LOS DEBATES, ELECCIONES Y DEMOCRACIA COMUNICATIVA

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Por Manuel Ibarra Santos

El debate público, que sólo se gana no con falacias y si con razones éticamente bien fundadas, es un componente esencial y básico de la democracia deliberativa, cuya finalidad es hacer transparente la acción política, para procurar la justicia.

La práctica y realización del debate público se opone a la narrativa de la cultura del silencio, de la opacidad, la corrupción y la impunidad.

En México la tradición cultural del debate público tiene en la época contemporánea una historia de 24 años. De entonces a la fecha su ejercicio se ha socializado. Sin embargo, todavía no ha echado suficientes raíces para incidir en la construcción de una sólida democracia comunicativa.

El debate público en el mundo tiene una tradición milenaria de más de 2 mil años y fue Sócrates (470-399 a. C) el filósofo de la antigua Grecia quien construyó sus bases al fundar la mayéutica, disciplina del pensamiento que para iluminar el entendimiento utilizó el diálogo, el interrogatorio y el uso correcto del dios de la palabra. Sus alumnos, entre ellos Platón y Aristóteles, siguieron esa memorable tradición.

En la actualidad, la democracia deliberativa tiene para su realización dos fuentes de legitimidad: primero, el uso argumentativo de la razón y dos, el respeto irrestricto a las normas jurídicas.

Esta práctica política basada en el diálogo y la comunicación razonable, se opone a la democracia de corte clientelar, fundada en la movilización ciudadana a través de la instrumentalización de la miseria y el manejo del voto de la pobreza.

Por eso, hoy en día, tenemos que dar un salto exponencial de la democracia de tipo clientelar, a la democracia racionalmente deliberativa, de tipo racionalmente comunicativa, como la formuló en sus obras el filósofo alemán del siglo XX, Jürgen Habermas.

En ese sentido, un político vale y trasciende por sus razones bien justificadas, por su sentido ético, por el respeto a la Ley, y no por su comportamiento absurdo, por su demagogia y sus mentiras.

CONSENSO, DIÁLOGO Y JUSTICIA:

Todos los precursores de la democracia deliberativa coinciden que es desde el diálogo como se pueden alcanzar las soluciones justas en favor de la sociedad, sobre todo cuando los integrantes de una comunidad actúan bajo consentimiento para llegar a la construcción de consensos comunicativos. Y para eso, la utilización de la palabra, es fundamental.

Por tal motivo, la democracia de nuestro tiempo, para que sirva a la sociedad, tiene que estar sustentada al menos en tres pilares: primero, en la racionalidad del discurso; dos, en el respeto a la Ley; y tres, en el sentido ético de procurar justicia para el pueblo.

La práctica de la política sustentada sólo en el principio matemático de las mayorías, ausente de los argumentos razonables, engendra deformaciones que conducen a dictaduras y totalitarismos como los encarnados por Hitler, Mussolini o José Stalin.

Sin comprensión comunicativa de la democracia -diría la filósofa Hannah Arendt-, eso comúnmente desemboca en la práctica de la coerción, de la violencia y los fascismos. Eso hay que impedirlo.

EL DEBATE PRESIDENCIAL:

El reciente debate presidencial que marcó récord de audiencias en medios tradicionales y en el uso de redes sociales, resultó una buena práctica que tendrá que contribuir a profundizar la cultura cívica de la democracia comunicativa, para cerrarle el paso a la política de corte clientelar, que resulta indigna, porque se mueve con el uso miserable del voto de la pobreza.

Hoy debemos recordar que un debate público se gana con la argumentación de buenas razones y no con la utilización de absurdos y mentiras.

En Zacatecas es obligación trascender a la democracia dialógica.

 

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