Las otras alianzas II[1]
… Entonces vio el cortejo surgiendo de la González Ortega, como una pequeña sombra que se siente desorientada por el vaivén del día; y que continuó hacia la Avenida Hidalgo, ubicando el rumbo correcto. Fue avanzando en una lenta ondulación que dejaba entrever claramente el grupo heterogéneo de obreros, mujeres, estudiantes, profesores, y uno que otro personaje que se deja ver de vez en cuando en los diarios y los noticieros. Notó, con sobresalto, que una patrulla policial iba a corta distancia del desfile. Pero aquí tienen que andar otr@s vestidos de civil, pensó, ubicando gente y tomando fotos y video. Cuando la marcha llegó a Portales, deteniéndose mientras los “tamarindos” modificaban el tránsito de vehículos, aprovechó para colarse en la fila y quedar oculto entre gente mayor, como un pájaro. Miró a l@s que iban a su lado, pero tod@s parecían concentrad@s en el paso.
Al comienzo el grupo le parecía pequeño, pero estando adentro lo sintió crecer y ramificarse con la gente que salías a las ventanas y luego tornaba a cerrar los postigos, o con l@s que los acompañaban un trecho, caminando por las banquetas como transeúntes indiferentes, y luego se perdían en alguna esquina, volviendo temeros@s la vista.
-¿Qué lleva en el bolsillo?
Miró con desconfianza y vio que su compañero de la izquierda le dedicaba un guiño y luego desplegaba una mirada impasible hacia las primeras filas.
-Es un libro – le contestó sin mirarlo.
-¿Es un lindo libro?
-Habla sobre la Revolución Mexicana.
Avanzaron en silencio. El cielo se limpiaba a retazos, con nubes que borroneaban la capa cenicienta instalada en el aire, hasta dejar caer un poco de sol.
-¿Ha marchado antes? Quiero decir… ¿ha protestado otras veces? Yo empiezo a cansarme de la derrota. Y de las marchas. ¿No cree que deberíamos impulsar una vía distinta? Eso de pedirle al verdugo que no afile el hacha no ha rendido frutos. En todo caso, en ese sentido creo que es mejor un hacha bien afilada; se cortaría de un solo tajo el asunto. ¿No cree que sean otros tiempos que necesitan nuevos métodos de lucha? No necesariamente tendrían que ser violentos.
El hombre le dirigió una mirada rápida. Se rascó una oreja como desesperado, o como si no pudiera encontrar las palabras.
-Usted habla bien. Se nota que ha leído cosas de avanzada. Qué le podría decir ahora. Lo único que sé en éste momento es que las vías de lucha no son programables. No nacen del discurso ni de la voluntad de líderes.
-Entonces, ¿coincide en que ha habido errores? No supimos defender procesos y ahora pagamos las consecuencias.
-Es verdad que nos están dando duro. Qué quiere que le diga, nos están sacando la cresta- había alzado sin querer la voz, y al darse cuenta de que l@s que iban adelante volvían la cabeza, bajó el tono-, pero eso no significa que estemos liquidados. Lo peor que nos podría pasar es caer en derrotismo, y sobre a todo ustedes, los más jóvenes. Aunque a veces, cuando hay poca experiencia en las cosas que hay que enfrentar, yo le voy a decir que…
-Si es por experiencia, no es poca cosa lo que hemos vivido l@s jóvenes hasta ahora: algunos hemos visto dos fraudes y muchos teatros electorales y la impunidad; vimos el levantamiento zapatista del 94 y sus declaraciones de la Selva Lacandona; vimos la masacre de Acteal y la impunidad; vimos la muerte en la guardería ABC y la impunidad; vimos comenzar la Guerra contra el Narco y sus atrocidades… y la impunidad; vimos las muertas de Juárez y la impunidad; los 43 de Ayotzinapa y la impunidad; los feminicidios a la orden del día y la impunidad; el Tratado de Libre Comercio y ahora el ATP y la impunidad; el desmantelamiento de los símbolos del nacionalismo que nos enseñaron en las primarias (PEMEX y CFE) y la impunidad; la llegada del telepresidente; la corrupción en todos los niveles del estado (y, claro, la impunidad); el despojo de recursos naturales a l@s campesinos por parte de trasnacionales de la mano con los estados; de la privatización de la educación que ya comienza…; el fascismo en las escuelas, en los hospitales, en las calles; el miedo…; l@s miles de desplazados y de desaparecid@s. Y eso que no he contado de la farsa de los gobiernos progresistas de América de Latina; de la derrota de la democracia en Grecia; de la Cruzada contra el Terrorismo; de la crisis del 2008 y de la especulación financiera. ¿Le parece poco?
El hombre lo miró de soslayo y, lejos de enojarse con la interrupción, pareció complacido con esa irritación orgullosa que marcaba la enumeración del muchacho.
-Es cierto que ha pasado tanto… que hemos perdido mucho. Algunas personas más que otras –al viejo se le quebró la voz, quiso decir algo pero se contuvo-, pero por alguna razón estamos caminando juntos y seguimos hablando: yo a un mocoso como usted y usted a un viejo porfiado como yo.
Antes de llegar a plaza de armas se deslindaron del contingente y caminaron ascendiendo Veyna, abrazados.
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[1] Casi todas los diálogos y la estructura del cuento están tomados del cuento: De vuelos y permanencias, de Juan Armando Epple.