Las fiestas y tragedias del mundo

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Jacobo Cruz
Ya se siente la nostalgia de las fiestas decembrinas y el cierre del año 2024, esta es una temporada en que muchas personas organizan sus convivencias familiares y colectivas en medio de la espiritualidad, la paz y la felicidad relativas, porque hay tantos problemas que estos actos se convierten en la evasión temporal de la realidad social que alcanza a todos los ciudadanos del mundo.
Para el caso de nuestro país la temporada comprende desde el 12 de diciembre, día en que se renueva la fe religiosa con la visita al santuario de la Virgen de Guadalupe en la Ciudad de México, donde cada año acuden alrededor de 12 millones de personas, además en cada población se realizan actos públicos para recordar a la morenita del Tepeyac, como también se le nombra.
Luego viene la nochebuena y la navidad referentes al nacimiento del redentor de la humanidad, Jesús, quien nació hace más de 2 mil años en Belén, ciudad de Palestina, país árabe que actualmente está sufriendo por los misiles de Israel, conflicto armado que a más de una año no se le ve salida. El pasado 7 de diciembre el Ministerio de Salud palestino en Gaza anunció que el número de víctimas por el genocidio israelí ascendió a 44 mil 708 mártires y 106 mil 50 heridos, desde el 7 de octubre de 2023.
La guerra es protagonizada por Israel para borrar de la faz de la tierra a Palestina, así es como el pueblo elegido, hoy muy poderoso por todo el dinero y armas que le brinda Estados Unidos, demuestra el amor por el prójimo que enseñó el hijo de Dios. Al mismo tiempo se desarrollan otros conflictos de la misma naturaleza como la guerra entre Rusia – Ucrania financiados por los gringos; y por si esto fuera poco hay otro conflicto armado en Siria, con todo ello se avizoran problemas futuros que ponen en riesgo de una tercera guerra mundial.
Pero la fiesta seguirá. En enero vienen los regalos que reciben los niños como representación de Melchor, Gaspar y Baltazar, los tres reyes que hace referencia la Biblia, quienes rindieron honores al Niño Jesús; conmemoración que se extiende hasta el 2 de febrero, el Día de la Candelaria, con la tradicional tamaliza, café o champurrado que promueven la convivencia y acercamiento de las familias.
Tomando en cuenta los ingresos económicos con lo que se satisfacen las necesidades materiales-espirituales está claro que los pobres carecen de los medios suficientes para asegurar el alimento diario, el vestido, la salud, etc., provocando que millones de personas están sumidas en la pobreza y pobreza extrema, como producto de la injusta distribución de la riqueza social producida por toda la sociedad.
Pero la clase rica y la política, -que siempre se alían para sacar provecho de toda ocasión- lo saben bien, por lo tanto usan estas fechas como un recurso a su favor promoviendo un discurso encaminado a buscar la paz y agrandar la fortuna ofreciendo todas las mercancías que se necesitarán, explotando el sentimentalismo porque si el ser humano sufre desprotección, insatisfacción y desorientación acude a elementos religiosos buscando consuelo a sus males, protección y ayuda.
Este fenómeno ha existido desde tiempos inmemoriales como parte de la explicación mágico-religiosa (sobrenatural) ante eventos que eran desconocidos por el hombre, lo que más tarde derivó en el politeísmo (creencia en muchos dioses), para luego pasar al monoteísmo (creencia en un solo dios), ente que reunía facultades como la omnipotencia, omnisciencia, omnipresencia), por lo que junto con ello sucedió la evolución de las distintas etapas de desarrollo de la sociedad y de las distintas religiones en el mundo.
Con el transcurso del tiempo esta situación fue bien aprovechada por las clases sociales dominantes en cada modo de producción que ha experimentado la sociedad humana, de tal forma que la religión se convirtió en un instrumento de dominación del hombre por el hombre. La finalidad fue tener sometidos y trabajando a los subyugados en beneficio de sus explotadores. Por ejemplo, durante el esclavismo se consideró a las personas como piezas o animales que podían ser vendidos para ponerlas a trabajar en provecho de la clase poderosa de entonces.
Para la época actual, con un sistema capitalista dominante en la mayor parte del planeta, el reto es frenar la desmesurada concentración de la riqueza social producida entre millones de obreros y proceder a un reparto más equilibrado del ingreso para bajarle presión a la polarización creciente que hacen temer una explosión social de grandes proporciones. Ya está claro que la excesiva concentración del ingreso es la causa de la desigualdad y la pobreza y por tanto de la inconformidad social.
Pero las medidas que se ensayan para controlar la catarsis que pone en riesgo al sistema en su conjunto se replica en entidades pequeñas por ser parte del todo, así es como se explica que ante la crisis se promuevan manifestaciones religiosas alentadas y mucha veces financiadas por el gobierno con recursos del erario. Por eso vemos que autoridades de distintos niveles de gobierno se muestran como fervientes hombres de fe religiosa que no solo participan en rituales públicos, sino que además se convierten en los principales promotores de la instalación de santuarios con monumentos gigantescos representando a figuras de gran valor para el fervoroso pueblo mexicano y la iglesia.
Es importante analizar cómo las autoridades civiles aprovechan esta condición para descargarse de su responsabilidad legal de procurar acciones que se deriven en el bienestar material del pueblo que se traduzca luego en paz y tranquilidad que necesitan las familias, pero por el contrario, lo que observamos es hasta complacencia de las autoridades con las políticas de supresión de las partidas presupuestales por parte del gobierno federal, con lo que antes se atendía la carencia de obras elementales como para llevar agua entubada para consumo de la gente o para la eliminación de desechos humanos a través del drenaje sanitario y para la pavimentación de calles, entre otras, porque no se puede vivir solo de fe, sino que urgen acciones materiales concretas que propicien el desarrollo común disminuyendo los conflictos sociales y dejando que la población decida libremente el pertenecer a cualquier credo religioso, no por temor o agradecimiento a Dios, sino con plena libertad teniendo satisfechas las necesidades humanas.
Pasadas las fiestas, la realidad se impone y salimos de esa burbuja artificial del capitalismo mexicano, edulcorado con los datos fantasiosos del gobierno que desde Palacio Nacional niega las calamidades como la migración, la inseguridad, el desempleo, las masacres, el alza de los precios que azotan al país y que exigen que el pueblo se politice, se eduque y organice para luchar por una patria más justa con todos.

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