Gustavo Cerati: Un hasta siempre

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ceratiPor: Sergio Bustamante.

 

I.

Los conocía. Estaba familiarizado con el nombre, con la música. No más.

Para cuando Soda Stereo tuvo su época de gloria, yo estaba interesado en otras cosas, particularmente otra música. El llamado “rock en tu idioma” me era ajeno. En información, en gusto, en identidad.

Los acordes y voz de Kurt Cobain y toda una camada de, en ese entonces, verdadero rock alternativo exigían apetito, consumo y un malentendido desprecio por estructuras musicales cercanas al gusto de los adultos. El rock, pues, sí tenía algo de contracultura, rebelión y todas esas etiquetas que forman parte de su ADN.

 

II.

Para cuando dichos prejuicios y barreras desaparecieron ya era demasiado tarde; Soda Stereo estaba en su gira de despedida.

El dicho de “Cuando una puerta se cierra…” sin embargo, resultó cierto. Y con esa despedida renació un Cerati apabullantemente creativo; liberado, conocedor e intuitivo de hacia dónde iba la música. Un genio que aún no terminaba de explotar. El Cerati solista seducía más que el front man de grupo. Ése me gustó, me atrapó y me hizo regresar a apreciar una discografía que ya todos habían repasado miles de veces. Yo apenas comenzaba.

 

III.

Noviembre del 2003. Muchos años y cambios han pasado. La visita a la ciudad de México de uno de los grupos de moda, Placebo, supone un festín monetario para los promotores, así que hacen de ello una prueba de lo que apenas eran, exceptuando al Vive Latino, intentos de festivales de talla internacional. Al cartel se agregan nombres como Café Tacvba y Gustavo Cerati.

Esa primera vez que lo vi en vivo resultó una Epifanía. El Cerati en directo era todavía más portentoso que el de Bocanada y Siempre es Hoy. ¿Sería este nuestro gran rockero? Eso pensaba. Eso comprobé.

 

IV.

Más años y una revancha: Soda Stereo se reencuentra para una gira. Una última vez. Seré honesto: no me gustaba que el Cerati solista, mi favorito, interrumpiera una carrera que yo adoraba para cantar éxitos que sólo me gustaban. Mucho, eso sí. Pero había que ir. Había que estar ahí a como diera lugar.

Más de cincuenta mil personas (120 mil los dos días) pensaron lo mismo. Ese día de noviembre del 2007, como pocos, el tránsito y la misión de buscar un lugar de estacionamiento fueron realmente sinuosos. Ni siquiera Roger Waters o el Beatle Paul habían provocado tal caos a las afueras del Foro Sol. Lo valía. Me Verás Volver no fue una gira ni un concierto. La energía era diferente. Se sentía. La devoción y gritos de “Maestro”, esta vez, no resultaban exagerados. Apenas adecuados. El rock en español, lo supe ese día, tenía en Gustavo Cerati a su figura contemporánea más grande. Había muchos rockeros de renombre, pero Gustavo era un titán. Nunca vi que los Fitos, los Spinetta, los Ríos, los Mateos ni los García provocaran tal unión y fervor. Que provocaran una avalancha de sentimientos; de identificación. Nunca llenar por días recintos tan grandes. Nunca ser aceptados por el metalero más rudo y el fresa más superficial. Nunca.

 

V.

Para cuando Gustavo Cerati cayó en coma hace cuatro años yo ya lo había visto y escuchado lo suficiente. Ya no hablaba de él. Raramente expresaba mi devoción hacia su trabajo. Prefería cantarlo en silencio. Prefería maravillarme a solas ante su nuevo disco que, se supone, tendría un vídeo casi por cada track para al final completar una película. Y es que es imposible dejar la imagen y el aspecto visual fuera de su obra como si fueran elementos aparte. Él era un artista integral. Inquieto. Extenso. Un superdotado.

Aquel día de mayo me dolió muchísimo. Me negaba a creer que ya no sería el mismo de siempre. Que un concepto se interrumpía de forma tan abrupta. Tenía la esperanza, como todos, de que fuera algo pasajero…

 

VI.

El tiempo, de nuevo. Y la realidad. Aceptar lo irreversible. Hacerse a la peor de las ideas. Seguir en lo nuestro mientras él se volvía recuerdo.

Uno cree que se prepara para estas noticias. Que su muerte sería algo natural y hasta aliviador. Sí, en cierta medida lo fue. Cerati descansa.

Pero el hueco, ese profundo hueco… Será infinito.

Como él. Como su legado.

Hasta siempre, Gustavo.

 

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