Después de la conquista de la presidencia de la república por Andrés Manuel López Obrador, en una singular revolución cívica de la ciudadanía, uno de los de los anuncios más trascendentes para la vida del país registrado en el transcurso de la más reciente semana, tiene que ver con la cancelación y/o abolición de la llamada reforma educativa nacional de Enrique Peña Nieto.
El compromiso formulado al respecto, luego que asuma formalmente AMLO el poder constitucional el primero de diciembre próximo, está en emprender una gran consulta entre profesores, padres de familia, investigadores y la ciudadanía en general, en razón de que la reforma educativa en vigor, no fue sí no sólo producto de un acuerdo partidocrático de representantes de fracciones legislativas al seno del Congreso de la Unión, votada a mano alzada, sin racionalizar su contenido. Esas son entre otras algunas de las contradicciones e inconsistencias que se pueden enumerar.
Una reforma educativa para que tenga éxito (así ha quedado demostrado en las experiencias escolares más exitosas del mundo), deberá considerar como condición sine qua non, la opinión de los profesores, de los especialistas y, claro está, de los padres de familia.
Pero hay algo más. Un núcleo y eje central por atender de toda reforma educativa es el referido a la dimensión axiológica, la que tendrá que remitir a los actores del hecho educativo a contestar qué tipo de ciudadano, qué perfil de nación hay que construir y en qué valores se tendrá que educar. Este es otro ámbito olvidado y no discutido a plenitud en la reforma educativa de Peña Nieto.
Por si fuera poco, y en una desproporción, esta reforma educativa situó en su corazón la parte administrativa, laboral y fiscal, y no en la dimensión pedagógica de los aprendizajes significativos.
Con la reforma de Peña Nieto, lo argumenta muy bien Manuel Gil Antón, investigador del Centro de Estudios Sociológicos del Colegio de México, al decir que “los profesores se la pasan estudiando, más que enseñando, porque les puede caer la evaluación. Por cierto, una evaluación mal diseñada, porque es estandarizada y no contempla las condiciones socio/demográficas de cada región de la república”.
La reforma de Peña Nieto tiene otra contradicción de fondo < lo afirma este especialista>, porque “se orientó a reformar las relaciones de cúpulas, encaminada a aspectos no educativos y no pedagógicos, sino al ejercicio del poder burocrático”.
A lo anterior, se agrega el criterio de alto centralismo de las decisiones de la reforma educativa (un ejemplo se encuentra en el FONE que concentra la nómina magisterial), que aniquila, asfixia y deteriora la visión del federalismo educativo, en el que nuestro Estado es precursor. Zacatecas tiene mucho que aportar en ese ámbito.
LAS DIMENSIONES DE TODA REFORMA EDUCATIVA.
Una reforma educativa que en términos de eficiencia busque ser exitosa, deberá considerar una serie de grandes dimensiones, entre las que podemos mencionar las siguientes: 1).-Axiológica, 2).-Pedagógica, 3).-ética, 4).-jurídica, 5).-fiscal; 6).-administrativa, 7).-política y 8).-laboral.
La propuesta de Enrique Peña Nieto se centró en las últimas cuatro de las anteriores dimensiones. Y a propósito de esto, en México requerimos una reforma educativa que, en materia de política fiscal, privilegie también la aplicación de una renovada fórmula de distribución de recursos económicos hacia las entidades, que fortalezca en la práctica un federalismo cooperativo y solidario.
EL FEDERALISMO EDUCATIVO Y ZACATECAS.
Zacatecas a través de los siglos ha sido un protagonista central en materia de federalismo educativo. En 1825 en nuestra ciudad capital se funda la primera escuela normal para maestros de América. Hoy no podemos ser la excepción.