GLASS ONION

Share on FacebookTweet about this on TwitterShare on Google+Pin on PinterestShare on TumblrShare on LinkedInEmail this to someone

Por: Sergio Bustamante.

Más allá de su innegable talento como cineasta, Rian Johnson también es un artista muy vocal a la hora de introducir comentarios sociales y analogías en su obra. Muchas ocasiones incluso forzándolo y quizás eso explica en parte lo controversial de su incursión en el universo Star Wars aunque su entrega, The Last Jedi (2017), vaya que fue notable.

De esta filmografía de altas y bajas (más altas que nada) es probablemente Knives Out el título con más consenso entre crítica y público. Estrenada en 2019, la cinta fue un whodunnit moderno que cayó perfecto entre el público norteamericano gracias a su corrosiva radiografía de las tensiones entre liberales y conservadores avivadas por quien habitaba la Casa Blanca en ese año.

El inesperado éxito de taquilla llevó a Netflix (toda una ironía considerando que el poderoso del streaming es objeto de burlas en Knives Out) a darle un cheque en blanco a Johnson para que escribiera una secuela (y más entregas) con todas las libertades creativas.

Es un misterio si la pandemia y consecuente incremento del uso de redes sociales fue inspiración mayor para el guión, pero es innegable que Glass Onion es una de las películas que mejor refleja el momento cultural que vivimos.

Con nuevo reparto (a excepción de Daniel Craig quien funge nuevamente como el Poirot de esta saga) y una historia ubicada fuera de los Estados Unidos en plena pandemia del 2020, la cinta nos presenta por separado a sus muy cuestionables protagonistas. Conocemos así a Claire (Katherin Hahn), una gobernadora demócrata de amistades más bien conservadoras; Duke (Dave Bautista), un youtuber misógino con miles de seguidores; Birdie (Kate Hudson), una millonaria ex modelo cuyas polémicas opiniones la tienen constantemente en el ojo del huracán; Lionel (Leslie Odom Jr), un talentoso científico que vende sus habilidades a una mega corporación; y Cassandra (Janelle Monáe), una mujer de quien se revela poco pero iremos conociendo a lo largo de la historia.

Unidos por una amistad de años, este variopinto grupo recibe una invitación para pasar unos días de descanso en una exclusiva isla griega propiedad del multimillonario Miles Bron (Edward Norton), un gurú de la tecnología quien aparte de anfitrión es algo así como el viejo líder de todos ellos.

No ha terminado el primer acto y Johnson ya estableció el mundo de privilegios y desobediencia muy propio de la derecha negacionista estadounidense que vio al covid como una conspiración o una gripa cualquiera, en el menor de los casos. La excepción es Benoit Blanc (Craig), quien recibe la invitación por accidente pero encaja perfecto con el fin de semana que tiene planeado Bron.

Y es que dichos días de descanso incluyen una elaborada recreación que consiste en Bron fingiendo su asesinato y dejando pistas para que el resto de los amigos descubra al culpable y sus motivos. Vaya, un juego Clue pero a gran escala. Como buena cinta whodunnit, efectivamente ocurre un verdadero asesinato en el lugar, lo cual dará pie a la trama.

De forma arriesgada pero muy coherente con su historia, Glass Onion juega con nuestras expectativas. Tras la muy elaborada Knives Out, uno llega aquí pensando que estamos ante otro acertijo lleno de capas en el cual se nos presentará una serie de sospechosos. Dichas capas, sin embargo, en esta ocasión no apuntan únicamente a ir descubriendo culpabilidades, sino a ridiculizar la verdadera naturaleza de sus personajes.

De este cómico revoltijo de personalidades que dibuja la cinta, es Bron sin duda la sátira más obvia al servir como una amalgama de Elon Musk y otros billonarios cuyo talento es cuestionable y más bien viven de dinamitar el establishment. Él y no Blanc es el que sirve como hilo conductor para ir haciendo a un lado las apariencias de la introducción.

En ese sentido Glass Onion puede resultar más incisiva que su antecesora, pero a la vez menos inteligente o lograda. Si bien su probado reparto, especialmente Craig quien da rienda suelta a su vis cómica, carga con la cinta y la cinematografía de

Steve Yedlin es muy acorde y hasta mejora respecto a Knives Out, hay un tono entre superficial y bobo que da la sensación de limitar el potencial de la historia.

Tono que claramente es deliberado, pues como se mencionó al inicio, el objetivo de Johnson parece ser una sátira que apuesta más por señalar lo podrido de sus personajes, léase la elite estadounidense. El título de Glass Onion, de hecho, es una referencia a una canción de The Beatles en la cual McCartney se burlaba de que las personas buscaban demasiado significado en las letras de ellos. Johnson emplea esta misma metáfora no solo para lo hueco de sus protagonistas, sino para subvertir las expectativas que el público tuviera sobre esta cinta como una calca veraniega de Knives Out.

Lo logra, ciertamente, y no descuida la identidad que debe tener una cinta de misterio, pero también se siente como la versión televisiva hecha para Netflix que es. Y eso está lejos de ser un acierto.

Deja un comentario