Marco Antonio Flores Zavala
El miércoles 24 de junio de 1914, la vetusta ciudad de Zacatecas olía a pólvora, heces de caballo y muerte.
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El día anterior y durante la noche ocurrió la hecatombe para la capital del estado: las fuerzas constitucionalistas vencieron a sangre y fuego al contingente federal que la defendía.
Hay fotografías y cientos de relatos que testimonian las secuelas de la batalla. La muerte fue evidente. Pero la derrota la significan en la destrucción del Palacio Federal.
El edificio fue dinamitado en los últimos momentos de la batalla. La construcción no era añeja, pero simbolizaba el poder federal.
En las habitaciones del edificio estaban el juzgado de Distrito, la administración de correos, las jefaturas de Hacienda y de operaciones militares, adjunta ésta un almacén de dinamita.
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El general Felipe Ángeles registró la explosión a las 5:50 de la tarde.
Ángeles escribió en su multicitado diario: “Ya la lucha tenía un aspecto completo de victoria próxima. La Bufa y El Grillo hacían débil resistencia. En mi concepto, todo era cuestión de tiempo, para dejar germinar en el enemigo la idea de la derrota.
“Del centro de la ciudad se elevó de pronto un humo amarillo, como si estuviera muy mezclado con polvo. Tal vez un incendio, quizá una explosión. Sacamos relojes; eran las 5:50 de la tarde.”
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El oficial federal Ignacio Muñoz escribió su versión: “Muchos, tal vez unos doscientos, penetraron al depósito de armas en busca de parque y armas.
“Y cuando el edificio estaba materialmente lleno de revolucionarios, el teniente coronel (por desgracia nunca supe su nombre, pero los que allí estuvieron lo conocerían y lo recordarán), hizo funcionar la conexión y se voló con todo y edificio en una explosión aterradora.
“Todas las casas de Zacatecas sufrieron una tremenda sacudida. Por un momento llegó a creerse que la ciudad entera, dinamitada, volaría en pedazos.
“Los revolucionarios y sus prisioneros trataban de guarecerse.
“Cuando pasaron algunos minutos, todos corrieron con rumbo al depósito, encontrando un enorme montón de ruinas y enormes nubes de polvo, que durante algún tiempo no permitirían abarcar toda la magnitud de la hecatombe.
“Entre las piedras derrumbadas, se oían gritos lastimeros.
“Ciento quince cadáveres fueron extraídos durante los tres días siguientes y fueron muchos los que no pudo ya rescatar la piqueta, que trabajaba con desesperación.”
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El responsable de tal acción fue el teniente coronel Leobardo Bernal. Tras esa acción se ocultó en el hotel Francés. Allí lo descubrieron y lo presentaron ante algún jefe constitucionalista, quien ordenó su ejecución inmediata.
Bernal se desempeñó, antes de ese hecho, como jefe político de la vetusta ciudad de Zacatecas; convivió con lo más granado de la sociedad; participó en varias reuniones cívicas; sembró zacate en los jardines.
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Ignacio Muñoz describe a Bernal “como de 28 o 30 años. Alto, delgado, con el rostro revelador de escondidas energías. Usaba bigote recortado y trataba con afabilidad a los oficiales.”
En fin, la batalla concluyó y un edificio público fue destruido.
Imagen:
El edificio federal destruido. Archivo Federico Sescosse.