La 4T y las revoluciones precedentes

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Por Marco Antonio Flores Zavala

Parte del personal del gobierno federal y Morena presumen que ellos son una cuarta transformación en México, tanto como las movilizaciones que hicieron cambios estructurales precedentes, de trascendental calado, como la Independencia de la Nueva España, la Reforma y la Revolución de 1910-1917.

Haré notas para indicar por qué no son una movilización trascendental que los coloque como la cuarta transformación en la historia de México.

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El presidente de la República es quien ha enfatizado su deseo de ser descendiente de las movilizaciones señaladas. Se coloca e hila una narración donde su administración es la cabeza de una presunta transformación estructural.

Todos los gobiernos lo hacen, se unen a la narración, que se coloca como la historia oficial. Algunas veces lo hacen en aniversarios quinquenales o  centenarios. Los intelectuales orgánicos hacen discursos acomodaticios de cómo los gobiernos son descendientes legítimos de las transformaciones.

Este gobierno hizo punto y un contrapunto, se sienten herederos de los insurgentes, de los liberales y de las facciones populares de la Revolución y se asumen como una nueva fase –contrapunto- de lo no logrado en lo anterior, aunque no dice si es una marcha al futuro o un retorno al bienestar del pasado.

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El gobierno y algunos publicistas orgánicos –no es dable el término intelectual- seleccionan secuencias y personajes para notar que el pasado los precede: los insurgentes, no así los realistas e Iturbide que pactaron la Independencia; los liberales radicales de provincia, no así los liberales que hacían gobierno e incluso arroparon una fase de la monarquía de Maximiliano; los revolucionarios populares y armados, no así los demócratas o positivistas que hacían Estado.

Ignoran que la Independencia se consolidó con pactos de elites provincianas; la Reforma se consolidó con los gobiernos de facto de Juárez y la subsecuente dictadura de Díaz; la Revolución se consolidó con los gobiernos del Maximato.

El presidente y sus publicistas desprecian los procesos de acción planeada y lo que ello implica. Prefieren las fases armadas, la movilización y grita populares.

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Lo que hace el presidente es una estrategia discursiva, distractora, para, mientras se gobierna y hace de lo suyo, declama que lo suyo es una cuarta transformación.

Son palabras, retórica manipuladora, discursos de estilo antiguo, ajeno a los auditorios y receptores contemporáneos.

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No hay revolución en la cuatro 4. Hay antiprogresivos que denominan antineoliberalismos –reacción al mercado de las energías-.

Se dice juarista, cuando alienta grupos religiosos retrógrados a los derechos civiles. Usa a la clerecía católica que se deja para legitimar algunas acciones, aunque luego les llama conservadores.

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Es iliberal con tanta beca a fondo perdido.

Es antiliberal al avasallar organismos autónomos.

Es reaccionario al oponerse a las asociaciones civiles no controladas, porque prefiere subvencionar a fondo perdido a los individuos anónimos.

Le molestan las autonomías de las instituciones de educación.

No hay proyecto educativo, por el contrario, devastó el avance en la consolidación del sistema educativo para el siglo XXI y la agenda 2030.

No tiene idea de las estrategias internacionales para el manejo ambiental.

Se opone a los empresarios –a todos los empresarios-.

No es ni liberal, ni juarista, ni constitucionalista al proseguir como omiso y ausente en la guerra entre delincuentes. No quiere que su gobierno dispare y deja de ser el garante de paz.

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No es un estadista el que renuncia al Estado como el único ogro que debe estar en una soberanía territorial.

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La Cuarta Transformación es una ilusión, un discurso. Quizá, si son parecidos o herederos de las movilizaciones anteriores, lo son en la fase de destrucción y sin hoja de ruta.

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La próxima administración tiene un reto: reunir y resarcir la fase de destrucción y armar una hoja de ruta seria.

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Dice una cantante popular: “Su retórica es la arma más letal”.

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