Por Marco A. Flores Zavala
Maximilian Weber (Erfurt, 1864 – Múnich, 1920) dictó, en enero de 1919, la conferencia “La política como profesión”; trata del poder y las formas de ejercerlo. Al mismo tiempo va poniendo orden a los estudios que realizó sobre la religión -y publicados póstumamente en Sociología de la religión, en 1920- y labora en la primera parte del monumental Economía y sociedad.
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Weber era entonces profesor en la Universidad de Múnich; sus cátedras eran Ciencias de la sociedad, Historia de la economía y Economía nacional.
En enero de 1919 habló extraclase ante el conglomerado Juventud Estudiantil Libre, ésta era una sociabilidad que pretendía organizar a estudiantes no afiliados a las asociaciones tradicionales.
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El profesor Weber provenía de una familia cuyo padre era político –varias veces fue diputado en Prusia e integrante del Partido Nacional Liberal-, en los años del liderazgo de Bismarck.
El mismo Weber participó en partidos políticos liberales, estuvo postulado para cargos electivos y fue consejero en asociaciones estatales.
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Radkau, en La pasión del pensamiento, la más completa biografía centrada en la acción y la escritura de Weber, define al pensador como un posible político frustrado, le parece un estadista pero sin un lugar en las instancias del poder. Cuando leyó la conferencia sobre política, Max todavía era orador público en favor de un partido democrático que le daba posibilidades de ser un parlamentario [838, 922 passim].
Radkau señala: “La política como profesión es un título peculiar, porque Weber precisamente no tenía aprecio por el político profesional que vive de la política y que por consiguiente, una vez que alcanza una posición redituable, ‘se aferra a su asiento’ […] Su conferencia en realidad no trata del político profesional sino del político por vocación interior que, según parece, desde su perspectiva, en el caso ideal, es un hombre materialmente independiente [923]”.
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Si bien el contexto inmediato de la conferencia fue la academia, la reflexión provenía del análisis sobre la guerra y el desarrollo político del Reich, desde Bismarck hasta los años guillerminos, como lo hizo en el artículo “La política exterior de Bismarck y el presente” (1915), donde esboza los términos de “política de poder” y los conceptos operativos de “ética de la convicción” y “ética de la responsabilidad”.
Postula, según Nicola M. De Feo en Introducción a Weber: “la política de poder de un gran Estado se muestra insoslayablemente ligada a la necesidad de la guerra [De Feo, 141]”.
De Feo describe el contenido de la conferencia: “el análisis de la ‘racionalidad burocrática’ se pone en relación con el concepto de política como profesión-vocacional (Beruf)’, caracterizada por ‘tres cualidades decisivas’: ‘pasión, sentido de la responsabilidad y amplitud de miras’. –Prosigue De Feo- En realidad, la política no puede prescindir de la burocracia, y por ello, pese al conflicto irreductible entre el ‘político’ y el ‘funcionario’ el desarrollo racional de la sociedad y del Estado modernos requiere una organización ‘burocrática’ de la política ‘profesional’, como sucede en los modernos ‘partidos de masas’.
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Después de definir la política como ‘actividad directiva autónoma’, Weber señala el desarrollo histórico del Estado moderno […] y la especificidad de la política en cuanto ‘lucha por el poder’, búsqueda y conquista del Estado, entendido como ‘monopolio de la fuerza física legítima’. ‘Naturalmente’ ligada a este desarrollo, la política presupone, por una parte, ‘pasión, responsabilidad y amplitud de miras’ del jefe-líder, y por la otra, la ‘obediencia’ de un aparato de funcionarios ‘profesionales’ a sus ‘directivas’ [147-148]”.
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La conferencia impresa, es hasta hoy día una de las obras weberianas más citadas y reverenciadas en la academia y la aspiracional protopolítica, Radkau la describe así: “representa un concentrado de expresiones de fuerza weberiana y una antología de salida de ingenio de diversas partes de la obra total de Max Weber, llegando incluso hasta las religiones orientales [922]”.
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De Economía y Sociedad, los tipos de dominación
Para complementar las descripciones sobre la política, el poder y los políticos, apuntamos acerca de la tipología de la dominación, presente en el libro más citado de Weber. Él asienta: la dominación legal existe cuando un sistema de reglas, aplicado judicial y administrativamente según principios verificables, es válido para todos los miembros de la comunidad. Los que ejercen el poder de mando son superiores típicos, designados o elegidos mediante procedimientos sancionados legalmente, entre funcionarios orientados por sí mismos hacia el mantenimiento del orden legal. Todos los que están sometidos a su autoridad son iguales ante la ley, y en el fondo obedecen a la ley más que a los encargados de instrumentarla.
Estos principios son aplicables al aparato puesto al servicio del sistema de dominación legal: su organización es permanente, sus funcionarios están sujetos a reglamentaciones que fijan los límites de su autoridad, que establecen controles para supervisar el ejercicio de la misma, que prohíben toda injerencia de su personalidad privada en el desempeño de las funciones oficiales y que exigen tramitar toda gestión por expediente como requisito de validez.
La dominación legal existe en virtud de estatuto. Su concepción básica es que cualquier norma jurídica puede crearse o modificarse mediante estatuto formalmente correcto. Las leyes son legítimas si, también, de esa forma son sancionadas y la sanción es legítima si ha ocurrido de conformidad con las leyes que prescriben el procedimiento a seguir.
La dominación tradicional se funda en la creencia del carácter legítimo de una autoridad “que ha existido siempre”. Los que ejercen el poder de mando suelen ser señores que gozan de autoridad personal por virtud del status heredado. Sus mandatos son legítimos en cuanto están de acuerdo con el uso, pero poseen la prerrogativa de la decisión personal libre. Este tipo de gobierno se caracteriza por la conformidad de la costumbre y la arbitrariedad personal.
El aparato de dominación adecuado a este sistema atañe a los asistentes personales de un régimen patrimonial o a los aliados personalmente, leales de una sociedad feudal. La legitimación de la dominación tradicional se manifiesta cada vez que las autoridades reclaman obediencia en nombre del uso establecido, y algunas lo hacen siempre -por lo menos durante algún tiempo- en cada constelación histórica. En contraste con el liderazgo carismático, la dominación tradicional es cosa de rutina, muy semejante a la autoridad del padre sobre la familia, modelo del que fue calcada.
La dominación carismática es también una autoridad personal, y puede emanar exactamente del polo opuesto a la tradición. El poder de mando puede ser ejercido por un líder capaz de probar que posee carisma (don de gracia). Bajo un líder carismático, los funcionarios se seleccionan también por su carisma, antes que por sus calificaciones especiales, su status o su dependencia personal. El liderazgo carismático se da más frecuentemente en los trances de emergencia. Se asocia con una conmoción colectiva que expresa la reacción de las masas populares a alguna experiencia extraordinaria, motivo que las mueve a entregarse a un conductor heroico.
Esta dominación se parece a la dominación tradicional, por el carácter personal que ambas suponen en el gobierno y que las distingue de un orden legal. La tradicional y la legal están dadas para cada día, a diferencia de la carismática, que es extraordinaria. Los títulos del líder carismático son válidos si aquellos a quienes pretende guiar reconocen su misión. En este caso, legitimación no tiene nada que ver con elección. Existe la posibilidad de que el liderazgo carismático se transforme en tradicional, al resolver el problema de una posible sucesión y al querer el líder ejercer (como si lo fuera), atributos del líder tradicional.