Marco Antonio Flores Zavala
Los alegres muchachos es uno de los últimos libros de Paco Ignacio Taibo II. Es un conjunto de notas sobre los compañeros con los que convivió, los coloca como una generación “que formaron el presente”.
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A Paco Ignacio Taibo II lo leo desde hace décadas. Inicié la lectura en lo que presentaba a la revista Encuentro de la Juventud, ésta era una publicación de la dependencia dedicada a la juventud, en la administración de Miguel De la Madrid (1982-1988).
Sí, PIT II colaboró en un gobierno del neoliberalismo y escribió de todo: adelanto de sus libros, reportajes y reseñas literarias de otros -por él conocí Arráncame la vida de Ángeles Mastretta-.
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Desde aquella época inicié la compra de sus libros, unos editados en la SEP (Días de combate), otras en editoriales comerciales (Era -Los bolsheviquis. Historia narrativa de los orígenes del comunismo en México-; Booket -Temporada de zopilotes-).
La lectura no era porque él fuese un out sider genial, sino porque trataba temas singulares con capacidad literaria (como Sombra de la sombra, De paso). Lo penúltimo que le ojeé fue Patria, donde cita parte de lo que he redactado sobre Jesús González Ortega.
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Los alegres muchachos de la lucha de clases. Las batallas de una generación que formaron el presente. El volumen es publicado quizá en el contexto de sus 75 años (Gijón, principado de Asturias, enero 11 de 1949) o porque debe cumplir los convenios que tiene con Planeta, como escritor profesional; como sea, es un documento que goza de circulación, aunque no tiene la enjundia comercial de su obra precedente.
Aunque Taibo II lo pretenda, Los alegres muchachos no es una novela. No es una novela convencional a pesar que “la ficción a veces se desliza en sus páginas”. Tampoco es un ensayo.
Es un conjunto de notas sobre recuerdos y una reconstrucción de doscientos nombres, apodos, actos, escenarios, dichos y otros menesteres de personas con las que convivió en escuelas, labores políticas y tal.
Es un libro que reúne ciento diez apartados, unos breves de media página, otros extensos de no más de diez páginas. El autor hace un marcado recorrido “alegre” -acaso nostálgico- de su trayectoria, desde los años en Gijón -no obvia su nacimiento allá, en su momento señala el porqué de su chilanguización-, hasta los días en que fue nombrado director del Fondo de Cultura Económica, en el actual sexenio.
En cada relato generaliza, no atiza o profundiza, es una narración de corrido donde uno debe recurrir al link de la memoria propia para acordarse en dónde se estaba y cómo se vivió.
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Taibo hace el autorretrato de un lector precoz “de izquierda” y disidente en las escuelas. Refiere los bullying de su época, los pervivientes machismos, los deleites por fumar y el refresco de cola. Justifica el consumo de la bebida, y refiere que es un abstemio de siempre.
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En Los alegres muchachos se apunta como un activista de izquierda -quiere acentuar su retrato de izquierda urbano- que hizo labores de alfabetización, asesoría sindical, oposición política, desprecios al PRI, PAN y PRD.
Desde el título ofrece una representación, en primera persona de las “batallas de una generación que formaron el presente”.
Pero no relata todo, hay ausencia de sus nexos y labores en universidades y con personajes políticos. Otra ausencia en su relato de izquierda son los campesinos y campo; es mínima la presencia de las mujeres y los feminismos; es remachante su escarlata sobre “los traidores” a su concepción política -que también se definían como de izquierda-.