Por Marco Antonio Flores Zavala
La Revolución mexicana (1910-1917) fue un denso proceso que invirtió los diferentes órdenes imperantes en el régimen construido en el proceso de restauración del republicanismo (vs el segundo imperio).
Hubo múltiples demandas y cientos de actores colectivos e individuales que es elemental situar, tanto las partes y el todo para explicar, argumentar y continuar analizando con variables globales y particularidades para comprender la Revolución.
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La arquitectura de la casa principal de una hacienda no es el síntoma de la buenaventura social. La organicidad de los institutos científicos da cuenta de una ideología imperante, pero la paulatina inclusión social señala los orígenes de los grupos disidentes.
El tren y todas las máquinas indican progreso tecnológico y un evidente espacio cultural que excluye. Incluye géneros y generaciones. Los héroes son relatos que se construyen y usan para cubrir lo deficitario.
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¿Cómo fue la insurrección maderista en Zacatecas? Van un par de datos. Aquí se reseña el período febrero – abril de 1911.
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Es dable señalar: hubo organización para que grupos antireeleccionistas del Sur del estado (distrito electoral federal, integrado por las jefaturas de Juchipila, Tlaltenango y Nochistlán) se levantaran en armas, con el manto del Plan de San Luis Potosí –noviembre de 1910-, pero no ocurrió. Una delación en Juchipila impidió la acción. Los implicados fueron detenidos y trasladados a Zacatecas y de allí enviados a la capital del país. Las personas comprometidas de Tlaltenango-Tepechitlán-San Juan Bautista del Teul-La Estanzuela hicieron mutis al conocer esos acontecimientos. En la región minera de Mazapil-Concepción del Oro se dispusieron operarios para ir a la rebelión, pero tampoco lo hicieron en la fecha propuesta.
Es hasta febrero de 1911 cuando José Luis Moya Regis, como delegado militar proveniente de Chihuahua, incitó la revuelta. Se amparó con el plan maderista. La incursión comenzó en el norte del estado, en las áreas que le eran comunes: Sombrerete y Nieves. En esta fase, que es la incipiente del lapso armado, no concurren las profundas reivindicaciones sociales que caracterizarán la Revolución Mexicana (reforma agraria, derechos de los trabajadores, educación laica). Lo que inquieta es la democracia liberal, la que reclamaban los círculos políticos opositores al grupo político dominante entonces.
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Moya tomó la ciudad de Nieves el 4 de febrero de 1911. El grupo armado, al que denominaron “Brigada revolucionaria Benito Juárez”, se distingue porque no cometió tropelías en exceso. En marzo El Heraldo de Durango publicó una carta donde se señala: “Los revolucionarios de Luis Moya tienen buen comportamiento, no asaltan ni roban ni saquean, muy al contrario de la tropa federal”. La información que siguió fluyendo en ese semanario norteño, proyectó una imagen: la tropa de Moya anda bien vestida, bien armada y con buena cabalgadura. Se agrega: el maderista recluta su gente entre quienes tiene experiencia con armas y no acepta peones. Paga 30 pesos al darse de alta, y 2 pesos diarios.
Después de Nieves, el grupo de Moya pasó por el territorio de los actuales municipios de Juan Aldama y Miguel Auza; entonces denominados San Juan del Mezquital y San Miguel del Mezquital.
Nótese: operó en la zona contigua de los estados de Zacatecas, Durango y Coahuila. El área entonces se caracteriza por ser periférica de los ejes económicos (producción minera y agrícola mínima). La región también proyecta grupos sociales que muestran las prácticas del antiguo régimen (parentescos acentuados en las localidades) y las que configuran las prácticas modernas (el tránsito de identidad campesina a operarios mineros).
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Van notas sobre la ruta que efectúo el grupo armado: en la villa de Nuestra Señora de las Nieves (ahora Francisco. R. Murguía) incautó los fondos de las oficinas de Rentas; del monte pío regresó prendas a los particulares. También se abasteció de armas, caballos y alimentos en la hacienda de Juan Pérez, del estado de Durango. En la siguiente semana, permaneció en territorio duranguense. Primero en Santa Clara (9-10 de febrero). Allí invitó al pueblo a unirse a la sublevación. ¿Qué dijo? Quién sabe; quizá leyó el Plan de San Luis y le aderezó algunas palabras. Lo que sí ocurrió fue el aumento del número de los revolucionados.
Siguieron a la hacienda El Aguaje (12). El lunes 13 atacó, sin ocupar, San Juan de Guadalupe. A la misma hora, el rebelde Calixto Contreras Espinosa ocupó Cuencamé, Durango. Las acciones las dirigió con más violencia que la aplicada por el zacatecano.
Se continuó rumbo a las haciendas de Poanas, Súchil y Chalchihuites. Detrás de ellos estuvieron las fuerzas federales que enviaron de la ciudad de Durango.
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El grupo asaltó Tlaltenango el 15-17 de marzo de 1911. En el enfrentamiento murió el segundo jefe de los rebeldes, Antonio Amaro (el padre de Joaquín). La defensa de la ciudad la encabezó el jefe político, Aureliano Castañeda. Fue tan desesperado el resguardo, que la autoridad cometió más excesos que los asaltantes.
La toma mostró que las acciones no eran correrías incendiarias sin ton ni son. Aunque configuran una espiral, cuya dirección (partiendo de Nieves) va hacia la derecha, sube, circula (estado de Durango) por la serranía y los valles que antaño fueron las tierras del conde de san Mateo de Valparaíso, el plan es alcanzar los puntos básicos del antirreeleccionismo zacatecano. El objetivo es conseguir la colaboración armada y pecuniaria de los maderistas de san Juan Bautista del Teul, Valparaíso y San Miguel del Mezquital. Previo a Tlaltenango, atacaron con éxito comunidades de Jerez y Villanueva.
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Después de la toma de Tlaltenango, el grupo de insurrectos marchó a San Juan Bautista del Teul. Fue para reunirse con el contingente que tenía preparado Manuel Caloca. Éste fue nombrado lugarteniente de Moya, con el grado de teniente coronel.
El creciente grupo armado fue a La Estanzuela (ahora García de la Cadena), donde Caloca mantenía una densa red de prosélitos antirreeleccionistas. Siguieron a otros núcleos opositores, como Mezquital del Oro y Moyahua.
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Los insurrectos pasaron con alboroto y disparos por Juchipila. Allí se unió Crispín Robles Villegas. Siguieron a Jalpa, donde se juntó Manuel Ávila. A él le proporcionaron el grado de capitán segundo. Entonces el grupo insurrecto contó con tres jefes: Moya, Caloca y Ávila. Ellos rebasaban el meridiano del centenario.
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El 6 de abril ocuparon Calvillo. Siguieron la marcha para el norte. El domingo 9 llegaron a la ciudad de Zacatecas. Antes pasaron por Guadalupe.
Aquel domingo de ramos irrumpieron en la capital del estado. El hecho sucedió antes de las 11 de la mañana. Una parte del contingente fue por el rumbo del cerro de La Bufa, quizá para atacar el edificio de La Ciudadela. Otra fracción entró por la calle Juan Alonso (actual Calzada López Velarde).
El grupo insurrecto lo hizo con alarde de buscar reconocimiento y ubicación política. Mientras corren, disparan y gritan, uno que otro hombre gritó: ¡Viva Madero! La letra de un corrido señala que llegaron a Tacuba; se quitaron el sombrero para saludar el monumento a González Ortega; pasaron por la casa del gobernador y le dispararon.
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El asalto a la capital del estado consolidó la fuerza política de los insurrectos que encabeza Luis Moya. Pero no fue así en cuestión de armas. El grupo seguía siendo una columna con menos de 150 hombres.
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Después de Zairo fueron a Vetagrande. En los días siguientes, pasaron con bala suelta y grito de ¡Viva Madero! por Morelos, Calera, Plateros y Fresnillo. Estas correrías, sin pernoctar más de 2 noches en un lugar, marcan que no tenían una base de operaciones y que el libre transcurrir por el territorio señala las fallas que cometidas por omisión de las autoridades.
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En los mismos días de los ataques insurrectos de Moya, Jorge Vera Estañol –el nuevo secretario de Instrucción, del último gabinete del general Díaz- redactó un informe donde señala que en Zacatecas, Sonora, Chihuahua y Durango existe una demanda: la no reelección. Según Vera Estañol las ocurrencias eran políticas en esos estados. Para acallar a los levantados, propuso la amnistía y el pago de daños, pero no la entrega de los gobiernos estatales y ninguna otra instancia de poder. En cambio, para los insurrectos del sur del país, entre ellos Emiliano Zapata y Ambrosio Figueroa, Vera Estañol calificó el movimiento armado distante al del norte. A los del sur les llama revoltosos y anarquía de campesinos. Para acallarlos sugirió la represión absoluta.
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Mientras el grupo armado maderista sigue intentando crecer las llamas revolucionarias en Zacatecas, Emiliano Zapata y Ambrosio Figueroa (hermano de Rómulo, futuro gobernador de Zacatecas) se designaron generales revolucionarios y jefes del Ejército Libertador del Sur (abril 22). Uno para conducir el movimiento en el estado de Morelos. El otro para hacer lo mismo en Guerrero. Respecto de los que vendrán de Sonora, para gobernar Zacatecas en los años por venir, sirva señalar que el agente de ventas Carlos Plank goza como currutaco el carnaval de Guaymas. El coronel Luis Medina Barrón en Agua Prieta proyecta la estrategia que seguirá el ejército para el resto de la guerra civil: Sólo defender las ciudades principales y abandonar el resto.