Las reformas de Peña condenadas al fracaso

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logo_mini2dzacPor: Manuel Narváez Narváez

mnarvaez2008@hotmail.com

Twitter:@manuelnarvaez65

El presidente Peña puso 120 días de plazo para reactivar la economía, es decir, lo que no ha sido capaz de hacer en 9 meses al frente de la Nación, lo quiere conseguir en 4 meses. Ojalá.

Si me pongo a desglosar el informe del estado que dice Peña que guarda su gestión en lo que va del año, seguramente me voy a ganar la rechifla del respetable lector, y hasta mentadas de madre voy a recibir en respuesta.

Por un lado porque los números negros que recibió de su antecesor en materia económica, ahora son tan rojos como sus uniformes partidistas y la retahíla en su discurso del México que todo gobernante promete, pero que no llega, ya tiene hastiados a las y los mexicanos.

Por otra parte, el choro de las reformas estructurales está más gastado que la ropa de un indigente. Fuera de esto, el ciudadano presidente no tiene más que informar; en todo caso, tendría que pedirnos perdón por la ineptitud de su gobierno para, primero, cumplir sus promesas de campaña, y segundo, por tener que chutarnos a toda hora y a través de cualquier medio disponible, sin consentimiento expreso del receptor, la sarta de ocurrencias “esperanzadoras”  y la demostración de demagogia pura de sus anuncios y discursos.

Ah, pero eso sí, destila miel y  hojuelas a los “honorables legisladores” que aprobaron la reforma educativa, que a su juicio, será el trampolín del México moderno. Ojo, en su discurso del informe no puso el mismo énfasis con la reforma laboral aprobada meses antes, de la que también dijo que generaría los empleos que el país necesita y las inversiones extranjeras llegarían a tropel. Ni uno, ni lo otro.

Con miles de profesores en las calles a lo largo y ancho del país exigiendo, tal vez equivocadamente, porque yo si soy un convencido de la evaluación magisterial; dar marcha atrás al servicio profesional docente. Con el desempleo in crescendo y la economía a punto de tronar, el presidente ahora forma en la fila del horno legislativo la reforma financiera. O sea, Peña tiene prisa por satisfacer los apetitos de los grupos financieros que regentean los ingresos de los mexicanos y de la élite partidista urgida de méritos parlamentarios, antes que atender los ascendentes reclamos sociales.

Esta desesperación del presidente por ser reconocido internacionalmente por los agiotistas económicos golondrinos y las calificadores chantajistas, deja en claro que el objetivo mediatista  de Peña Nieto es ser aceptado en el círculo de gobernantes del grupo de los 20, como un estadista; sin embargo, con dos reformas estructurales ya aprobadas por el congreso, más al gusto de intereses extranjeros, los resultados son magros, quizás regresivos, al menos en lo que concierne a la laboral, mientras que la educativa corre el riesgo de convertirse en letra muerta por ser diseñada en petit comité y sin tomar en cuenta a los sujetos obligados.

Con las prisas, ahora sí, pues se pasaron doce años escamoteándole a los mexicanos y a los gobiernos panistas, el apoyo para estas mismas reformas; el titular del ejecutivo federal le atiza con más leña al fuego al forzar la reforma financiera.

De las bautizadas como estructurales y también conocida como Fiscal o Hacendaria, el gobierno peñista pretende elevar la recaudación fiscal, una de las más jodidas entre los países de la OCDE, o emergentes, como se conoce a nuestra economía. Este objetivo es necesario y crucial; sin embargo, con más del 5.5% de la población económicamente activa sin empleo y más del 56% en el comercio informal, se antoja muy difícil que la recaudación aumente considerablemente.

Yo no veo por dónde el ejecutivo federal vaya, primero, a convencer inversionistas dispuestos a pagar igual o más de lo que pagan en su países de origen; segundo, no estoy seguro que los millones de jóvenes, profesionistas, madres solteras, adultos y adultos mayores que no tienen un empleo fijo, sin prestaciones y sin los ingresos necesarios, abandonen la informalidad que apenas si les da para lo indispensable. La mayoría de la inversión extranjera directa viene a México por la mano de obra barata, y ahora, en teoría,  por la manga ancha para librarse de antigüedad y prestaciones. No llegan porque sean solidarias y generosas.

Ya con el horno sobrecalentado, si a la molestia de los profesores le sumamos el descontento de la clase trabajadora sin trabajo, y todavía pretenden darles más baje a los ingresos de los pocos cautivos que pagan impuestos, gravando alimentos y medicinas. Me parece que el gobierno de la república está jugando con fuego.

Para construir el tipo de reformas estructurales que pongan orden, ofrezcan estabilidad financiera, generen desarrollo y empleos suficientes, pero sobre todo bien pagados, en la realidad, no como las estupideces que se dicen en campañas políticas;  que garanticen transparencia del gasto público, disminuyan la desigualdad social y redunde en confianza entre el pueblo y sus gobernantes, se necesitan, a mi juicio, dos ingredientes: Honestidad y Vergüenza.

Usted amiga, amigo lector, ¿considera que el gobierno de la república, es decir, el presidente Peña Nieto, el poder legislativo, el poder judicial, así como los gobernadores, congresos estatales y ayuntamientos tienen la calidad moral y ética para cargarles el costo de los bajos promedios educativos a los profesores?, ¿gravar aun más a los contribuyentes de siempre? y ¿dejar en el orfanato laboral a las actuales y futuras generaciones?. Ustedes tienen la mejor opinión y respuesta.

P.D. Hace dos años los hombres más adinerados de Alemania se ofrecieron a pagar  en contribuciones al fisco, la mitad de sus ganancias. Pocos meses después, algunos magnates estadunidenses hicieron una oferta parecida, con menos porcentaje para gravar sus ganancias. Ellos sí entendieron el sentido del nacionalismo, de la responsabilidad y la generosidad. México,  sigue siendo el paraíso de la injusticia, la impunidad y la transa en grande. Lo digo con mucha pena.

 

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