LA COSTOSA POBREZA EN MÉXICO

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logo direccionesPor: Manuel Narváez Narváez

Email: mnarvaez2008@hotmail.com

Twiter: @manuelnarvaez65

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) dio a conocer los resultados de la medición de la pobreza en México cuyo periodo comprende del 2012 al 2014, es decir, los dos primeros años del gobierno de Enrique Peña Nieto. Dichos resultados pueden resumirse  en unas cuantas palabras: es la misma vieja fotografía que describe al anacrónico sistema político mexicano.

A groso modo el órgano descentralizado de la administración pública federal encuera el fracaso de las políticas públicas implementadas por el poder ejecutivo federal, que son avaladas por cierto,  por el poder legislativo (diputados federales) a través de las reglas de operación, y nos dice en términos coloquiales que la cruzada contra el hambre anunciada con bombos y platillos, todavía dentro de los etílicos festejos del retorno a los pinos, simple y llanamente ha valido madres.

No voy a caer en eufemismos como acostumbran los gobernantes para excusarse de los fracasos inerciales que alimentan este letal flagelo de lesa humanidad, sino a hacer hincapié en los errores que incurrimos todos los que habitamos este país. Tampoco quiero minimizar las escalofriantes cifras porque tener al 46% de la población en México, aproximadamente unos 56 millones de compatriotas en cualquier escala de pobreza, significaría ser cómplice de tanto sátrapa, que teniendo el “honor” de servir (así alardean cuando obtienen el poder), que solamente usan los escenarios de pobreza para tomarse la foto llevando “alivio” a los más vulnerables (despensas, cobijas, televisores digitales, tablets, sacos de cemento, mochilas, etc).

Prefiero describir mejor las causas que originan la rentable pobreza, las que los gobernantes necesitan para disfrazarse de salvadores y ganar simpatías mediáticas. Ya sé, no estoy inventando el hilo negro, pero creo es oportuno recordarlas a propósito del aumento en los índices de pobreza.

Hace algunos años un buen amigo, con postgrado en una de las instituciones educativas más prestigiadas del continente y directivo de una de las empresas más poderosas del paneta, me dijo entonces: mira Manuel, el problema de la pobreza se iría reduciendo si el presupuesto entero destinado a los programas sociales para combatir la pobreza se distribuyera equitativamente entre las familias que viven en la marginación parcial o total.

Créanme o no, hoy sigo pensando que esa es una buena medida para ir abatiendo la pobreza. Y no se trata de regalar el dinero de los contribuyentes, sino de desbaratar la terrible red de burócratas al servicio del partido en el gobierno para medar con el hambre. El problema no es de casi la mitad de la población que batalla o no consigue lo indispensable para subsistir, sino de aquellos que desde la comodidad del presupuesto reparten las dádivas con chantajes electoreros, y hasta con moches para la polla de la campaña siguiente.

Sé que muchos voltearían a crucificar a la Secretaria de Desarrollo Social del gobierno federal, pero no debe ser así, el responsable directo de que ella esté ahí es el presidente de la república, que le encomendó esta labor para conseguir votos, no para generar ciudadanos pensantes que a la postre voten en contra. Rosario Robles es la encargada de Sedesol no por sus cualidades para disminuir la pobreza, sino por sus dotes de alquimista electoral que muy bien desplegó en su paso por el PRD y en el gobierno del D.F. que heredó de Andrés Manuel.

Pero Rosario ni Peña han sido los únicos que piensan que el hambre es un nicho de votos, también durante los gobiernos panistas las necesidades más apremiantes de los grupos vulnerables fueron recurridas para agenciarse el apoyo en las urnas. Cito un ejemplo: en los inicios del gobierno foxista, el programa Oportunidades fue utilizado para enlistar no solo a las familias más pobres del país, sino también a aquellas que de una forma u otra forma servían en la colonias a los intereses del partido en el gobierno de entonces; por lo menos en Chihuahua, un empleado menor de la Sedesol, compadre de un exalcalde, confabuló con otro exalcalde, de otro partido y que en estos tiempos busca ser gobernador del estado pese a ser responsable moral y administrativo de una desgracia ocurrida no hace mucho; para forzar la entrada de cientos de familias sin cumplir las reglas de operación, de tal suerte que recibieran los beneficios de dicho programa.

Recuerdo muy bien que cuando le hice saber al responsable nacional del programa social las anomalías, éste reconoció que efectivamente las había en más del 10% del total del padrón. Al menos el funcionario tuvo la cara para reconocerlo, sin embargo, en Chihuahua recibí a cambio el reproche de los personeros del Secretario en el estado, o sea, de la delegada y del subdelegado, por andar divulgándolo.

Más aún, el año pasado alguien me hizo llegar de manera anónima la queja de que empleados de la delegación de Sedesol pedían el 30% de los recursos destinados a programas sociales para combatir la pobreza, a cambio de otorgarlos a los ayuntamientos. Pese a esto, el cinismo de los funcionarios responsables no tiene parangón, por el contrario, se ofuscan y se ofenden porque les restregan en la cara el fracaso de la encomienda social, no así por la satisfacción del deber cumplido en los resultados electorales.

Pudiera seguir detallando tantas historias macabras que envuelven el combate a la pobreza en México, pero me es imposible por falta de espacio, lo que sí quiero dejar muy en claro y para no desaprovecharlo, es que ya no es sostenible este sistema político en México; tiene y debe de ser diferente, sin madrazos ni plomazos, como los hicimos millones de mexicanos que decidimos cambiar la historia en el comienzo de este siglo, lástima que la otra gata resultó igual de revolcada. Lo que necesitamos es que ese porcentaje (60%) de mexicanos desencantados, decepcionados y desilusionados del sistema de partidos y que las nuevas generaciones de empresarios se decanten por ciudadanos sin más compromiso que no sea el ciudadano mismo.

Ya no podemos seguir alimentado la voracidad de quienes aun siendo el problema mismo, pretenden vender espejitos a cambio de contratos ventajosos ya estando en el gobierno; cuidado con ese circulo vicioso porque está demostrado que la pobreza conlleva un precio muy alto en robos, secuestros y homicidios, y esas calamidades no solo las paga el ciudadano común, sino en buena medida las familias exitosas en los negocios lícitos.

Para mí el incremento de la pobreza en México es consecuencia de las inercias que venimos arrastrando de antaño y las vamos a seguir padeciendo en la medida que no rompamos con esa maquinaria electoral que resulta de los gobiernos emanados de la partidocracia. O le apostamos a un contrato social entre ciudadanos y a gobiernos estrictamente ciudadanos, o le vamos invirtiendo más a la seguridad personal y dejamos que la industria de la pobreza siga alimentando los ya de por si hinchados bolsillos de los mismos de siempre.

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