JUSTICIA RESTAURATIVA
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UAD
MAGDO. LIC. MIGUEL LUIS RUIZ ROBLES
JUSTICIA RESTAURATIVA
La justicia restaurativa aparece como una etapa evolutiva del sistema de justicia penal, tanto en el ámbito sustantivo como en el adjetivo, siendo en este contexto que nos encontramos ante un sistema que, si bien prioriza a la víctima directa o indirecta del delito, también se ocupa del delincuente, haciendo lo propio con la comunidad próxima y, en su caso, con las instituciones que integran el sistema de seguridad publica en todas sus etapas; es decir, desde la prevención del delito hasta la ejecución de las penas y las medidas de seguridad.
Este sistema de justicia, antes de regular procesos, analiza y enriquece la concepción de justicia, haciendo una adecuación al nuevo paradigma que da un vuelco de la represión a la restauración. Asimismo, encuentra fundamentación en sus principios y, sobre todo, en la concepción de la víctima, del delincuente y de la comunidad próxima, en particular, de sus necesidades para generar condiciones objetivas que produzcan el restablecimiento de la armonía social.
EL CONCEPTO DE JUSTICIA RESTAURATIVA SEGÚN HOWARD ZEHR:
“ES EL PROCESO DIRIGIDO A INVOLUCRAR, DENTRO DE LO POSIBLE, A TODOS LOS QUE TENGAN INTERES EN UNA OFENSA EN PARTICULAR, PARA IDENTIFICAR Y ATENDER COLECTIVAMENTE LOS DAÑOS, NECESIDADES Y OBLIGACIONES DERIVADOS DE DICHA OFENSA, CON EL PROPOSITO DE SANAR Y ENMENDAR DICHOS DAÑOS DE LA MEJOR MANERA POSIBLE.”
Es así como la justicia se concibe mas allá de dar a cada quien lo suyo,para percibirla como el epicentro de todos los valores, es decir, el núcleo desde elque fluye la plena disposición por respetar la dignidad intrínseca del ser y larelación de éste con sus semejantes.
No cabe duda que, ese enfoque, tiene plena cabida la concepción sobre la teoría de justicia de John Rawls, quien sostiene que la justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, misma virtud que debe ser volcada hacia su detonación restaurativa para que, fraternal, solidaria y cooperativamente, interactúe cada protagonista en búsqueda de la cobertura de sus necesidades.
En este contexto el derecho penal debe establecer los mecanismos para que, directamente los protagonistas involucrados en el conflicto penal, lo gestionen en condiciones tales, que se priorice la atención a sus necesidades y, claro está, siendo la reparación una de éstas, en lo que toca a la víctima se establezcan las formulas para que el activo del delito repare consensualmente el daño.
Asimismo, la justicia restaurativa también se ocupa del victimario, de sus compromisos, su toma de conciencia y de sus necesidades, pero sobre todo, de su rol de víctima, en razón de las causas multifactoriales que lo llevaron a dar el paso al acto criminal; además, atiende a la comunidad próxima en su doble rol de victimaria-víctima y, en consecuencia, tanto de sus compromisos como sus necesidades, por ser, precisamente, el escenario de riesgo en el que activos y pasivos experimentan la tragedia criminal.
La justicia restaurativa se centra en las necesidades, los compromisos, la transformación y la reintegración de la víctima y del ofensor; además, dependiendo del procedimiento utilizado, se ocupa de la comunidad.
La obligación de reparar el daño es sólo la punta del iceberg de la justicia restaurativa, y evidentemente debe estar siempre presente en el tipo de proceso que se seleccione, pero su cualidad de sistema de justicia democrático y humanístico, además del genuino interés en la víctima, el ofensor y la comunidad, la comprometen con el bien común y la justicia social; es decir, con la construcción de una cultura de la paz y de la concordia. tiene cabida en todo género de conflictos, en los medios para superarlos y, en consecuencia, para sanar el tejido social lesionado.
Los factores que justifican la regulación de la justicia restaurativa en materia penal son:
a) La justicia retributiva y la endeble eficacia de la justiciare socializadora, han sido incapaces, hasta ahora, de garantizar la seguridad ciudadana.
b) La justicia retributiva no ha alcanzado la meta asignada a la pena para que ésta cumpla con la doble función de intimidación genérica e intimidación especifica.
c) Los logros de la justicia retributiva no han contribuido a mejorar la convivencia ciudadana.
d) La justicia retributiva no contempla los mecanismos para que la afectación material y psico-emocional ocasionada a la víctima y a miembros de la comunidad, permitan la superación de susconsecuencias.
e) La justicia retributiva es incapaz de contribuir a la pacificación de las relaciones interpersonales y sociales; en consecuencia, a la armonía social.
f) Si bien es cierto que la justicia represiva es la principal respuesta de modelo al crimen, su complementación con la justicia restaurativa le permite crear condiciones para recuperar la confianza de los ciudadanos en la justicia penal, al incorporarse las víctimas y comunidad a través de este modelo humanístico y democrático, directamente en el desenlace de los conflictos criminales.
g) La aplicación de la justicia restaurativa y de su gama de procedimientos en cada uno de los subsistemas del Sistema de Seguridad Pública en México, es una contribución tangible en la construcción de una cultura de la paz y de la concordia.
h) La elevación del sistema de justicia restaurativa en materia penal a rango constitucional, es la mejor muestra de necesidad que existe de empoderar a los ciudadanos en ámbitos tan álgidos y delicados, como la procuración y la administración de justicia.
i) El establecimiento de las bases para la regulación en el procedimiento penal acusatorio y oral, y de la justicia restaurativa en la reforma constitucional de 18 de junio de 2008 no es casual, ya que la consolidación en la vida social del primero, depende de la eficaz aplicación de la segunda, tanto en lo que se refiere a las salidas alternas a la audiencia de juicio oral como en el procedimiento penal abreviado, de tal forma que, en su conjunto, son cruzadas transversalmente por estos procedimientos participativos.
j) El uso de la justicia restaurativa, independientemente de la gravedad del delito y de la liberación del circuito penal sólo en los casos que la ley contemple, es una garantía para la sociedad de que el sistema mexicano se ocupa, efectivamente, de orientar sus acciones hacia la armonización de las relaciones humanas.
k) La instrumentación eficaz de la justicia restaurativa a través de las políticas públicas derivadas de los tres órdenes de gobierno, es una eficaz alternativa en la prevención primaria, secundaria y terciaria del delito.
l) El éxito o el fracaso del nuevo procedimiento penal acusatorio y oral, está indisolublemente ligado al éxito o al fracaso de la justicia restaurativa, por lo que esto, entre otros factores, nos compromete con la profesionalización de facilitadores para que tengan una clara comprensión de los perfiles de las víctimas y de los ofensores, así como de la cultura en la que estos están inmersos, debiendo convertirse en expertos avezados en el deber ser y la realidad de las instituciones socializadoras fundamentales y de las cualidades positivas del ser, así como sus habilidades socio cognitivas; todo esto en el marco de una clara comprensión de todos y cada uno de los procesos restaurativos.
m) Operar con eficiencia la justicia penal represiva, la justicia penal resocializadora y la justicia penal restaurativa como sistemas articulados para prevenir, reprimir y en su caso reintegrar a la víctima, al ofensor y, cuando corresponda, a la comunidad, aproxima al Estado mexicano a hacer efectiva la obligación primaria de hacer realidad la seguridad ciudadana.
Los principios de la justicia restaurativa.
La justicia restaurativa comparte algunos principios con los mecanismos alternativos de solución de controversias en general; sin embargo, es importante destacar que aquéllos que son característicos del modelo en análisis, resultan de particular importancia para la visión panorámica de esta metodología, y para comprender su importancia al compartir su quehacer con la justicia represiva y la justicia resocializadora. Tales principios son:
1. Voluntariedad: En principio, el facilitador debe encontrarse tanto con la víctima como con el ofensor, y explicarles a cada uno, por separado, cuáles son las ventajas de participar en un proceso restaurativo. Es así como a la víctima se le hace saber que se encuentra ante una oportunidad para intervenir y participar directamente en la búsqueda de la satisfacción de sus necesidades, haciendo hincapié en la reparación y, además, en la decisión, dependiendo de la gravedad o no del delito sobre las consecuencias que experimentará el ofensor.
Asimismo, se le hace saber que es una oportunidad para obtener respuestas por el ilícito cometido y, en especial, sobre el ofensor, pudiendo precisar el impacto que le ocasionó la conducta criminal y participar en la reinserción social del activo del delito; además que es posible en este contexto que pueda obtener la reparación del daño causado, recibir disculpas e, incluso reconciliarse cuando existen relaciones preestablecidas significativas, y al ofensor se le plantea que tiene ante sí la oportunidad de asumir genuinamente la responsabilidad y darse cuenta de la afectación producida a la víctima; asimismo, que se encuentra ante la probabilidad de modificar aquellos patrones de conducta que lo han llevado a convertirse en infractor, identificando las causas al punto de arrepentirse de lo hecho, y hacérselo saber a la víctima, comprometiéndose a reparar el daño en la forma que lo acuerden, y a reconciliarse cuando, por las relaciones precedentes, esto sea posible.
Asimismo, en los procesos restaurativos que incorporan a amigos, familiares, miembros de la comunidad e instituciones públicas, privadas y sociales, se establecerá contacto con aquéllos cuya participación se considere necesaria, en aras de alcanzar la reintegración social de la víctima, el ofensor y miembros de la comunidad afectados por el delito.
La comprensión y la decisión de participar en el proceso restaurativo da vigencia a este principio, sobre la base de que la permanencia estará siempre supeditada a la voluntariedad.
2. Confidencialidad: Es de suma importancia, para la víctima y el ofensor, saber que lo que expresen en los procesos restaurativos es confidencial; es decir, que no tendrá consecuencias fuera de éste, por lo que están en plena libertad de narrar los hechos tal y como acontecieron, así como a conducirse con apego a la buena fe y a la veracidad; siempre con el ánimo de contribuir mutuamente y, junto con la intervención de otros participantes, a construir soluciones que resuelvan tanto sus necesidades como las de la comunidad, a sabiendas de que sólo trascenderá fuera del proceso el convenio al que se arribe, en caso de que así acontezca.
La confidencialidad anima a los protagonistas directos del conflicto penal a expresar lo que sienten y piensan, en un espacio en el que encuentran seguridad y donde están animados, porque se percatan de que resulta factible que, paso a paso, se construyan soluciones que les permitan superar su condición de víctima y ofensor.
3. Imparcialidad: Cuando el facilitador tiene conocimiento de quiénes son la víctima y el ofensor, debe evaluar si existen factores que le impidan participaren el proceso, ya que, de ser así, está obligado a abstenerse de intervenir, haciéndolo del conocimiento de sus superiores para que se proceda a su sustitución.
La parcialidad en el facilitador inhibe que el proceso restaurativo cumpla con la función que le corresponde, y al orientarlo maliciosamente, el facilitador afectará a quien es el objeto de su animadversión, impidiendo con esto que la justicia restaurativa alcance su finalidad.
4. Cooperación: Cuando la víctima y el ofensor han decidido participar en el encuentro restaurativo, es indispensable que no los muevan deseos de venganza, de vejación o de lastimar al otro. Cabe recordar que en los encuentros preliminares, se ha tenido el cuidado de explicarles cuál es la esencia de estos procesos, y lo que puede significar para ambos su participación informada.
La actitud cooperativa les permitirá transitar por senderos que sean, tal vez, sinuosos, pero siempre avanzando hasta alcanzar la meta de la restauración.
Independientemente de la complejidad de las personalidades de víctima y ofensor, el ánimo de participar expresando lo que se siente y piensa sin provocar reacciones adversariales de enojo o de sensación de daño en el otro, y analizando la realidad desde la perspectiva del otro, son manifestaciones cooperativas indispensables para trabajar conjuntamente en todo aquello que deba ser materia del encuentro.
5. Creatividad: Los procesos restaurativos requieren de la creatividad de todos los que intervienen, en virtud de que no es tarea sencilla satisfacer las necesidades de la víctima, que tiene todo el derecho a que esto se logre, como tampoco lo es que el ofensor experimente una transformación en laque no quede duda sobre su arrepentimiento, su genuina responsabilización y, sobre todo, la comprensión clara de las causas que lo llevaron a dar el paso al acto criminal, y la toma de conciencia sobre el compromiso de conducirse en el futuro, en el marco de la cultura de la legalidad.
La creatividad en los procesos restaurativos debe alcanzar para satisfacer las necesidades de la comunidad afectada por el delito, pero también para que ésta se corresponsabilice con la desactivación de los factores que colocan en riesgo a sus miembros, y para apoyar a la víctima en su franca recuperación, así como al ofensor para que se mantenga alejado de los estímulos criminales.
Es así como las ideas en relación a cada necesidad y con cada obligación, deben fluir constantemente, y los participantes experimentar la sensación de que con consistencia avanzan hacia la cristalización de las metas trazadas.
6. Honestidad: El facilitador debe ser experto en justicia restaurativa, además de tener una clara comprensión sobre la justicia retributiva y la resocializadora. Asimismo, debe manejar eficazmente los procesos y conocer los valores que tutelan las figuras delictivas para entender la magnitud del daño cuya consumación ocasiona, tanto a las víctimas como a la comunidad.
Es indispensable que tenga los conocimientos necesarios para comprender los factores sociales que desencadenan la conducta criminal, así como los perfiles de las víctimas y los delincuentes en razón de los delitos cometidos. Además, debe desarrollar las habilidades socio cognitivas necesarias para propiciar que la víctima, el ofensor y demás protagonistas de los procesos restaurativos, participen eficazmente en la construcción de los consensos requeridos para alcanzar su reintegración social.
Como se puede observar, este principio se relaciona con los conocimientos indispensables para que el facilitador lleve a cabo eficazmente la función que tiene encomendada.
7. Equidad: La misión del facilitador en procesos restaurativos, como la conciliación, la mediación, las conferencias y círculos, es compleja precisamente por la inequidad o desigualdad con la que suelen arribar a los procesos la víctima y el ofensor.
Debe tenerse presente la vulnerabilidad de la víctima y el temor que, con frecuencia, ésta experimenta ante el ofensor; de ahí que resulte vital reducir el desequilibrio existente, desde la etapa de reuniones preliminares.
Desde que se abren los procesos restaurativos, la víctima ha de experimentar la percepción de seguridad, de equilibrio y de igualdad, en tanto que el facilitador debe estar siempre alerta ante cualquier riesgo de revictimización.
Los procesos restaurativos, adecuadamente conducidos, producen condiciones de igualdad en el binomio víctima-ofensor, y es esta la plataforma desde la que se asumen responsabilidades, se construyen los acuerdos, se atienden las necesidades y, en consecuencia, se produce la movilización hacia la reintegración social.
8. Subrogación: Para que la justicia restaurativa cumpla plenamente con su cometido, lo ideal es que víctima y ofensor participen directamente en el proceso que corresponda; sin embargo, no siempre es así, es decir, nos encontramos ante casos en los que uno de ambos, a pesar de los esfuerzos llevados a cabo por el experto en la etapa preliminar, no quiere participar, debiendo respetarse tal decisión.
No obstante, los procesos restaurativos pueden ayudar a la víctima a superar su condición de tal, claro está, dependiendo de sus necesidades a través de la participación de una persona distinta al activo del delito, quien lo sustituye y que puede ser, de preferencia, alguien que hubiera actualizado el mismo tipo penal, y ya haya pasado por una experiencia restaurativa, para lo cual, dependiendo del proceso seleccionado, se siguen todas las etapas que corresponden. Algo similar sucede cuando es la víctima quien no quiere o no puede participar en el encuentro, por lo que se ubica un pasivo del delito que también haya experimentado una experiencia restaurativa por idéntica figura delictiva, procediendo a llevar a cabo el proceso idóneo para el caso concreto.
Es importante precisar, además, que con el propósito de que delincuentes que están privados de la libertad tomen conciencia de las consecuencias que en las víctimas produce el daño que han causado, pueden presenciar procesos restaurativos simulados con víctimas y ofensores subrogados que hayan sido activos o pasivos de un delito similar al que ellos cometieron.
Experiencias similares a la mencionada en el párrafo anterior se llevan a cabo con delincuentes que se encuentran fuera de prisión y están en situación de riesgo.
9. Complementariedad: La complejidad del fenómeno delictivo y el estado que guarda la evolución del derecho penal, aunado a la necesidad de impulsar una justicia participativa y de proximidad ciudadana, en la que la víctima, el ofensor y la comunidad tienen una participación efectiva en la búsqueda de la solución del conflicto criminal, ha abierto un amplio espacio de intervención a la justicia restaurativa en esta materia.
En este contexto, el sistema de justicia restaurativa pasa a convertirse en un subsistema dentro del sistema de justicia penal y, en consecuencia, lo complementa proporcionando, además de una nueva visión de la justicia, respuestas alternativas a la reacción penal contra el delito.
En consecuencia, a la significativa aportación a la democratización de la justicia, debemos sumar la respuesta complementaria a las penas y medidas de seguridad que, hasta hace poco tiempo, constituían las únicas reacciones al delito. Ésta consiste en el potencial creativo de la justicia restaurativa que ha contribuido y continúa haciéndolo desde la flexibilidad y adaptabilidad de sus procesos, a la solución del conflicto criminal.
La complementariedad no le resta la vital importancia que tiene la justicia restaurativa, sobre todo, en la utilización de las salidas alternas a la audiencia de juicio oral y en el procedimiento penal abreviado, precisamente por el rol que le corresponde en la reintegración social, tanto de la víctima como del ofensor y la comunidad.
10. Arrepentimiento: La justicia restaurativa, desde sus orígenes, ha centrado su interés en las víctimas del delito o del daño, proporcionándoles condiciones para que participen directamente en la búsqueda de la satisfacción de sus necesidades; claro está, garantizando, como ya lo hemos mencionado, que durante el proceso no se dañe psicoemocionalmente a los ofendidos.
Es, precisamente, en la etapa de preparación de las experiencias restaurativas, que el facilitador debe encargarse de revisar cada caso y determinar si existen o no condiciones objetivas para producir este encuentro, evaluando cuidadosamente las actitudes del ofensor.
En la fase previa a todo proceso restaurativo, es indispensable que el ofensor reconozca que participó, en lo sustancial, en los hechos delictivos, independientemente de las causas que le dieron origen, y si se materializaron o no todos los elementos positivos del delito. Asimismo, es necesario que nítidamente manifieste su arrepentimiento, y que, si las circunstancias lo permiten, pedir disculpas.
El arrepentimiento genuino, percibido en los encuentros preliminares por el facilitador, es una condición insustituible para dar cauce a los procesos restaurativos, y éste no es producto de la espontaneidad del ofensor, sino de un primer paso que se da cuando se analiza y reflexiona sobre lo sucedido junto con el facilitador, y emerge éste, convirtiendo en una necesidad hacerlo del conocimiento de la víctima.
11. Responsabilidad: Durante el proceso restaurativo, surgen planteamientos sobre cuestiones que al ofensor le corresponde dar respuestas, y es en el devenir de los diálogos donde se asumen responsabilidades, tanto en lo que se refiere a la conducta desplegada, como a las consecuencias producidas.
Desde antes de la fase de inicio de los procesos restaurativos, el ofensor explícitamente se asume ante el facilitador como responsable de los hechos ocurridos. No nos referimos a la responsabilidad penal, ya que, de no alcanzarse un acuerdo prevalecerá el principio de presunción de inocencia, sino que nos referimos, como en su oportunidad se señaló, a la concordancia con los sucesos en lo esencial, salvo que el proceso restaurativo se efectúe en la etapa de ejecución de la pena.
Precisamente, desde el margen de la responsabilidad asumida, la comunicación fluye y los diálogos se vuelven constructivos, ya que emergen a confianza y el reconocimiento, lo que produce la credibilidad requerida para que la víctima experimente la satisfacción de sus necesidades, y para que todos los actores del proceso participen activamente con la percepción del compromiso de lograr la modificación de aquellos patrones de conducta que inhiben la reintegración social del ofensor.
12. Satisfacción de necesidades: Como ya lo hemos mencionado, más allá de la reparación del daño a la víctima, la justicia restaurativa contempla, en su esencia, que se cubran las necesidades tanto de la víctima como del ofensor y la comunidad afectada por el delito, lo que, en consecuencia, alcanza a la satisfacción de las necesidades del sistema de justicia penal, así como las del Estado democrático de derecho.
La víctima tiene necesidades de respuestas que varían, dependiendo de la personalidad del pasivo del delito y del valor vulnerado por el ilícito actualizado; asimismo, tiene la necesidad de que, en realidad, se le reconozca como tal, y no se le revictimice, ya sea con la duda o cuestionamientos sobre su comportamiento.
Asimismo, el ofensor tiene la necesidad de comprender por qué es que actualizó el delito, qué factores concurrieron para que esto sucediera, y qué es lo que puede hacer para enmendar la situación y condición en que se encuentra; además, en su doble rol de victimario-víctima, tiene la necesidad de experimentar los cambios necesarios para abstenerse de reincidir, es decir, de desarrollar mecanismos de inhibición que le permitan no sucumbir una vez más al acto criminal.
La comunidad tiene necesidad de que se atienda a aquellos miembros de ésta que indirectamente han resultado afectados por el delito, como pueden ser los familiares de la víctima o los del ofensor, entre otros, pero también la necesidad de intervenir positivamente para protagonizar acciones que prevengan el delito y disminuyan los factores de riesgo.
13. Reintegración: Sin lugar a dudas, el mayor reto de la justicia restaurativa es lograr que se haga realidad la reintegración de la víctima, del ofensor y de la comunidad. La justicia restaurativa, para cumplir con su principal misión, reclama la formación de expertos facilitadores y la participación de miembros de la comunidad y funcionarios idóneos, particularmente, en aquellos procesos inclusivos que van más allá de la mediación y la conciliación, para lo cual es indispensable que cada protagonista, independientemente de la víctima y el ofensor, sepan bien y estén comprometidos con la función que les corresponde de procedimientos tales, como las conferencias o los círculos.
Lograr que la víctima supere su condición y logre una restauración efectiva que le permita dejar atrás, sin que ya le afecte emocionalmente lo acaecido, es una asignatura compleja pero posible.
Asimismo, obtener cambios socio cognitivos en el ofensor de tal manera que la impulsividad, la externalidad, la rigidez, el egocentrismo y el razonamiento concreto, se traduzcan en autocontrol, deliberación, flexibilidad, asertividad y empatía, así como pensamiento creativo, razonamiento crítico y control de las emociones, tampoco es tarea sencilla pero es posible llevarla a cabo.
Por último, miembros de la comunidad afectados por el delito, como por ejemplo, tal y como ya se mencionó, familiares de los protagonistas principales que han sufrido indirectamente las consecuencias del delito, requieren también de la superación de su condición, lo que además es tratado en los procesos restaurativos en los que se les abre espacio.
Valores de la justicia restaurativa.
En los principios básicos para la utilización de programas de justicia restaurativa en materia penal (Resolución 2002/12 del Consejo Económico y Social de la Organización de Naciones Unidas), encontramos, en especial en su proemio, una gama de valores que nos muestran el porvenir de este nuevo paradigma y, sobre todo, la necesidad de su eficaz instrumentación, siendo esto:
“La justicia restaurativa es una respuesta evolutiva al delito que respeta la dignidad y la igualdad de las personas.”
En efecto, nos encontramos, tal y como en su oportunidad se mencionó, ante respuestas al delito jamás concebidas por la justicia retributiva, cuyos resultados ya comenzamos a observar en nuestro país en aquellas entidades de la República, como por ejemplo el Estado de México, donde expertos facilitadores que dependen del sistema de justicia guían los procesos de los que surgen soluciones que proveen satisfacción a todos sus protagonistas, pero sobre todo a la sociedad mexicana, que ha sido testigo de cómo las penas y las medidas de seguridad tradicionales no resuelven los efectos producidos por el delito a los pasivos directos e indirectos.
El facilitador está consciente de que la dignidad es esencial y connatural a todos los seres humanos; esto incluye, claro está, al ofensor, a quien, independientemente de la magnitud del daño causado, se le deben respetar los derechos humanos y, sobre todo, a la víctima, cuya dignidad no debe experimentar afectación alguna durante el proceso restaurativo.
La dignidad y la igualdad colocan a la víctima y al ofensor en los procesos restaurativos, en un plan en el que cada quien asume el rol que le ha tocado vivir y dialogan apreciativamente, es decir, con actitudes positivas, además del ánimo sincero de resolver el conflicto en condiciones tales que se cubran las expectativas que se les han explicado y a las que tienen derecho.
La justicia restaurativa promueve el entendimiento y la armonía social, mediante la recuperación de las víctimas, de los victimarios, y de las comunidades.
Una legítima aspiración de todas las sociedades democráticas, es que las personas aprendamos a entendernos unos con otros, a comunicarnos; es decir, a transitar juntos con una clara visión sobre lo que es significativo, valioso y trascendental para convivir armónicamente, en el entendido de que las diferencias, lejos de distanciarnos, nos unen, ya que sólo la dignidad, en el marco del respeto a los derechos humanos, nos permite crecer como personas que trascendemos a través y junto con los demás en la vida gregaria.
El impacto que la justicia restaurativa tiene en materia penal, y en todos los ámbitos de la vida social, es de tal magnitud que está catalogada como una de las vías para alcanzar la armonía social, al producir la transformación de los protagonistas de un conflicto, allanándoles el camino para que se reconcilien con ellos mismos y con la sociedad.
La recuperación de las víctimas, de los delincuentes y de los miembros de la comunidad, significa el camino que los guía de nuevo hacia la aspiración social de que cada quien disponga de las condiciones para alcanzar un desarrollo humano pleno.
La justicia restaurativa habilita a la víctima, al infractor y a los miembros afectados de la comunidad, para que se involucren directamente en la búsqueda de respuestas al conflicto criminal.
En esta respuesta evolutiva al delito, la víctima, el ofensor y miembros de la comunidad se comprometen a trabajar juntos para comprender por qué sucedieron los hechos, cómo encontrar explicaciones a sucesos cuyo daño ha sido tan grave como un secuestro o una violación; así como qué es lo que se debe hacer para superar el conflicto.
Es indispensable identificar causas que pueden resultar multifactoriales, pero que constituyen la base para alcanzar una fase de diálogos e interacciones pertinentes que les permitan atender cada una de las necesidades que quieren cubrir.
Es, precisamente, en el contexto de la dignidad y de la igualdad, donde es posible analizar cada una de las aristas del conflicto y el facilitador está en condiciones de favorecer las dinámicas requeridas para trabajar unidos en una búsqueda en la que cada respuesta contribuye a la aproximación de la recuperación social.
La justicia restaurativa reconoce que los infractores dañan a las víctimas, a las comunidades y a ellos mismos.
Del citado reconocimiento, es importante destacar la afirmación de que el ofensor es víctima a la vez, ya que, durante el proceso restaurativo, es de suma importancia establecer qué hacer para que en el futuro no reincida y, para que esto suceda, no basta con buenas intenciones, sino que es necesario que, en efecto, se logren cambios que modifiquen aquellos patrones de conducta que facilitan el comportamiento delictivo.
Para la comunidad en general, es de suma importancia que la justicia restaurativa cumpla con la misión de rescatar al ofensor, sobre todo, cuando éste participa en salidas alternas a la audiencia de juicio oral, ya que se liberará del circuito penal, y si no experimenta cambios que lo inclinen a comportarse pro socialmente, se termina por percibir como muy probable su reincidencia.
Asimismo, el reconocimiento del daño a miembros de la comunidad, legitima a éstos, como ya se mencionó, a tener una participación en la que se buscará satisfacer necesidades que, de otra forma, quedarían como asignaturas pendientes, en perjuicio de la salud comunitaria.
Por último, y de mayor importancia, es que la víctima experimente el reconocimiento de su condición, ya que es precisamente por esta razón, que la justicia penal ha evolucionado al proporcionarle espacios para que experimente una recuperación plena, la cual le permita superar el daño sufrido.
En este contexto, tal y como se desprende del Manual de Justicia Restaurativa de la Organización de las Naciones Unidas, al agresor como victimario-víctima se le ofrece:
– Reconocer su responsabilidad.
– Expresar las emociones, además del remordimiento, sobre el daño
causado.
– Ser auxiliado en la reparación del daño ocasionado al pasivo, así
como a la familia o a otros miembros de la comunidad.
– Modificar actitudes, así como reparar y retribuir a la víctima.
– Demostrar a las víctimas su arrepentimiento.
– Restablecer su relación con la víctima, en caso de que sea
apropiado.
– Concluir o superar una etapa de su vida.
Asimismo, los procesos restaurativos derivados del daño experimentado por la víctima, producen condiciones para que éste en posibilidad de:
– Intervenir en forma directa en la solución del conflicto y en la
determinación de las consecuencias del delito.
– Recibir respuestas a las preguntas sobre del delito y el ofensor.
– Manifestarse sobre el efecto que le ha generado la ofensa.
– Recibir restitución y reparación.
– Obtener una disculpa.
– Restablecer, cuando sea apropiado, una relación con el ofensor.
– Superar una etapa de su vida.
Cabe destacar que son cuatro los valores que dan soporte a la justicia restaurativa, haciendo hincapié, como ya lo habíamos apreciado, en que el crimen no sólo significa la vulneración de la ley, sino que, sobre todo, produce lesiones y perjuicios, tanto a las víctimas como al victimario ya la comunidad.
Como bien sabemos, la justicia retributiva tiene como prioridades la investigación del delito, la identificación del delincuente y, seguido el procedimiento respectivo, imponer una sanción ejemplar que produzca, a través de la expiación de la culpa, el arrepentimiento, lo que se verá reflejado en que el activo del ilícito nunca más vuelva a cometer delitos.
Asimismo, la justicia distributiva se ocupa de la intervención clínica del delincuente a través de un diagnóstico, un pronóstico y el tratamiento individualizado; todo esto a través de equipos clínico-criminológicos de tipo multidisciplinario que diseñan planes de acción para recuperar al ofensor.
La justicia restaurativa, en cambio, concibe el delito consumado como una conducta que, independientemente del daño causado, desencadena heridas emocionales que son sufridas o experimentadas, tanto por las víctimas como por los victimarios y la comunidad; es decir, todos los protagonistas, directos o indirectos, resultan lastimados, por lo que la intervención debe ser positiva, esto es, orientarse a su sanación y su recuperación, tanto individual como social.
Lo ideal es que las partes inmersas en el conflicto (pasivos, ofensores y comunidad), asuman un papel activo en el proceso de justicia con la mayor prontitud. Es evidente que, entre más tiempo transcurra entre la consumación yel inicio de un proceso restaurativo, mayor será la afectación y la profundización de las heridas ocasionadas; de ahí la pertinencia de la instrumentación en tiempos próximos a los acontecimientos. Esto, con excepción de aquellos casos que, por la gravedad de los daños provocados, se requiera de un período prolongado para dar inicio a un proceso restaurativo.
Es necesario reflexionar sobre el papel que debe desempeñar tanto el gobierno como la comunidad. El primero debe responsabilizarse de vigilar el orden con justicia, y la segunda de procurar la armonía entre sus miembros.
El Estado tiene la obligación de mantener la seguridad ciudadana, es decir, de proteger a cada persona contra la comisión de delitos, y cuando esto no lo logra, se fisura su legitimidad; de ahí que el aumento de la criminalidad suela asociarse con el debilitamiento de las instituciones responsables de la seguridad y del Estado mismo, ya que, como bien sabemos, su misión prioritaria es dar plena vigencia al derecho a la seguridad.
En este contexto, independientemente de la participación de la comunidad afectada por el delito, en los procesos restaurativos que así lo contemplan, se hace necesaria la participación de miembros de aquélla que, por su representatividad social, están en condiciones de coadyuvar con el facilitador en la satisfacción de las necesidades que se deben cubrir.
Es así como la comunidad se convierte en protagonista en cada encuentro restaurativo del restablecimiento de la paz y el Estado se concentra en las acciones de disuasión para reducir el crimen, en tanto que ambos, a la vez, accionan en la prevención del delito; el segundo diseñando y operando políticas públicas sobre justicia restaurativa en general, y la primera, participando activa y directamente en su instrumentación.
IMPLEMENTACIÓN DE LA JUSTICIA RESTAURATIVA EN LA ETAPA DE EJECUCIÓN DE SENTENCIA EN EL ESTADO DE ZACATECAS.
Es necesario que de con conformidad con establecido en los artículos 95 al 98 del Código Procesal Penal del Estado, se reforme la Ley del Sistema Penitenciario y de Ejecución de Sanciones y establecer que será en esa etapa en la que se dé cumplimiento a lo ordenado por los numerales en comento y se homologue en base a las conclusiones del Primer Congreso Mundial de Justicia Restaurativa celebrado en JR Lima Perú, en 2010. De igual forma se emita el reglamento correspondiente.
BLIBLIOGRAFÍA:
Rawls, John, Teoría de la Justicia, México, Ed. Oxford, 1999.
Zehr, Howard y Harry Mika, El Pequeño Libro de la Justicia Restaurativa, http://issuu.com/robertwiens/docs/little_book_restorative_muestra