Por Marco A. Flores Zavala
Quizá fue la convocatoria electoral que expidió el gobernador Victoriano Zamora, el siete de abril de 1857, la que hizo que Jesús González Ortega reflexionará más detenidamente si podía optar al cargo de diputado constituyente local. En primera instancia, el artículo quince de la convocatoria no le señalaba algún impedimento:
Mientras la Constitución del estado prefija los requisitos necesarios en las renovaciones que en lo sucesivo deban hacerse de los diputados y gobernador del estado, para obtener este último cargo se necesita ser ciudadano mexicano por nacimiento, en ejercicio de sus derechos, vecino del mismo estado, de treinta y cinco años cumplidos al tiempo de la elección y secular. Para el nombramiento de diputados, son necesarios iguales requisitos, con excepción de la edad, que será de veinticinco años cumplidos.
González Ortega estaba seguro entonces de que satisfacía los requisitos legales no había problema: tenía treinta y cinco años; nació apenas declarada la Independencia, en la hacienda condal de San Mateo; sabía leer y escribir; vivía temporadas en San Juan del Teúl -de donde era su esposa- y en Tlaltenango; pese a estudiar en el seminario de Guadalajara, no fue religioso, sacerdote o cura.
También consideraba que poseía la categoría de político de primer nivel al fungir simultáneamente como jefe político del partido de Tlaltenango; como diputado suplente al Congreso constituyente general; como redactor de El Pobre Diablo, órgano semioficial de la jefatura política; y, además, era reconocido como un prosélito de los ayutlistas de la capital del país (su apoyo era José María Sánchez Román, cercano al presidente Ignacio Comonfort).
Sin embargo, advertía dos coces en la convocatoria: una casi personal, y la otra un poco más ordinaria en un proceso electoral. En ésta, el gobierno estatal dictaría las providencias pertinentes para el cumplimiento de la ley -el control que fijaría quién pasaría al Congreso-. El asunto es que González Ortega no siempre las tenía todas consigo con los políticos de la capital del Estado, ellos formaban una clase política cerrada en la que no entra y no estaban sino los que vivían en la añeja ciudad. Lo que no ocurría con González. Por tanto, no zascandileaba en los corrillos capitalinos, aunque sí pertenecía a la comunidad informativa que se integraba con la recepción, lectura y adhesión de los periódicos impresos en la región.
La coz, casi personal, eran los artículos cuatro y cinco. La convocatoria señalaba que los diputados representarían distritos de cuarenta mil habitantes. En ese tenor se establecieron siete distritos electorales con cabecera en Jerez, Zacatecas, Fresnillo, Sombrerete, Pinos, Villanueva y Juchipila. El asunto es que en Villanueva votarían los electores de Tlaltenango, pero no los de la municipalidad de San Juan del Teul (que constituía su la base política). En cambio, a los teultecas los mandaban a Juchipila, en donde no tenía los nexos suficientes para sacar adelante una designación al Congreso.
En diversas cartas que recibió González Ortega, el gobernador Zamora justificó tal división territorial en la pobreza de los votantes y en la existencia de un grupo de conservadores de Tlaltenango, capaz de influir en las elecciones. Un mes después, el mismo gobernador le avisó que irían a Villanueva los votantes de Jalpa y Tabasco, junto con Tlaltenango. En cambio, los de La Estanzuela (comunidad cercana al Teul), irían a Juchipila. Estas modificaciones, se aprecian, eran parte de una estrategia de debilitamiento al liderazgo de González Ortega en el sur del estado e impedir que fuera electo diputado constituyente.
Si bien la elección en Villanueva sería a mediados del mes mayo de 1857, Victoriano Zamora sondeó a González al iniciar abril, respecto de quién podía ser el diputado por Villanueva-Tlaltenango. También le preguntó si recibiría su apoyo para el gobierno estatal, pues los otros candidatos eran Juan Manuel Eguren, Ramón Ledesma y Severo Cosío. Sea por el posible respaldo, o igualmente para deshacerse de González Ortega, Zamora le sugirió su posible designación de diputado al Congreso general.
Complementariamente, González Ortega, aunque no manifestó explícitamente sus deseos para contender a la diputación, en abril inició la publicación de La Sombra de García, “periódico independiente, político, científico y literario” (y cuyo título evocaba a García Salinas), el héroe local que defendió la soberanía estatal en la república federal. Además continúo con la redacción de El Pobre Diablo, donde seguía escribiendo textos de literatura y de política (en La Sombra escribió únicamente de política).
Desde La Sombra de García postuló y apoyó con sendos artículos, las candidaturas del general Ignacio Comonfort, para la presidencia de la república; Juan B. Ceballos, para la Suprema Corte de Justicia; y a Victoriano Zamora al gobierno estatal. No lo anotó, pero con este medio se convirtió en el candidato a diputado, y se opuso a Juan Francisco Román, su colaborador literario.
La Sombra de García la remitió a varias comunidades importantes, pero sobre todo al sur del estado. Todas cubiertas con suscripciones por adelantado. La cobertura sugiere una campaña opuesta a Severo Cosío y en favor de Zamora y de sus aspiraciones a la diputación. Es aquí en donde se entiende el porqué el gobernador realizó las divisiones territoriales y le prometió su entrada al Congreso general, pero no al Constituyente local -a este quería viniera Francisco Román-. González Ortega no le respondió, y siguió su campaña. Más todavía, unió a varios de Juchipila y a los suyos de La Estanzuela y Teúl para elegir un diputado cercano a él (así ocurrió, su lector Refugio Vásquez resultó electo).
En una palabra, imposibilitado el gobernador Zamora para detenerlo, so pena de perder sus votos, le permitió dejar Tlaltenango e ir a Villanueva para platicar con los electores. Aunque claro, le volvió a pedir justicia en la votación. Ambos ganadores, Zamora le escribió para felicitarle por su triunfo y congraciarse, después de todas sus relaciones con Román “nunca habían sido tan simpáticas ni estrechas como con Usted”.
González Ortega arribó a la ciudad de Zacatecas, ya como diputado constituyente, en julio de 1857. Entonces comenzó otra etapa fructífera, en la que alcanzaría el gobierno estatal.