Los antorchistas de Aguascalientes me informaron, a principios de esta semana, la aparición de “vinilonas” en algunos puntos de mayor tráfico de la ciudad, con mensajes de repudio al candidato presidencial de MORENA y con el logotipo de Antorcha. Estoy seguro de que al candidato presidencial de ese partido le importa un bledo lo que digan o hagan los antorchistas. Siempre ha sido así. Pero a nosotros, en cambio, nos resulta vital dejar claro, a la mayor cantidad de público a la que podamos llegar, qué es, qué piensa, qué hace y cómo lo hace el Antorchismo Nacional; pues somos una organización que aspira a representar los intereses de las clases y capas más empobrecidas y marginadas del país, y a convertirse algún día en verdadera opción de gobierno para esa misma gente.
Por eso, quiero comenzar por aclarar que las “vinilonas” a las que me refiero no fueron colocadas por los antorchistas de Aguascalientes. Primero: su contenido es ajeno a nuestro modo de pensar y de combatir en favor de la causa política que nos anima; segundo: también el recurso utilizado es ajeno a nuestro modo de proceder. El insulto anónimo, o el que se lanza aprovechándose de una ventaja circunstancial (el micrófono o la página periodística), es una cobardía que busca herir al enemigo sin correr ningún riesgo (tirar la piedra y esconder la mano, como dice el pueblo), y muy rara vez, si es que hay alguna, se emplea para decir la verdad o para defender una causa noble. Es un recurso de canallas y bellacos del que hemos sido víctimas reiteradamente, razón por la cual lo repudiamos y condenamos dónde y cuándo se presente.
Y aunque se trata, repito, de un hecho que solo a nosotros importa, creo indispensable, de todos modos, poner las cosas en su lugar para hacer saber a quienes pretenden usarnos como su taparrabo, que los antorchistas no estamos para ser abusados por nadie, y que si quieren enfrentar al candidato de MORENA, lo hagan dando la cara o, de lo contrario, que guarden silencio si no tienen valor para más.
Pero ciertamente, como ya he dicho antes, para los antorchistas y para el país entero es más útil y significativo que los actores políticos fijemos nuestra posición de manera inequívoca en la actual coyuntura, frente a la justa electoral que se avecina. Y eso trataré de hacer en seguida. Por varias vías y de manera reiterada, nos llega la opinión de que la elección presidencial es ya cosa decidida y de que el triunfo de López Obrador es un hecho. Nuestros amigos (que no todos lo son) aseguran que es una equivocación monumental de Antorcha seguir apoyando al candidato del PRI, el Dr. José Antonio Meade, que llegará en un lejano tercer lugar al final de la contienda, y, para cerrar el círculo, aseguran que, en caso de resultar otro ganador que no sea López Obrador, será la señal esperada por muchos para desatar una guerra civil de fatales consecuencias.
Probablemente no esté de más aclarar que nadie nos ha invitado o presionado para reorientar nuestro voto hacia MORENA, ni mucho menos se nos ha propuesto algún tipo de contacto con el equipo de campaña de su candidato, seguramente porque, como también he dicho ya, Antorcha es “impresentable” para quienes solo la conocen a través de la campaña negra de los medios, que ciertamente ha sido terrible. Pero, hablando con la sinceridad y madurez que el momento exige, debo decir que todo lo que se nos dice y asegura, y mucho más, no es una sorpresa para nosotros. Hace años, muchos años diría yo, que los antorchistas venimos denunciando la desigualdad; la pobreza masiva que de ella se deriva; el desempleo; los bajos salarios; la falta de servicios y la mala calidad y altos precios de los pocos que existen; la falta de vivienda, de salud y de educación de calidad; la política fiscal regresiva que agrava la desigualdad y la pobreza; la incorrecta orientación del gasto público, que favorece a los de arriba y castiga a los que menos tienen; la inseguridad y la violencia, etc. Hace años que lo venimos denunciando y que venimos luchando modestamente contra todo eso, de lo cual hay pruebas escritas y grabadas.
Con igual franqueza, debo reconocer que tampoco es novedad para nosotros la caída en picada del prestigio del PRI; el desconcierto, la decepción y el enojo de la gente por la ineficiencia, la insensibilidad social, la corrupción y los abusos y privilegios con que funcionarios salidos de sus filas han ejercido el poder; y la intención cada vez más generalizada de ejercer el voto de castigo contra este partido. Lo sabíamos bien desde hace mucho.
También nos percatamos, con bastante anticipación, de la existencia de una campaña bien orquestada de medios para arruinar la imagen y el prestigio del presidente Peña Nieto. Y como esto puede ser un asunto polémico, me limitaré a decir lo obvio, lo que a todo mundo consta y nadie puede negar. Primero, que el Lic. Peña Nieto no es, ni con mucho, el peor Presidente que hayamos tenido. Y me ahorro precisiones y comparaciones enojosas. Segundo, que la guerra en su contra y de su sexenio comenzó a raíz de la reforma fiscal implementada por el Secretario de Hacienda, misma que se atrevió a rasguñar a algunos capitales poderosos que no pagan impuestos, y se intensificó (con la “casa blanca”) con los tímidos intentos de acercamiento al capital y al comercio con China. Tercero, que no conozco ningún discurso preciso y puntual de los “graves” errores del Presidente; Iguala, el Chapo, Tlatlaya y otros parecidos, se le han cargado a su cuenta sin mucha justificación. Por todo esto, Antorcha sabía que la lucha por la presidencia era empresa desesperada para el PRI y su candidato.
Si todo esto es cierto, como lo es, queda claro que el apoyo de Antorcha para el Dr. Meade Kuribreña no fue un error, como dicen nuestros amigos; ni un acto de oportunismo o una “transacción” a cambio de “beneficios”, como dicen nuestros estultos calumniadores. Se trató de un acto perfectamente consciente, de una decisión apoyada en nuestras convicciones y certezas más profundas y que son las mismas que nos llevan a discrepar de MORENA y su candidato. ¿En qué consisten esas discrepancias? Trataré de resumirlas.
Como dije antes, Antorcha sostiene que los males del país (algunos de los cuales enumeré), a pesar de su aparente diversidad y desconexión, tienen una sola causa, proceden de una misma matriz: el fundamentalismo de mercado o neoliberalismo económico, este “modelo” que ha resultado excelente para producir riqueza pero que no la reparte, sino que la concentra de modo progresivo, generando la pobreza de las mayorías y todos los males inherentes a la misma. El remedio, por tanto, también es uno: abandonar ese “modelo” por uno más equitativo, humano y racional. El candidato de MORENA, en cambio, afirma que todo se deriva de la corrupción; y su proyecto de gobierno, al menos a nivel declarativo, se reduce a acabar con la corrupción. Un reduccionismo y una simplificación de las cosas que, a nuestro juicio, son garantía segura de fracaso. Y más cuando afirma que combatirá a los corruptos “con el ejemplo”, una simpleza que no amerita más comentario. Pero cabe dudar: ¿nos dice toda la verdad López Obrador? ¿O solo la parte que, calcula, lo ayudará a ganar? Y en este caso ¿hay que esperar que, ya en el poder, despliegue una verdadera política de cambio en favor de las mayorías que confían en él y en su proyecto?
Si este fuera el caso, habría que decir que se trata de un error más grave todavía, porque olvida que un político no puede hacer lo que quiera si las circunstancias no se lo permiten o no lo favorecen. El proyecto de Antorcha, evidentemente, no es el mismo que el del Dr. Meade. Nuestro apoyo se explica, precisamente, porque nos damos perfecta cuenta de que, hoy, las circunstancias nacionales e internacionales no son las requeridas para ponerlo en práctica con alguna esperanza fundada de éxito. Si López Obrador intentara radicalizarse desde el poder, desencadenaría una reacción interior y una agresión exterior de incalculables consecuencias; si no, su proyecto será un ensayo fallido y de todos modos provocará desestabilización y caos social. Al menos esa es nuestra sincera opinión. Nuestro apoyo a Meade Kuribreña es profundamente racional y desinteresado, aunque admitimos la posibilidad de estar equivocados.
Pero el peligro que encierra nuestra equivocación disminuye con las posibilidades de victoria de nuestro candidato. Cada vez estamos más solos en esta lucha. Hace tres días, nos propusieron un evento masivo en Puebla con el Dr. Meade y nos pidieron una respuesta rápida. Contestamos que sí en menos de una hora, pero, para nuestra sorpresa, del otro lado de la línea se nos dijo que el día propuesto ya estaba ocupado. Que buscarían una nueva fecha y nos llamarían. Y nos llamaron 72 horas después solo para ratificar la cancelación y pedir nuestra “comprensión”. A fuer de sinceros, es difícil comprender un juego tan enrevesado. Pero no importa: Nuestro apoyo es firme, inamovible ya, y solo publico esto para asegurarme de que el Dr. Meade conozca la verdad, y no vayan a decirle que los “antorchos” nos negamos a darle nuestro apoyo leal y sincero. Vale.