Por Gabriela García
En la columna de Raymundo Riva Palacio del 25 de octubre, titulada: La ira del presidente, se cuestiona, ¿Cuánto tiempo lleva enojado el Presidente? Veintiún semanas, desde que perdió la Zona Metropolitana de la Ciudad de México en las elecciones intermedias, cuando su bastión se vio vulnerable. Como era previsible, se radicalizó. Andrés Manuel López Obrador, el ser humano, puede enfurecerse y gritar lo que quiera. Pero el presidente López Obrador está obligado a la mesura. Sin embargo, carece de ella, y los recursos políticos que tiene la Presidencia equivaldrían a que si cada mañana, en función de su humor, Maximilien Robespierre decidiera, frente a las gradas de la Revolución francesa, quién va a morir en la guillotina.
De acuerdo a la definición del concepto, la frustración son todos los sentimientos que experimentamos las personas como pueden ser la cólera, tristeza o ansiedad, cuando una expectativa (deseo, proyecto, ilusión) no se cumple; cuando no recibimos lo que esperábamos.
Mientras que la ira, el enojo o el enfado es una reacción emocional que se produce cuando una persona considera que existe o se va a producir un resultado negativo para sus intereses, que se podría haber evitado si alguien los hubiera tenido en cuenta y hubiera actuado de otra forma. Se trata de una respuesta emocional caracterizada por una activación fisiológica, motora o de tipo cardiovascular, acompañada por sentimientos de enfado y que aparece cuando no se consigue un objetivo o no se cubre una necesidad.
Con estos elementos puedo decir que con la frustración y la ira que el presidente de México está acumulando en su persona y que dada su investidura está contaminando la vida social y política del país, sin embargo este problema no es nuevo, viene de mucho atrás, pero su actuar es más grave una vez que asumió el poder presidencial en el año 2018.
Desde luego que ha encontrado en quien descargar este peso y la fila de sus víctimas es bastante extensa, en ella se encuentra la organización Antorchista, que desde antes que AMLO tomara el poder en 2018, durante la llamada gira de agradecimiento y frente a miles de ciudadanos afirmaba que se acabaron los intermediarios, que los apoyos se entregarán de manera directa para evitar que organizaciones como la “Antorcha mundial”
A la llegada de AMLO quedaron atrás los escritos periodísticos anónimos y por primera vez recibimos una embestida directa del titular del ejecutivo, la acusación la hizo en más de 100 plazas públicas y aún sigue.
Los últimos capítulos de sus delirios se dan luego de perder el control político de la zona metropolitana de la ciudad de México en las elecciones intermedias, el presidente consideraba que la capital era su bastión para emprender desde allí las próximas elecciones de 2024, pero fue derrotado y desde entonces no se le ve feliz. En consecuencia en estos últimos días en su famosa mañanera busca a alguien con quien pelear, critica a todo aquel que se mueva del lado contrario como si se tratara de encontrar al rival más débil para derramar su frustración porque no resulta todo lo que quiere.
Apenas hace un mes estaba encima de los investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), ahora en sus críticas severas se encuentra la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a quienes acusa de haber perdido su identidad, de haberse “hamburguesado”, término que se deduce como que actúa y sirve a los intereses de la burguesía
Los resultados en todas las decisiones que ha tomado el presidente han sido mediocres eso ya a nadie le extraña, su actitud es ya conocida por los mexicanos siempre se ha comportado de esa manera en su vida pública demostrando siempre su supuesta beligerancia, ignorancia y reducidas capacidades intelectuales aderezados por actos de arrogancia y soberbia.
AMLO es un hombre astuto, implementa sus experiencias de las viejas políticas, pero no tiene ideología propia, rápido pasa de su izquierda antidemocrática a la derecha extrema, todo el tiempo se mete en problemas por su pensamiento unipersonal rupestre. Y por supuesto cada mañana dependiendo del humor con que levante comienza a buscar con quien pelear.
López obrador nunca se ha expresado como un presidente, sino como un líder faccioso que representaba al 30 por ciento de los votantes pero ya no le salen sus cuentas y lo sabe, por eso debe echar mano de los servidores de la nación a solicitar la credencial del INE a cambio de bajar recursos de pavimentación de calles o por cualquier otro servicio público, mientras que con los gobiernos anteriores solamente se lleva solicitud por escrito y firmas de los beneficiarios.
Con esto último se demuestra la urgencia de sacar a sus servidores pagados con erario público a seguir el proselitismo, la razón es que se están perdiendo votantes en el partido del presidente y su encono será mayor a medida que se vaya haciendo agua su gobierno y se acerque el 2024.
Llevamos más de tres años de su gobierno, hasta ahora nunca presentó su propuesta de proyecto de transformación, no se conocen metas definidas que haya que alcanzar, sino que son una serie de improvisaciones que siguen polarizando a los mexicanos, por lo que sigue siendo necesaria la unidad y organización por un mejor país que no ha logrado la 4t.