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No tenía planeado que esta semana tocase el tema de la “sorpresiva” aprobación del uso recreativo de la mota, por la primera sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Ya traía estructurado mi escrito relativo al activismo político desenfrenado del titular de la secretaría de educación pública federal, al que algunos señalan como el black horse, pero tendré que postergarlo unos días. Por los pronto pesco el anzuelo lanzado desde los pinoles y me dispongo a tratar de desmenuzar el churro que se aventaron con la anuencia de los ministros de la corte, claro está.
Como muchos recordarán, porque viene en los libros de texto, Benito Juárez García impulsó a través de las leyes de Reforma, la separación de los asuntos del Estado con respecto al clero. Desde que colonizaron América, la iglesia católica acumuló tal poder que varios sacerdotes empuñaron las armas para liberar (se) del yugo de la corona; buscaron, hasta conseguirlo, administrar los bienes (inmuebles y diezmos) y la extensa feligresía existente en la época independentista. La independencia se consumó oficialmente en 1821.
Años más tarde, desde su promulgación, las leyes de Reforma sólo permitieron, aparentemente, evangelizar sin acumular bienes muebles, pero al cabo de 116 años aproximadamente, en noviembre de 1992, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari y el Papa Juan Pablo II, sellaron la reanudación de las relaciones (diplomáticas), y el reconocimiento del gobierno azteca al vaticano. La separación y distanciamiento costó a los hijos y nietos de la revolución el castigo en las urnas, vía Partido Acción Nacional.
Para no hacer el cuento más largo, tras percatarse el Revolucionario Institucional que la bandera para despenalizar el consumo de mota le ha granjeado a la izquierda (de todo el mundo) millones de votos provenientes de los jóvenes, estudiantes, artistas e intelectuales; aclaro, no es estigmatizarlos, lo que sucede es que en esos grupos poblacionales existe mayor vergüenza y honestidad para reconocer que se avientan su churro con fines recreativos, y pasa nada, absolutamente nada. Ahora, me parece, supongo y me late dado el compromiso con el que llegan los ministros de la corte a disfrutar de tan celestiales cargos, amén de ser elegidos por una inmaculada mayoría de senadores; es que en esta coyuntura adversa en la que se encuentra el gobierno mexicano, la SCJN sale al quite con unos de los temas más polémicos en la actualidad, y que, insisto, genera muchos votos en las urnas.
Aquí podría un servidor esgrimir razones para despenalizar el consumo recreativo o la prescripción médica de la mota; sin embargo el espacio es pequeño y, la verdad, la mitad de las opiniones coincidirían conmigo y la otra mitad me crucificaría. No es el propósito de mi opinión de esta semana, lo que quiero poner en relieve es la coyuntura y el verdadero fondo que persigue la presidencia de la república al colocar el tema en la cúspide del debate nacional.
De hecho, bastó que cinco ministros de la corte resolvieran los 4 amparos interpuestos por particulares que reclamaban su derecho a fumar mota, para que la noticia acaparara la atención de todo México y se exportará como el petróleo en sus mejores tiempos. Los titulares de hoy refieren si habrá o no legalización en la siembra, distribución y comercialización de la hierba más cotizada de México. A segundo plano deslizaron la mísera recaudación de las arcas públicas, por la crisis que vino de fuera, dijo Calderón en el 2008 y replica Peña en el 2016; la condena internacional por las constantes violaciones a los derechos humanos en estas tierras y la implacable corrupción enseñoreada en todas las esferas de gobierno (ejecutivo, legislativo y judicial).
Ah, pero pegado el chicle, salieron a atajar desde los pinos y replicado por funcionarios estatales, que la aprobación sólo beneficia a los 4 reclamantes y que de ninguna manera implica la legalización generalizada de la mota. Debate fue la exigencia de azorados legisladores y de la mayoría de la hipócrita partidocracia mexicana; ojalá así hubiesen reaccionado cuando aprobaron, sin consultar a los mexicanos, las endebles reformas estructurales.
Para todos esos ofendidos con la resolución de los ministros de la corte, respetable hasta cierto punto, me gustaría escucharlos y actuando con la misma determinación para ir en contra de otras adicciones legales como el tabaquismo, los productos milagros, los alimentos chatarra, los juegos de azar, la transa grande desde las esferas del poder y otras linduras que encarecen el gasto público y lacera la salud pública.
No es necesario dorar tanto la píldora ni seguir escondiéndose cobardemente en el closet de las adicciones, porque muchos de esos ofendidos no pasarían el escrutinio de una prueba de polígrafo, muchos menos el del antidoping, y no necesariamente el de la famosa hierba. Baste hacer públicos los resultados de los delitos de cualesquier fuero para identificar en qué porcentaje se cometen bajo la influencia de la mota.
En el mundo globalizado al que pertenecemos, muchos países han despenalizado todo lo relativo a la mota; quizás en México sea mucho más complicado hacerlo dada las condiciones en que se desarrolla esta actividad como ilícita. Las complicaciones son de otro orden, entre ellos que significaría una amnistía a los capos que han se han dedicado a dicha actividad, o simplemente desbarataría los jugosos acuerdos y conveniencias de un amplio sector del poder público y los cárteles de la droga en México.
Que se debata el tema, sí, pero que no se bata. Que hagan consulta, también, pero que se haga con todos aquellos cambios constitucionales y leyes que afecten la vida cotidiana de los mexicanos. Lo que no debemos perder de vista es que la mota sea el mayor distractor recreativo de otros tantos asuntos que nos afectan en las mismas proporciones.
P.D. De los que pegaron el grito en el cielo, algunos disfrutaron, o disfrutan de los viajes galácticos que ocasiona la mentada hierba. A mí, que me esculquen.
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