Por Jacobo Cruz
Se acerca el 10 de abril, este será el día para la realización de la “Consulta de Revocación de Mandato”, ejercicio democrático elevado a rango constitucional que no fue resultado de una exigencia ciudadana en México, sino que es parte de las iniciativas impulsadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como parte de la estrategia pensada para mantenerse siempre en campaña a pesar de que se ha demostrado al gobierno de la transformación de que es un trámite innecesario, inútil y que contradice el discurso de austeridad.
Es correcto expresar que quienes acudieron a emitir su sufragio en 2018 por el candidato de Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), lo hicieron para un periodo gubernamental de seis años, lo hicieron con la esperanza de que en este lapso López Obrador cumpliera todas sus propuestas o promesas de campaña pero ahora el mandatario federal se empeña en que la ciudadanía acuda a opinar si sigue en el poder o si se ve obligado a dimitir.
La consulta popular es una de las acciones inútiles que puso de moda el presidente AMLO y aunque propicia la participación ciudadana estas no tienen impacto en la vida material del pueblo por lo que se convierten en un disfraz de la realidad que esconde el fracaso de su gobierno.
Para muestra baste citar la consulta que se hizo para enjuiciar a los expresidentes de México el pasado 1 de agosto, esta fue la más costosa porque se gastaron 500 millones de pesos, un desperdicio del erario justificado con el señuelo de que su gobierno lucha contra la corrupción como el principal problema del país.
Recordemos que con la consulta se pretendía que todos dieran el “Sí” para investigar los supuestos crímenes cometidos por los titulares del ejecutivo en los sexenios que abarca desde Carlos Salinas de Gortari, hasta Enrique Peña Nieto causando críticas de amplios sectores que consideraron que la acción aparentemente democrático era una burla al pueblo de México “porque la ley no se consulta, sino que se aplica”.
Los expresidentes han sido figuras muy útiles para el morenista porque los puede culpar de todas sus incapacidades para gobernar y más que hizo creer que a su llegada todo cambiaría, todo lo contrario, hoy se da cuenta del incremento de la pobreza, de la inseguridad y el desempleo dando al traste con la esperanza en la 4T.
Pero la medida dio resultados positivos, él lanza el mensaje de encabezar un gobierno incluyente que toma en cuenta la opinión pública mientras se mantiene en activismo político y de paso culpa de su incapacidad a los neoliberales del pasado; sin embargo es bien conocido que su administración es profundamente centralista de los recursos públicos, y del poder a la vez muy conservadora, en cuanto a las decisiones trascendentales, lo demás es puro cuento.
Ya han pasado cerca de nueve meses y ya se ha olvidado de este propósito, ahora vivimos una nueva etapa para fortalecer su proyecto político con el respaldo de quienes reciben las becas del bienestar que están contentos con AMLO, la mayoría de ellos están dispuestos a seguir soportando los errores y excesos que a diario está buscando a quien culpar de su fracaso, pero llegará el día en que el pueblo de México deba considerar el costo beneficio de la 4t que cursa ya el cuarto año de la administración federal.
AMLO es un político hábil que sabe como mantenerse en el imaginario de la gente, por eso ha construido un discurso con el que el pueblo se identifica y ha explotado el recurso de las consultas a su favor.
La jornada del 10 de abril no es de revocación, lo es de ratificación pero lo curioso es que él mismo lo ofrece, es decir, no es una exigencia popular, no es resultado de la inconformidad social generalizada por lo que cualquiera que sea el resultado será benéfico para el morenista y los ricos de México, porque estos últimos son quienes finalmente deciden que político puede representar sus intereses, es decir, garantizar sus ganancias para dejarlo llegar al poder y mantenerlo allí mientras les sea útil.