- La modernización económica, pero sin democratización del poder, un error.
- El consenso de la impunidad de los partidos políticos, acto inmoral.
- La transformación del sistema político, asignatura pendiente.
MANUEL IBARRA SANTOS
La aparición reciente de preocupantes manifestaciones de estallidos de violencia criminal en algunos lugares de República, están asociadas, incuestionablemente, a los ajustes provocados por la iniciativa radical de impulsar la reforma de la economía nacional, proyecto ejecutado sin inducir la adecuada democratización de las estructuras del poder público para combatir las desigualdades y abrir los espacios de participación a las voces plurales emergentes de la sociedad.
Ante la nueva dinámica social de apertura económica, el viejo sistema político, contrario a lo que se esperaba, en un error de cálculo descomunal, se cerró y se ha opuesto a su democratización. Se construyeron en esta etapa, es cierto, una serie de acuerdos y pactos entre las fuerzas nacionales que, sin embargo, no oxigenaron las estructuras del poder, pero que en cambio, sí exacerbaron los consensos de la impunidad entre los actores y los partidos políticos, elemento que ha irritado a la sociedad.
Este fenómeno peligroso ha traído consigo, como consecuencia, el aumento de las tensiones, proceso que ha cultivado, por si fuera poco, las expresiones violentas de la insurgencia y los esbozos de la presencia de grupos guerrilleros, particularmente en aquéllas zonas geográficas del país con altos índices de pobreza social.
Aunado a esto, la abierta presencia de los grupos del crimen organizado, han contribuido a crear, en muchas regiones del país, violentos cocteles desestabilizadores, a la manera de bombas peligrosas, que de no desactivarse con oportunidad, podrían estallar, aumentando de esa manera, las tensiones y la incertidumbre de la sociedad.
En el planteamiento de consolidar las radicales reformas de apertura económica en la Nación, sin un procesamiento sensible para democratizar las estructuras del poder público, todos los actores del sistema político, son evidentemente responsables.
Luego de que se concretaron las reformas estructurales de la apertura económica, todo parecía indicar que seguiría el fortalecimiento democrático del sistema político. Pero no fue así. Los partidos políticos, sin excepción, en un singular consenso y pacto de impunidad, decidieron estacionarse en los espacios mezquinos del poder y se perdieron en la complacencia de las negociaciones personales y de grupo, sin favorecer la defensa de los intereses de la sociedad.
En otras palabras, izquierdas y derechas son también responsables de la degradación que vive hoy la política en México, porque han sido igualmente incapaces de hacer una lectura precisa de las limitaciones y contradicciones del sistema político mexicano, para estimular cambios de fondo. Pero no lo hicieron y quedaron secuestrados en un singular hedonismo cínico para proveer a la clase política de mayores privilegios, sin tomar en cuenta la atención de las demandas ciudadanas.
En nuestro país, los cambios han seguido la ruta de las reformas económicas, pero sin la modernización democratizadora de las estructuras del poder. Este es un error que está produciendo grandes tensiones sociales.
LA DOCTRINA DEL SHOK Y EL CAPITALISMO DEL DESASTRE.
A propósito de la experiencia crítica que vive la Nación en esta etapa de su historia, existe un extraordinario libro de gran actualidad, autoría de Naomi Klein, escritora prestigiada y filósofa de origen canadiense, titulado La Doctrina del Shock y el Auge del Capitalismo del Desastre, que bien puede aportar en su lectura luces para entender la experiencia política traumática que padece en estos instantes el país.
Naomi Klein argumenta que en el mundo global, para imponer los nuevos dogmas de la economía del mercado, ha sido necesario acudir a la doctrina del shock, instaurada a través de la cultura del miedo, la tortura colectiva, el terrorismo, el genocidio, la implementación de crueles golpes militares y el uso inmoral de los desastres naturales para lograr que la ciudadanía acepte sin oposición las radicales reformas de apertura económica.
En la teoría del desastre, el capitalismo – afirma la autora- tiene como motor de su movimiento a las grandes corporaciones transnacionales, la concentración de la riqueza en unas cuantas manos y la producción de extensos cinturones sociales de miseria.
Por lo pronto, la violencia criminal que ha hecho su aparición en algunas regiones de la República, borró de la agenda pública el debate sobre las pasadas reformas estructurales, en particular la relacionada con la reforma energética y la iniciativa de alentar la inversión privada en el sector petrolero.
LOS ESCENARIOS POLÍTICOS Y ECONÓMICOS DEL 2015.
Lo cierto es que de no reducirse y eliminarse en el corto plazo los nichos de confrontación y violencia criminal surgidos en el país, entonces los escenarios sociales, políticos y económicos de cara al 2015, pudieran modificarse y agravarse drásticamente.
De entrada, los pronósticos económicos oficiales ofrecidos de crecer casi a un 3% el próximo año, podrían desmoronarse; en lo social, el clima de descomposición se ahondaría; y el clima electoral de los comicios federales del 2015 sufriría alteraciones evidentes.
LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO Y DEL GOBIERNO.
El Estado Mexicano y sus diferentes niveles de gobierno enfrentan la responsabilidad de operar con capacidad y eficiencia suficiente para detener los crecientes niveles descomposición que hoy afectan a la sociedad mexicana.