La justicia no cura, pero a veces salva.

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Carlos Alvarado, delegado en Zacatecas del Sindicato Nacional de Renovación al Servicio de los Trabajadores del PJF

El artículo 4 de la Constitución dice que toda persona tiene derecho a la protección de la salud. Suena hermoso. Digno de enmarcar. Hasta dan ganas de tatuárselo… Pero cuidado, porque en este país, hay más posibilidades de que te surtan el tatuaje que el medicamento.

Hablemos claro: el derecho a la salud en México existe, pero sólo cuando lo pides con una demanda de amparo bajo el brazo.

¿No me crees? Pregúntale a los niños con cáncer que, gracias a la intervención judicial, pudieron acceder a sus tratamientos cuando el desabasto era criminal. Pregúntale a las personas presas, que entendieron mejor que muchos el valor de sus derechos humanos y exigieron –sí, vía amparo– sus medicamentos y vacunas. Y pregúntale también a los cientos que, durante la pandemia, lograron recibir la vacuna contra el COVID-19 porque un juez los protegió… cuando el Estado no lo hizo.

Mientras tanto, la mayoría de la gente celebra su beca bienestar, comparte memes de “ya se van los jueces fifís” y aplaude la destrucción institucional con una ingenuidad que asusta. Creen que la justicia es para los poderosos… hasta que su hijo enferma, hasta que su padre necesita una operación urgente, hasta que el IMSS les dice: “no hay”.

Y ahí, cuando el dolor es personal, cuando el medicamento no aparece, cuando ya no hay a quién reclamarle en ventanilla, entienden –ya tarde– que los jueces y magistrados no eran enemigos del pueblo, sino el último muro entre el ciudadano y la barbarie.

Pero vivimos tiempos donde gobernar es culpar. Donde todo es herencia maldita, y el presente nunca es su responsabilidad. Mientras tanto, nos deslizamos hacia una jungla institucional, donde sólo sobrevive quien puede pagar, litigar o tener suerte.

Pero no te preocupes, ya se van los jueces y magistrados. ¿Para qué querríamos un sistema judicial fuerte, imparcial y profesional si tenemos influencers del bienestar? Total, el día que te nieguen un medicamento, que el IMSS te diga “no hay presupuesto”, que pierdas a alguien porque no hubo una ambulancia, entenderás que el verdadero lujo en México no es viajar a París: es tener un sistema de salud que funcione y un juez que no tenga miedo.

¿Y qué hace el gobierno ante esta crisis? Lo de siempre: mirar al pasado para justificar su fracaso presente. Que si Calderón, que si Salinas, que si los fifís. Pero mientras ellos pelean con fantasmas, nosotros nos acercamos a la ley de la selva, donde sobrevive el que puede pagar su tratamiento… o el que todavía encuentra a un juez dispuesto a defender su derecho.

Porque sí, el derecho a la salud está en la Constitución.

Pero si quieres que funcione, necesitas un abogado, un juez valiente, y mucha, mucha fe.

La justicia no se valora cuando sobra, sino cuando falta. 
Y si algún día buscas salud y no la encuentras, o justicia y ya no está, 
quizá recuerdes este texto… o al menos ese verso que duele más que cualquier diagnóstico:

¡Justicia!
Te busqué en las caras
Te busqué en las bocas
Te busqué en las mentes
Te busqué en los ojos de nuestras ciudades…

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