arriba.
Y tal espectáculo me reconcilia con el pobre febrero, mes equívoco que se disputan la persistencia de la nieve y el asomar de las rosas. Febrero me es grato por la primera vez.”
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Esos son los dos primeros párrafos de la prosa Don de febrero. El autor es Ramón López Velarde (jerezano de 1888; soltero; abogado; residente en un departamento rentado en la vieja capital del país).
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Don de febrero está datado el 28 de febrero de 1915. Ese año López Velarde escribirá en el Nacional Bisemanal y Vida moderna, ambos impresos en la vieja capital del país. Elena Molina Ortega lo recuperó de uno de ellos y lo dispuso como título de una antología de prosas del jerezano.
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La fecha sitúa al jerezano en medio de una vorágine que no es suya, pero tampoco le es ajena. Ramón ronda como profesor en la Escuela Nacional Preparatoria; antes colabora en la Secretaría de Instrucción, en la sección Universitaria.
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En abril de 1916, el indiscutible mentor de Ramón, Eduardo J. Correa, escribió en su diario: “no tuvo empacho en servir a la Convención, ni en olvidar el asesinato de su tío.”
Inocencio López Velarde fue asesinado la noche del 23 de junio de 1914, en horas posteriores a la inclemente batalla que ocurrió en la vetusta ciudad de Zacatecas.
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En febrero de 1915 Álvaro Obregón es uno de los amos de la vieja capital del país. En esa babel no hay monedas para el comercio, ni suficientes alimentos para persistir en la vida. Sí hay soldados traídos de diferentes partes de la República.
Obregón todavía no conoce a Ramón. Nada motiva para conocerse. Queda una duda, cómo reaccionó el jerezano ante la acción anticlerical del sonorense. Se puede intuir por como actuaron los amigos del jerezano: con pragmatismo e indolencia.
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En febrero d 1915, la perseverante Soberana Convención labora en Cuernavaca. Se reúne en el teatro Porfirio Díaz (vaya paradoja). El hombre que declama a cada instante parlamentarismo, justicia social y otras promesas democráticas es Antonio María Idelfonso Díaz Soto y Gama (potosino de 1880, abogado, político profesional).
Soto y Gama es coetáneo de López Velarde en San Luis Potosí. Ambos eran rondantes del maderismo y próximos por el liberalismo jurídico de su alma mater; aunque son distantes por el protoprotestantismo del primero y el catolicismo del jerezano.
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En fin, agreguemos otro fragmento de Don de febrero: “No sé por qué amable fatalismo me ha concedido febrero el don de distinguir, desde mi isla de rumores iniciales, sobrias fuentes y arboleda parca, el alma que, como un punto de plata náufrago en la inmensidad vespertina, es llevada y traída por vientos contrarios…”
Imagen: Antonio María Idelfonso Díaz Soto y Gama