La universidad pública ante el poder

Share on FacebookTweet about this on TwitterShare on Google+Pin on PinterestShare on TumblrShare on LinkedInEmail this to someone

wpid-logo-direcciones-195x110.jpgPor Francisco González Romo

“Hoy más que nunca, convencido estoy que para Zacatecas, de la mano del gobierno que me propongo encabezar, habremos de iniciar una transformación del sistema educativo estatal.” Comenta Alejandro Tello en artículo publicado en La Jornada estatal el día jueves 11 de febrero de la semana pasada, el cual llamó La educación como eje de transformación incluyente. Asegura que es importante para llevar a cabo ésta transformación, que “la oferta educativa de nuestra Máxima Casa de Estudios, se actualice y diversifique y, más adelante plantea la necesidad de la sinergia que debe haber entre la UAZ, el Estado y la Empresa, “para construir puentes que permitan atender las necesidades apremiantes (…).” Alejandro termina su colaboración asegurando que está “listo para la conformación de un solo sistema educativo en Zacatecas.”

 

Cabe señalar, en un primer momento, que la Universidad es un establecimiento que ampara e integra tres funciones: producción, transmisión y utilización de los conocimientos. Dado que el conocimiento siempre ha estado ligado al ejercicio del poder, el hecho de que el señor Tello, quien muy posiblemente sea el próximo gobernador del estado, toque este tema, es preocupante para toda aquella persona que haya crecido en torno a valores universitarios.

 

La universidad, desde mi punto de vista, sí requiere un gran cambio, pero no en el sentido que asegura Tello; la universidad-empresa, para mí, no representa un cambio positivo en el estado de las cosas, sino que, por el contrario, abonará a la explotación laboral, aumentará sin duda alguna el sexismo y otros tipos de violencias, y acrecentará la sumisión individual a un sistema global enajenante, así como la segmentación de la sociedad zacatecana, creando élites del conocimiento bien pagadas y, por otro lado, fuerza de trabajo barata y disciplinada, además de los excluidos de siempre, los cuales no pueden desaparecer en éste modelo; todo en favor del capital, en su mayoría extranjero.

 

La Universidad “gerencial” es resultado de políticas neoliberales que imponen un solo modelo estándar como el dominante para el desarrollo de la cultura académica y las prácticas educativas; tiene que ver con el abandono del Estado de sus compromisos sociales y financieros hacia la educación superior pública, transformándose en un “Estado evaluador”, que no se compromete con procesos, sino que premia o castiga los resultados que considera deseables para el sistema de educación superior.

La sinergia entre Universidad y empresa, que propone Tello, no consiste en un encuentro entre dos instituciones diferenciadas e iguales, sino en la supeditación de la dinámica universitaria al objetivo económico de rentabilizar los conocimientos adquiridos, vendiéndolos a los potenciales interesados y privilegiando los intereses de las empresas activas en los campos respectivos, hasta el grado de proponer e imponer cátedras.

 

La estructura gerencial de las empresas se traslada a la universidad, haciendo recaer los cargos de dirección en personal externo, al estilo de gerente de empresa, reduciendo los órganos colegiados y estableciendo criterios de rentabilidad para la concesión de plazas y financiación. Los criterios de racionalización pueden tener en cuenta la relación entre la oferta y la demanda de las titulaciones, la dinámica del mercado de trabajo, las exigencias de los empresarios, en tanto posteriores empleadores de los profesionales allí formados, o criterios más generales como la preferencia de las ciencias sobre otros estudios. Así mismo, los procedimientos evaluadores de la calidad mercantil deben ponerse en funcionamiento, proliferando la evaluación externalista, que se organiza en agencias nacionales de evaluación y acreditación, aplicando instrumentos estándares que a menudo se imponen como organismos supra-universitarios de “control total”.

 

Esta dinámica se extiende al trato que reciben l@s estudiantes y/o jóvenes investigadores; se les anima a que conciban su formación como una inversión que le dará réditos en un futuro. Pero no se les informa que tendrán que encontrar un empleo en condiciones que no depende en gran parte de sus esfuerzos, sino de la estructura de la sociedad y del mercado de trabajo. Esto fomenta la competencia y el resentimiento entre los propios estudiantes/profesionales; con lo que se empiezan a defender medidas proteccionistas del empleo que pasen, incluso, por la demanda de expulsión de competidores indeseados. Además, como el único criterio a tener en cuenta es el cálculo económico, la formación como inversión lleva a que l@s beneficiarios paguen por ello y, por lo tanto, las tasas o cuotas se aumentan en un esfuerzo dirigido a que la institución se auto-financie. También se limita del acceso a las Universidades obedeciendo a los criterios de eficacia en función de los costos, de allí que se abogue por procedimientos de selección que restrinjan el volumen de estudiantes, beneficiando a los postulantes de franjas sociales más acomodadas.

 

La formación para el empleo pugna por construir personalidades acordes a las exigencias económicas y disciplinarias del mercado capitalista, que “interiorice los objetivos de la empresa”; la obligación de obtener resultados, la gerencia por proyectos, la presión del cliente, así como una subjetividad sumisa como única opción de supervivencia.

 

Así, las Universidades se convierten en centros en donde se transmiten no solamente contenidos culturales, técnicos o metodológicos, sino que, a la vez, enseñan un conjunto de procederes y disciplinas que benefician a la hegemonía. Así, con la propuesta de Tello, la Universidad no se vive como un eje de transformación incluyente, sino como reproductora de la exclusión como base de la injusticia y el alejamiento constante de la construcción de nuevas relaciones sociales basadas en la vivencia de lo justo.

 

La UAZ ya ha entrado en este curso, sin embargo, no he encontrado muchas voces que exijan un debate al respecto o que, abiertamente se opongan. Por el contrario, la ideología del crecimiento económico los lleva a aceptar estas imposiciones que contradicen mucha de las veces su discurso de educación democrática o popular. ¿Seguirá habiendo silencio cómplice?

Deja un comentario