El enlace matrmonial del pasado 27 de noviembre entre el gobernador del Estado de México, el priista Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera, actriz de telenovelas de la empresa Televisa, vinculó la esfera política con las estructuras del espectáculo para construir un discurso basado en la exhibición de sentimientos que mueve las fibras delgadas de las audiencias.
Algunos periodistas y analistas perciben este enlace como parte de una estrategia de mercadotecnia con fines políticos para llevar a Peña Nieto a la Presidencia de la República en el año 2012, otros más ven a los nuevos cónyuges como un “sueño hecho realidad”. Sin embargo, también se debe tener en cuenta el aspecto simbólico, el sentido comunicacional profundo: la unión entre la esfera política y la esfera mediática.
El matrimonio es considerado una forma legal que permite a las personas unirse para construir en comunidad una vida futura. Este “lazo” reconocido y aprobado por la sociedad, impone determinadas reglas que deben de respetar los contrayentes. Cuando las relaciones sentimentales se ligan a la política pueden terminar en matrimonio o en relaciones extramaritales que permanecen ocultas hasta llegar a los consumidores de los medios.
Hay ejemplos recientes con lo cual se pude demostrar que en las últimas décadas –al menos en las democracias occidentales- los políticos se han vinculado al mundo mediático a partir de aspectos que lo caracterizan: desde la práctica de deportes y la participación en programas televisivos hasta la existencia de un vínculo de corazón con alguien que pertenece al mundo de la fama.
Política del corazón
Existen historias y mitos que envuelven las vidas de los políticos con personajes provenientes del espectáculo, como fue en Estados Unidos la relación entre el presidente John F. Kennedy y Marilyn Monroe, en México el caso de José López Portillo y la actriz extranjera Sasha Montenegro, en Argentina el romance entre la cantante Daniela y el ex mandatario Raúl Alfonsín, o más reciente en Francia el idilio entre el presidente Nicolás Sarkozy y la interprete Carla Bruni, y hasta el supuesto “ligue” entre la pornstar Valeska Popozuda y el gobernante brasileño Lula da Silva.
En la esfera política algunos romances permanecen encubiertos hasta que por alguna razón son “desenmascarados” ante las masas: en su mayoría no mediante la investigación periodística, sino como rumores, chismes o filtraciones que anclan en las redacciones de las revistas del “corazón” o del llamado “periodismo rosa”. Otras relaciones son más abiertas y se montan en el exhibicionismo narcisista para dar a conocer sus pretensiones amatorias, como ocurrió en su momento con el ex presidente de México Vicente Fox Quesada y quien fuera su jefa de comunicación, Martha Sahagún.
Las relaciones legales o ilegales que protagonizan los políticos ponen sobre la mesa del espacio público diversos efectos que deben tomarse en cuenta, pues por su investidura y funciones, no se trata de personas comunes:
– Lo privado es público: retomando a Bobbio (1997), Villanueva (2000) y Carbonell (2001), es público aquello que se muestra o “manifiesta” ante los demás. Aunque las relaciones sentimentales no son “manifiestas” porque pertenecen a lo privado, en bastantes casos el político al ser un sujeto público deja de lado lo privado y convierte parte de su vida íntima en una especie de anuncio publicitario: ¡véanme porque estoy enamorado!
– Del poder político al poder mediático: las empresas de comunicación (McQuaild, 2000) tienen la capacidad de convertirse en un recurso de poder, un instrumento potencial de influencia, control e innovación en la sociedad. Las relaciones amorosas del político pueden transfigurarse en un extraordinario canal informativo con una doble lectura: benefician cuando respetan las normas del juego marital, y destruyen cuando violan lo establecido.
– Celebridades: la exposición frecuente ante los medios (Thompson, 1999) genera popularidad dentro del universo de lo público. La fama del político dependerá del grado de exhibición de la relación sentimental, pero tendrá un efecto mayor en la medida en que el mensaje alcance más escenarios del campo mediático (música, deportes, telenovelas, , noticias, etcétera).
Numerosos estudios empíricos en las últimas tres décadas, demuestran que los medios de comunicación “socializan”[1] a los individuos, reality shows pueden generar determinados cambios en la conducta y orientar sus motivaciones “del corazón” hacia distintos fines, incluso contrarios a los valores sociales establecidos, como ocurre con temas sobre la violencia o la distorsión del lenguaje.
El caso Peña Nieto-La Gaviota
La reciente boda del político mexiquense Peña Nieto y Angélica Rivera “La Gaviota”, se ha convertido en todo un éxito de consumo para las audiencias, tanto para el sector que acostumbra leer o ver noticias relacionadas con el gobierno, como para aquellos segmentos que son clientes del espectáculo. En los días siguientes al casamiento, periódicos, estaciones de radio y programas de televisión han dado una cobertura amplia de los hechos.
La revelación de esta relación sentimental se originó precisamente ante la pantalla nacional en octubre de 2008 en el programa Shalalá de TV Azteca, cuando las conductoras Katia D’Artigues y Sabina Berman entrevistaron al político mexiquense, quien aceptó frente a las cámaras y ante la insistencia de las preguntas que estaba enamorado de La Gaviota: “somos novios, sí”.
A una segunda pregunta de Berman “¿y que quiere decir ser novio? porque yo me quedé ya afuera…”, Peña Nieto respondió: “bueno, que juntos decidimos, en razón de la campaña que me hizo favor de hacer para el Estado de México, realmente ahí la conocí. Salimos y como todo proceso de noviazgo, surge que te ves alguna vez o varias veces y luego empiezas a ser novio…”[2].
Después de la confesión mediática, Peña Nieto comenzó a recibir una mayor cobertura, pero ya no sólo por los temas políticos-gubernamentales de su administración o por las campañas propagandísticas pagadas, sino también por el interés de programas de chismes como Ventaneando e incluso en segmentos matutinos donde hasta se realizaron debates sobre la nueva pareja. En los últimos dos años la prensa de la farándula como TV Novelas, TV Notas y los programas de radio del espectáculo han seguido de cerca el romance.
En abril de 2010, la revista Hola publicó en su portada el convite de una de las hijas de La Gaviota: “Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera celebraron en familia la primera comunión de la pequeña Fernanda”. El pasado mes de septiembre la revista Caras llevó en su página frontal: “Angélica Rivera y Enrique Peña Nieto, por primera vez la actriz y el gobernador del Estado de México posan juntos y nos revelan en exclusiva detalles de su próxima boda. Además entrevistamos a sus 6 hijos”.
El 27 de noviembre de 2010 la relación sentimental llegó a la cúspide de las emociones al celebrarse la boda ante la presencia de 230 invitados exclusivos. La misa fue celebrada en la catedral de la ciudad de Toluca por el arzobispo de Chihuahua Constancio Miranda Weckman. Los hijos de la pareja se encargaron durante la ceremonia de llevar el lazo, la biblia, el rosario, el ramo de novia y los anillos de compromiso.
Al culto religioso asistieron entre otros invitados del mundo del espectáculo, Lucero, Carina Rico, Juan y Maki Soler, Graciela y Antonio Mauri, Tony y Jaime Camil, así como los políticos Alfredo del Mazo Jr., Emilio Chuayfett, César Camacho, Ignacio Pichardo y el procurador Gustavo Bazbaz, entre otros funcionarios del gabinete mexiquense.
Las nupcias entre el político y la actriz, aportan nuevos elementos que permitirán posicionar o modificar las estrategias comunicativas ante las audiencias:
a. Legitimidad: el matrimonio religioso otorga a los contrayentes cierta legitimidad moral ante las audiencias, y en especial hacia los consumidores de programas del corazón. Independientemente de la verdad o validez de los hechos, las imágenes en pantalla representan un acto de aceptación de las normas sociales que encaja dentro del estereotipo del “final feliz”.
b. Fama: la exhibición constante en todos los medios de comunicación aumenta la popularidad tanto al político como a la actriz de televisión. Tal fama continuará operando en las dos esferas, la pública que incluye las actividades del Estado y la simbólica que abarca todas las acciones de socialización mediática.
c. Representación: la relación desde el noviazgo y su desenlace en el matrimonio, fue principalmente un reforzamiento al sistema de significados mediáticos. Los elementos que rodean la unión amorosa –y continuarán siendo explotados- forman parte de la cultura del espectáculo (Debord, 1967)[3] y tienden a alejarse de las representaciones reales de la vida cotidiana, adoptan formas de comunicación ilusorias que se manifiestan como si se tratara de una función de cine, una ceremonia de gala o una telenovela.
El matrimonio de Peña Nieto y La Gaviota, constituyen sin duda un ejemplo contemporáneo de la extensión del poder político a través del poder del sentimiento para diluir la delgada línea que divide lo público de lo privado. Las formas comunicativas del mensaje se basan en el lenguaje prefabricado de la industria cultural (entretenimiento, fama, celebridad, éxito, opulencia, etcétera) y en las estructuras legales-morales (Estado-Iglesia) para alcanzar su legitimación ante las audiencias en el valor del amor, hoy en día malbaratado en los mercados mediáticos.
* Especialista en comunicación y nuevas tecnologías. scontrerasp@gmail.com
[1] Los estudios de análisis de cultivo de Gebner y Gross entre 1976 y 1986, demostraron la forma en la cual los contenidos de los medios pueden llegar a tener un efecto socializador sobre las masas, principalmente con la exposición de determinados mensajes a largo plazo.
[2] Diálogo televisivo publicado por la revista Quién en su edición 175. La entrevista puede consultarse en este sitio: http://www.quien.com/espectaculos/2008/11/13/pena-nieto-acepta-relacion-con-la-gaviota
[3] Para el filósofo francés Guy Debord, célebre por su libro La Sociedad del Espectáculo, en su tesis número 30 asegura que la representación de hechos ante los medios es una forma de control: “La alienación del espectador (…) se expresa de este modo: cuanto más contempla, menos ve”.
El texto original fue publicado en la Revista Etcétera.