La primavera y el cine

Share on FacebookTweet about this on TwitterShare on Google+Pin on PinterestShare on TumblrShare on LinkedInEmail this to someone

cine.jpgSERGIO BUSTAMANTE.

Del sol a la luna, de claroscuros, de energía, de ritos, de chamanes, de climas cálidos, de estados físicos, de sexualidad, de nacimientos, de levantamientos y revoluciones…

A lo largo de la historia, la primavera ha desarrollado un papel de arrobo y trascendencia en la vida de los humanos. Más allá de su carácter climatológico, son diversos los países donde se le festeja como una renovación del espíritu. Un periodo que agrupa fechas donde el aspecto social o religioso adquiere importancia institucional y en algunos lados simboliza el fin de largos y crudos inviernos.
Tal vez, bajo esta lógica, no sea ninguna coincidencia que durante la primavera han ocurrido importantes sucesos en el mundo. Del fortuito natalicio de Benito Juárez en pleno veintiuno de marzo a la llamada primavera árabe.

El cine, desde luego, ha seleccionado los ingredientes más sustanciales de la estación para desarrollar historias al respecto. Algunas veces centradas en la primavera de la forma en que la conocemos y otras como un motivo para plantear un discurso. Como siempre, los ejemplos en esta industria de la fantasía, sobran.

Sin ninguna jerarquía u orden en particular, van aquí cinco recomendaciones sobre el vínculo entre la primavera y el celuloide.

1. La Insoportable Levedad del Ser. (The Unbearable Lightness of Being, 1988)
Director: Philip Kaufman.

Praga, 1968. La capital de Checoslovaquia es sede de la llamada “Primavera de Praga”, un movimiento que busca revolucionar al gobierno desde un ideal de libertad de expresión y democracia. La cuerda de la tensión entre un régimen y los manifestantes está en su punto más delgado.
En medio de esta revuelta: Tomás, un doctor que está lleno de dudas existenciales. Tomás vive para amar sin compromisos ni ataduras hasta que conoce a Teresa. La llegada de esta mujer, la imposibilidad de dejar a sus amantes y la entrada del ejército ruso al país, han de cambiar sus vidas para siempre.

Basándose en la novela homónima de Milan Kundera, Philip Kaufman realiza una adaptación más ligera en cuanto al aspecto filosófico del libro, pero que registra de forma fiel todos los matices que tienen sus protagonistas en lo que se refiere al amor; por lo tanto, no es casualidad que la película dure casi tres horas. Pero que esto no espante a nadie. La cinta es cumplidora, se deja ver bien y funciona en la medida de la adaptación —no de la fuente— y sobre todo de las eficientes actuaciones. La sola pareja interpretada por Daniel Day Lewis y Juliette Binoche ya es motivo suficiente para levantarse e ir buscarla a un vídeo.

2. Los Soñadores. (The Dreamers, 2003)
Director: Bernardo Bertolucci

Es precisamente la primavera de Praga la que desata una revolución juvenil por todo el mundo y cuyos matices también habrían de tocar México.
Pero aquí estamos en Paris y la historia se desarrolla en mayo. Durante las revueltas estudiantiles de mayo del 68, Matthew, un estudiante norteamericano, es invitado por dos hermanos franceses a compartir un departamento con el fin de promover un intercambio cultural y de ideas. La relación entre los tres llegará más lejos de lo que nunca imaginaron.

Sin duda estamos aquí ante una de las cintas menos valoradas de Bertolucci. Al parecer, en ese 2003 de su estreno, el público seguía esperando su siguiente The Last Emperor (El Último Emperador, 1987). La película, afortunadamente, trasciende ese peso.

Los elementos que componen esta obra embonan de forma perfecta. Al igual que en La Insoportable levedad del Ser, aquí también tenemos una sobria adaptación de novela (The Holy Innocentes de Gilbert Adair), un director y fotógrafo infalibles; y actores como Eva Green que hacían su debut de manera deslumbrante. Todo enmarcado por un bello score musical.
Las atmósferas y sentimientos que evoca Bertolucci hacen que el espectador en verdad desee haber vivido aquella época, y ni siquiera se apoya en el aspecto sexual de la cinta para crear esa atracción, desde el momento en que los desnudos son explícitos, el director ha dejado claro su discurso y se saben como parte necesaria del argumento, de la inocencia, de la curva narrativa de los personajes. Una obligación de película.

3. Cadena Perpetua (The Shawshank Redemption, 1994)
Director: Frank Darabont.

En el año de 1982, con la consigna de ser depreciado únicamente como un escritor de terror, Stephen King se dio a la tarea de publicar cuatro novelas que no tenían el tema sobrenatural como eje primario de la historia y que habían sido escritas en diferentes años. Debido a su reputación y al poco mercado que había para la ficción en ese formato, resultaba imposible publicarlas por separado, así que fueron conjuntadas en un solo libro: Different Seasons.
Cada novela un tema diferente, cada tema desarrollado durante una estación del año.

El libro abre con la primavera, el título: Hope Springs Eternal; la historia: Rita Hayworth and the Shawshank Redemption; la película: The Shawshank Redemption.
Conocida en español como Cadena Perpetua, la cinta narra la historia de Andy (Tim Robbins) un hombre que es injustamente encarcelado por el presunto homicidio de su esposa. Dentro de la prisión su suerte no mejorará, pero la amistad que hace con un convicto y su singular personalidad lo ayudarán a salir adelante.

Antes de The Green Mile (Milagros Inesperados, 1999) y mucho antes de la tan comentada The Walking Dead, Frank Darabont hacía su debut en la dirección con esta adaptación de Stephen King. El resultado fue bueno, le dio su primera nominación al Oscar y un prestigio de buen adaptador y director. Por su parte, Tim Robbins y Morgan Freeman desarrollaron dos personajes tan carismáticos que posiblemente sean de los más recordados en las carreras de ambos.
Este es el ejemplo de la clásica película que simplemente no agota ver. La efectividad narrativa demuestra que una historia convencional y sin muchas pretensiones funciona por su forma y el soporte que le dan las actuaciones. Cualquier día es bueno para verla de nuevo o por primera vez.

4. Cuento de Primavera. (Conte de Printemps, 1990)
Director: Eric Rohmer.

Cuatro personajes: Natacha, Eve, Jeanne e Igor. Un móvil: La incompatibilidad familiar. Una locación central: Una casa de campo. Conversaciones y acciones que en apariencia no van a ningún lado y que son, a la vez, piezas primordiales de un engranaje que supera cualquier expectativa, cualquier espectador.
Un argumento que se percibe más como una dramaturgia que como un guión, pero que bajo la dirección de Eric Rohmer adquiere todo el lenguaje necesario para ser presentado en la pantalla.

Cuando se estudia la historia del cine, tarde o temprano nos topamos con una piedra, sin ese tropezón es imposible seguir, hay que detenerse, apreciarla y analizarla, es pues, una piedra angular: “La Nouvelle Vague”. La llamada “nueva ola” u “ola francesa” marcó un hito en el cine mundial al romper con los esquemas de calidad y reglas que hasta ese momento seguía el cine y su lenguaje. A pesar de que comenzó siendo una tendencia en Francia, fue tal su repercusión que se volvió global.

Esta expresión no hubiera sido posible sin nombres como Godard, Truffaut y Rohmer entre otros. Cineasta, escritor, periodista y casi hombre orquesta, Eric Rohmer manejó un perfil más discreto e introvertido que el resto de su generación, característica que tal vez le resultara benéfica, ya que ademas de desarrollar libremente oficios como la crítica de cine, realizó películas a su ritmo y juicio.
Si bien Cuento de Primavera es una cinta más contemporánea y no aplicable a la Nueva Ola, se le pueden distinguir fácilmente elementos de aquella vieja escuela. La forma en que presenta la fragilidad y sentimientos de sus personajes fue una constante en su cine y aquí no es la excepción.
Una película que posiblemente sea difícil de conseguir o ver en televisión, pero que como toda cinta de esa generación de cineastas, bien vale la pena buscar con ahínco.

5. El Jardín Secreto (The Secret Garden, 1993)
Director: Agnieszka Holland.

En el arte, la primavera junto con las otras estaciones del año es una de las alegorías más socorridas cuando se busca un tema. Tenemos así ejemplos como La primavera de Sandro Botticelli o Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi.
El cine también es sobre figuras y metáforas y en El Jardín Secreto tenemos a una formidable.

El argumento va sobre una pequeña niña que al quedar huérfana tiene que mudarse al castillo de un tío en la campiña inglesa.
La película se narra en cuadros, más similares a los que cuelgan de una pared que a los que pasen por la cámara y el proyector a 24 por segundo. Planos bellamente iluminados, amplios encuadres de una naturaleza en todas sus gamas, contemplativos, expresivos.
La historia tiene muchos personajes, casi todos periféricos, a excepción de los infantiles, los cuales en realidad son un vehículo, serán ellos quienes se encarguen de hacer una transición hacia el aprendizaje, de lo lúgubre a la luz, una transición del invierno a la primavera y de provocar la redención.
El Jardín Secreto tiene varias adaptaciones cinematográficas, de televisión y teatro. Todas con cierta reverencia hacia al aspecto literario; pero fue hasta 1993 que una directora como Holland le quitó algo de literatura y le agregó mística.

Deja un comentario