En la colaboración anterior (Pacto por el futuro de la Universidad) mencioné que el porvenir no sólo de la Universidad, sino de la sociedad entera, depende de la habilidad que como individuos tengamos para desmantelar la forma en que la sociedad está organizada.
Dije que “Debemos dejar de enseñar y aprender el conjunto de procederes y disciplinas que caracterizan a las capas cultas de la sociedad, encargadas de reproducir, mantener y gestionar la supervivencia del sistema capitalista y por lo tanto elitista.”, y que debemos encontrar qué hacer con esas capas de la sociedad que dicen tener razón porque saben argumentar y defender sus puntos de vista frente a las capas ignorantes o desprovistas de tales habilidades.
Entiendo que estos enunciados para muchos y muchas puedan sonar como fuera de piso, desprovistas de una base real, un juego de palabras de un muchacho agitador o, en el mejor de los casos, una tontería.
Lamentablemente esto no es un juego: las palabras que Lorenzo Córdova pronunció, refiriéndose a los padres de los Ayotzinapos y “a los de los pueblos indígenas”, además de ofender a cualquier persona que se diga cuerda, deja entrever que en realidad hay una élite que ostenta el poder y que descalifica no sólo cualquier lucha, por más justa que sea, sino cualquier otra forma de vida que no “encaje en sus estándares” de lo que es saber decir, saber hacer y tener. Y al hablar de una élite en el poder, me refiero también a la mayoría de l@s que nos denominamos “izquierdas”, institucionales o no. Permítanme explicarme:
“Mientras Colón navegaba hacia el cabo sur-oeste en aguas portuguesas ya reconocidas, en España se propone a la reina la construcción fundamental de una nueva realidad social. Mientras Colón boga hacia tierras extrañas para buscar allí lo familiar –oro, súbditos, ruiseñores-, en España Nebrija preconiza reducir los súbditos de la reina a un tipo de dependencia completamente nueva; le ofrece una nueva arma, la gramática, que será blandida por un nuevo género de mercenario, el letrado.”[1]
Y, ¿qué papel tiene el letrado en la partición del poder? Ángel Rama[2] nos responde que “Para llevar adelante el sistema ordenado de la monarquía absoluta, para facilitar la jerarquización y concentración del poder, para cumplir su misión civilizadora, resultó indispensable que las ciudades, que eran el asiento de la delegación de los poderes, dispusiera de un grupo social especializado, al cual encomendar sus cometidos. Fue también indispensable que ese grupo estuviera imbuido de la conciencia de ejercer un alto ministerio que lo equiparara a una clase sacerdotal.”
Fue entonces que la gramática, el lenguaje “bien hablado y bien escrito”, de los que saben, se convirtió en un arma para mantener la dominación sobre los pueblos de ignorantes, a los que se debía civilizar, es decir, re-educar a conveniencia de la monarquía.
Cabe preguntarnos si los “progresistas”, por mucho que deseemos el “bienestar para las masas”, no caemos en ese repugnante vicio del letrado, al querer imponer a los que no saben lo que está bien, y desprenderlos de lo que está mal, ya sea desde los altos puestos de la burocracia estatal, desde las cámaras donde se legisla, o desde cualquiera de los otros dos poderes del estado.
Estos cuestionamientos parece que no saldrán nunca de los partidos de “izquierda”, mucho menos de los de “derecha” y, a veces creo que tampoco surgirán en el seno de nuestra agotada universidad. El #Yosoy132 me permitió verlos florecer con la más sincera y hermosa pasión en movimientos sociales en muchas partes del país. Es por eso que públicamente he hablado de la Universidad como movimiento social.
Much@s compañer@s estamos dispuest@s a trabajar por la constitución de una sociedad nueva, y en verdad esperamos que ante el hartazgo que nos brindan las campañas políticas, ante el autoritarismo con el que manejan NUESTROS espacios (Plaza de Armas, La Alameda…) y ante todo el circo que diariamente nos brindan “los que saben”, podamos ponernos hablar sobre este y otros temas, cada vez con más y más personas. Pero sobre todo esperamos que por fin nos despojemos del miedo de decidir el destino de nuestras propias vidas. Muchos pueblos indígenas que no saben ni hablar, como diría Lorenzo, nos llevan mucha ventaja en estos menesteres. Lamentablemente nadie los quiere voltear a ver; son l@s ningunead@s de siempre.
Esperando que atiendan estas líneas, como diría Benjamín Medrano, les agradezco su tiempo.
[1] Ivan Illich, El trabajo fantasma.
[2] La ciudad letrada.