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Los trompudos marranitos que gobiernan en este país no pierden oportunidad para aprovecharse de la desgracia y sacarle raja política.
Las funestas consecuencias que dejaron a su paso el terremoto en el sur mexicano y el huracán KATIA en el golfo de México son áreas de oportunidades de autoridades y partidos políticos para exprimir el dolor ajeno. El gobierno de Veracruz y la dirigencia nacional del PRI encontraron otra veta que explotar en su ya largo historial de buitrear.
No obstante el centenar de víctimas y los testimonios desgarradores de deudos que sobrevivieron a las tragedias naturales, dos de las fuerzas políticas más antiguas de México se camuflan de solidaridad para escabullirse entre los escombros y marcar territorios electorales.
Bajo el supuesto de la solidaridad, en Coatzacoalcos, Veracruz, una presunta organización que impulsó la candidatura del ahora gobernador, Miguel Ángel Yunes, repartió a damnificados paquetes de ayuda con la leyenda: YUNETE, en franca y descarada asociación con la persona del mandatario veracruzano.
En el otro despreciable hecho, el PRI fleta camiones con víveres no sin antes etiquetarlos con la leyenda de ayuda de ese partido a damnificados del sismo. En los priístas es muy común porque esa es su naturaleza predadora y carroñera, la que ha perfeccionado como partido y como gobierno, en cualquier orden.
Estos abominables actos opacan la verdadera solidaridad de los mexicanos y asociaciones desinteresadas que se organizan para brindar ayuda y apoyar a quienes padecen las consecuencias extremas de la madre naturaleza.
No todos somos así. Nuestro país tiene un prestigio bien ganado y reconocido a nivel internacional por la manera de ir al rescate y ayudar a las víctimas de desastres naturales. Muestra de ello fue la solidaridad después del terremoto de la ciudad de México en 1985 y los incontables casos de huracanes que han puesto a prueba el temple del mexicano. Inclusive, un grupo de élite, denominados los topos, es requerido en otras latitudes cuando ocurren desastres como los que nos ocupan en estos días.
Sin embargo, las pérdidas humanas y los cuantiosos daños ocasionados por el terremoto y KATIA parecen no importarle mucho a las parias del sistema político azteca, que encuentran en la desgracia y el dolor ajeno la oportunidad de sobresalir y conseguir simpatías electoreras.
Pero no solo fueron el PRI y la organización ligada al gobernador de Veracruz los que explotaron las tragedias. También el señor presidente Enrique Peña Nieto, aprovechó las primeras horas después de la devastación del terremoto que golpeó con mayor fuerza en los estados de Oaxaca, Chiapas y Tabasco, para embonar su triste imagen entre los escombros.
Al día siguiente de la tragedia, ya para el mediodía, los canales de televisión adictos a los pinos detallaron hasta el paroxismo la salida del lujoso avión del hangar presidencial y el arribo del mandatario a un inmueble en ruinas en el municipio de Juchitán, Oaxaca.
Ahí, Peña aprovechó las cámaras y los reflectores para regurgitar el discurso que usa en estos casos y anunciar un duelo de tres días en honor de las víctimas.
Estos casos, que ya son la regla, definen a toda una generación de políticos y gobernantes mexicanos que nos avergüenzan ante el mundo entero. Obsesionados con la elección presidencial e inmersos en una guerra inescrupulosa; las desgracias y tragedias de un pueblo son el alimento de una oligarquía que como termitas devoran las instituciones y destrozan los sueños de los jóvenes y niños de este país.
Como siempre sucede, lo que también es predecible en México, estos abusos y delitos quedarán impunes. Ni la Fepade, ni otra instancia sancionadora van a actuar porque todas son confeccionadas para ser infecundas, construidas con los escombros de fieles zalameros del sistema y cooptadas por lacayos reciclados que operan según la temperatura electoral y el descontento popular.
Queda, si es que algo puede hacerse, que los no menos inescrupulosos legisladores elaboren una legislación que excluya a los tres poderes, bueno, en realidad a dos, el ejecutivo y el legislativo, porque los dioses del poder judicial viven en el cielo y no entienden de catástrofes naturales; de tal suerte que sean organismos internacionales como la Cruz Roja y la sociedad civil las que se encarguen exclusivamente del acopio, almacenamiento, embalaje, traslado y distribución de la ayuda humanitaria.
Por lo que respecta a la reconstrucción, es imperativo que la supervisión del destino y buen uso de los recursos presupuestados para tales efectos sean validados por organismos certificados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Al cabo que el gobierno mexicano es obligado solidario de muchos tratados y exageradamente obediente cuando se trata de sancionar a terceros países, en estos tiempos de globalización. Garantizaría una verdadera transparencia, la que solo existe en los discursos y spots.
Sirva esta colaboración para expresar mi solidaridad con los compatriotas de esa parte de la nación, los que inexplicablemente, siendo dueños de los recursos naturales más importantes del país y por ende los que más divisas ingresan al peculio nacional, sean los que sufren las mayores consecuencias de los desastres naturales y el olvido de los carroñeros del sistema político.
P.D. En el norte, al señor del reflujo discursivo le quedó grande la yegua y a Chihuahua le falta jinete.