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La batalla electoral, porque de contienda tiene lo que yo de astronauta, que se suscita en Chihuahua, va a continuar mucho más allá del 7 de junio. Independientemente de los resultados y el tiempo que se tomen para resuelver las impugnaciones, el pleito por la gubernatura tiene muy enconados los ánimos hacia el interior del PRI y del PAN, y entre ellos mismos. La pipitilla o miniminorías legislativas juegan a perseguir la zanahoria de la mayoría tricolor.
Como en otras entidades federativas, el estado grande, el de los exbárbaros del norte también va a celebrar comicios para relevar a César Duarte Jáquez en Palacio. La disputa se encuadraría como en el resto de los otros estados con elecciones en 2016; sin embargo, a la elección de Chihuahua hay que añadirle la particularidad de que se pretende reducir a sólo dos años la gestión del próximo gobernador; esto, con el pretexto de empatarla con las elecciones federales de 2018, cuando, uff, por fin, los mexicanos votemos al sucesor de Peña Nieto.
Lo que comenzó como una filtración, poco a poco fue tomando forma, es decir, primero soltaron el borrego para ver como reaccionaba la inmundicia política local y después han ido dándole forma a través de los mercachifles en el congreso local, esos que se mantienen con el Jesús en la boca. Como era de esperarse, los dolientes o destinatarios de la inusual propuesta, (quizás culminado el proceso electoral actual se convierta en iniciativa para modificar la constitución local y darle forma), han expresado su repudio a la que han bautizado como la “minigubernatura”.
Los que ha resentido en primera instancia el látigo del desprecio son los priístas apostados en torno a las aspiraciones de Marco Adán Quezada, cuyo grupo de apoyo descansa en su compadre el exgobernador José reyes Baeza. Los dos compadres consideran un despropósito de César Duarte reducir el gobierno del estado a un tercio del período normal de 6 años, pues sienten que les toca, que es de ellos y quieren el marrano completo.
De manera indirecta los panistas se sienten agraviados con la idea de la “minigubernatura”, porque perciben que pueden ser realmente competitivos el próximo año, a diferencia del 2004 y 2010 cuando recibieron una paliza en las urnas. La contraofensiva es comandada por el traficante de influencias más importante del estado, ya que al ser el coordinador parlamentario por segunda ocasión, cuenta con la destreza necesaria para litigar muy a su estilo, las ventajas o dividendos que resulten de apoyar o hacerle al opositor, las minucias de un gobierno estatal de dos años.
Alterno a las vagancias del exsecretario del ayuntamiento de Juárez y de Delicias, su expatrón, el también candidato del PAN a diputado federal por el V distrito, Mario Mata, éste último presiona para que de ninguna manera cedan ante la propuesta de la “minigubernatura”, como si el exedil deliscience ya tuviera en la bolsa el triunfo de la elección del 7 de junio y la militancia albiazul le vaya a otorgar en automático la candidatura al gobierno del estado pese al triste papel en su desempeño como alcalde de Delicias y a la nula transparencia en la construcción de un gimnasio en la tierra de los vencedores del desierto.
Hasta ahora existe un fuerte rechazo en contra de la propuesta que ha incubado la pipitilla legislativa de un embrión concebido extrauterinamente en Palacio, pero dicho rechazo subyace exclusivamente entre la inmundicia política local que ve amenazados sus intereses particulares de hacer negocio en grande por seis años. Los que han pegado el grito en el cielo son aquellos que esperan con ansias el 4 de octubre del 2016 para hacerse del peculio estatal y de acomodar a una pandilla sedienta de reabastecer sus bolsillos y cuentas bancarias personales.
Mientras que unos cuantos ven una mala jugada del gobierno estatal, yo encuentro una oportunidad histórica para que un ciudadano sin partido, siempre y cuando la legislatura local brinde suelo parejo para todos, llegue al gobierno del estado a exorcizar la administración pública y siente las bases, ahora sí, para un gobierno legal y legítimo apegado a los verdaderos intereses de los chihuahuenses.
Ciertamente 24 meses es poco tiempo para desarrollar todo un plan estatal de desarrollo, sobre todo si se toma en consideración que las finanzas estatales están comprometidas en más de un 87%, pero dos años pueden ser suficientes para limpiar la casa y concebir el siguiente gobierno por seis años que cristalice los anhelos de casi cuatro millones de chihuahuenses.
Quien se precie de ser un ciudadano honrado que busque revertir la transa grande y la impunidad, y terminar con el bipartidismo corruptor de casi un siglo enquistado en el gobierno de Chihuahua, le bastan dos años para atorarle y devolverle el prestigio al servicio público.
Estamos frente a la encrucijada de continuar alimentando las ambiciones desmedidas de exacaldes y exalcades por debajo del promedio que se frotan las manos por hacerse del gobierno del estado, y de legisladores parias que se han convertido en magnates gracias a las multimillonarias dietas legislativas; o, ante la posibilidad histórica de tener un gobernador de alternancia que transite hacia una verdadera administración pública decente.
P.D. Si Miguel Fernández Iturriza, el hombre idóneo para esta gesta no quiere aventarse el tiro, yo no le haría el feo a la oportunidad.