GODZILLA VS KONG

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Por: Sergio Bustamante.

Pocos géneros del cine se pueden dar el lujo de ser tan serviciales como el horror. Más aún un subgénero como el de monstruos o “kaijus”.

Adam Wingard, conciente de ello, de sus errores pasados y en modo full nerd, nos da la entrega más pulcra y simple que el monsterverse ha arrojado a la fecha. Y aunque en términos de crítica el resultado le ha jugado un poco en contra, lo cierto es que Godzilla vs Kong es para bien y para mal el fan service que tanto se pedía.

Retomando los ganchos argumentales de las películas anteriores, ahora nos encontramos en un mundo en el cual Godzilla se pasea por los océanos mientras Kong vive encarcelado en un enorme hábitat virtual que recrea su antigua isla. La primera vive con una etiqueta de monstruo marginal/salvadora, el segundo es el caso de estudio de la doctora Ilene Andrews (Rebecca Hall), quien junto con su pequeña hija sordomuda parece estar cerca de establecer un lazo comunicativo con el gorila, aunque trabaja a contrarreloj con la creciente desesperación de Kong de vivir en dicho lugar.

El orden, por llamarlo así, se rompe cuando sin motivo aparente Godzilla ataca una planta de la corporación cibernética APEX. En absoluto y hasta “parodiesco” uso del cliché latino, el jefe de dicha empresa, Walter Simmon (Demián Bichir), encomienda a su hija Maia (Eiza Gonzalez) y al geólogo especialista Nathan Lind (Alexander Skarsgard) que pidan ayuda a la doctora Andrews, pues Kong es la clave para desenterrar lo que podría ser algo así como la kryptonita de Godzilla, aunque obvio dicha misión tiene agenda secreta.

Todo lo rebuscado que propone este planteamiento, para fortuna del espectáculo, se desarrolla de la manera más lúdica posible dando paso a un montón de absurdos narrativos pero compensando con variadas kaiju batallas, que es quizás lo único que se pedía desde el inicio a estos relanzamientos.

Mejor aún, Wingard se desentiende de las atmósferas lúgubres que habían caracterizado en especial a las cintas de Godilla y las intercambia por colores brillantes y ambientes diurnos que favorecen el lucimiento de sus protagonistas, los monstruos. Luce, sobre todo, su orientación espacial, pues no tiene miedo a priorizar los planos generales pero también aprovecha las bondades de los efectos para ciertos puntos de vistas o movimientos más bruscos, cualidades que son más notables durante las secuencias que suceden en el centro de la tierra.

Siendo ya casi un veterano (aunque no tiene aún ni 40 años) en estos asuntos de reboots y adaptaciones, es notorio que Adam Wingard aprendió la lección de filmes delegados como la secuela Blair Witch (2016) o Death Note (2017) y decide no ampliar las complejidades que propone el guión sino contarlas cual viñeta de comic y con el menor peso posible al drama humano.

El impacto es positivo ya que, por ejemplo, retomar la línea del personaje de Madison (Millie Bobby Brown) parece estorbar, pero Wingard la emplea apenas como elemento para amarrar la trama. Y teniendo en cuenta las deficiencias histriónicas de este chica o de Eiza Gonzalez, la verdad es que entre menos tiempo en pantalla mejor para la cinta.

En el lado opuesto, es una pena que el talento de Rebecca Hall esté desaprovechado, pero igualmente su personaje sirve a otros fines, en este caso explorar el lore de Kong, un aspecto que le urgía a este monsterverse.

Godzilla vs Kong entonces de verdad va sobre Godzilla contra Kong y hablando de cine de aventuras no se le puede pedir más fidelidad. El corazón de la cinta está en la acción y el director la elabora con mano hábil; explosiones, golpes, rugidos al por mayor, ritmo y un clímax perfectamente sincronizado con las emociones que este cine debe provocar.

¿Qué sí podría exigírsele? Una construcción que no se sienta como un borrador, sino como una cinta en la que pueden convivir situaciones fantásticas y el drama humano, como hizo Guillermo del Toro en Pacific Rim (2013).

Lo de Wingard, cierto, está orientado a la ilusión y en ese sentido no hay queja alguna, pues los efectos tanto visuales como sonoros son excelentes e incluso ese abuso del neón le va bien a la mitología de Gojira, sin embargo, sí deja ciertas sensaciones de haber cedido bastante a las exigencias del fandom aunque dudo que eso a él, y sobre todo al estudio, les preocupe mucho.

A final de cuentas y contra pronóstico, este filme está siendo el gran salvador de la experiencia cinematográfica y de paso ha revitalizado la figura del blockbuster, erigiéndose acaso como el único de aquí a que el regreso a los cines (o lo que quede de) sea total.

Vale pues decir que no solo hay una reivindicación de los monstruos, sino de su muy talentoso pero vapuleado director.

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