LA LECCIÓN DE LA ELECCIÓN DE EUA

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El próximo 8 de noviembre, el pueblo de los Estados Unidos de América (EUA) elegirá al titular del Ejecutivo Federal. Los ojos del mundo estarán puestos en esa elección.

Por un lado, la singularidad de sus candidatos ha dado mucho de qué hablar. Hillary Clinton, quien ya fue primera dama de esa Nación y Secretaria de Estado, conoce muy bien todo el entramado institucional y la dinámica del poder, situación que le ha llevado a ser señalada en varios casos polémicos en los últimos días. Por el otro, Donald Trump, un multimillonario cuyas ideas radicales han levantado mucha polémica y puesto en Estado de alerta a gran parte del mundo.

Particularmente nuestro país ha sido objeto de los agravios y las agravantes del candidato republicano, pasando por los señalamientos racistas y xenófobos, hasta llegar a las amenazas económicas por una medida absurda de construir un muro para hacer frente al fenómeno migratorio. 

Lo más alarmante y que llamó poderosamente la atención en durante toda la campaña de Donald Trump, fue lo timorato y dócil como actuó el Gobierno de la República. La Secretaría de Relaciones Exteriores brilló por su ausencia para hacer un extrañamiento si quiera ante la lluvia de ataques en contra de los mexicanos. Lo peor es que cuando quiso actuar el Presidente de la República, lo hizo de manera desastrosa: invitó a suelo nacional a quien tanto ofendió a los mexicanos y mexicanos, con ello no sólo ocasionó el malestar social de nuestro país, también tensó las relaciones diplomáticas con el Gobierno de los EUA, al grado de que algunos analistas internacionales señalaron que desde la Casa Blanca la molestia y el veto a Peña Nieto eran inocultables.

Las encuestas, hasta el momento, dan una ligera ventaja a la candidata demócrata, pero hay otras que señalan prácticamente un empate técnico, por lo que la moneda está en el aire. De cualquier forma, México tiene que estar preparado para cualquier escenario, por muy catastrófico que esto sea. Lo cual se debe traducir en medidas concretas y reales, no sólo en mero discurso, pues ya hemos tenido muy malas experiencias en este rubro. Basta señalar cuando en vísperas de la crisis económica de 2008-2009, las autoridades del Gobierno Federal señalaron que a nuestro país le daría “un catarrito”, y al final del día lo que padeció México fue una pulmonía. La relación histórica y política, la dependencia económica y la posición geográfica de nuestro país con los EUA, nos hacen resentir –quizá más que cualquier otra Nación- lo que pase del otro lado del Río Bravo. 

Por eso, la lección de la elección de EUA es que hoy más que nunca tenemos que hacer valer los principios constitucionales de política exterior, a saber: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales.

De manera especial, el Senado de la República, por el mandato que le señala la Carta Magna de revisor de la política exterior del Ejecutivo Federal, en los próximos dos años está llamado a jugar un papel estratégico en esta materia. Si el Presidente o la cancillería no quieren o no pueden, desde la casa del federalismo, les tenemos que enmendar la plana y actuar con dignidad y defender los derechos humanos de nuestros paisanos aquí y en la unión americana, así como velar por los intereses nacionales.

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