Los ex plantean una reconciliación

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Marco Antonio Flores Zavala

Un grupo de hombres que ejercieron poder durante el régimen huertista, se reunieron en San Antonio, Texas. El 7 de febrero de 1915 circularon un manifiesto a través de telegramas. El mensaje lo dirigieron a los jefes de las facciones políticas y armadas del país.

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Uno de los firmantes era el exgeneral federal zacatecano Luis Medina Barrón. Por cierto, José Delgado, el antecesor exgobernador huertista en Zacatecas, anda en la División del Norte y reconoce la Convención de Aguascalientes.

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El grupo huertista propone hacer a un lado los enconos y los odios para emprender juntos “la tarea de reconstrucción nacional”. En el texto se asegura que “todos son más o menos culpables a consecuencia de las pasiones que los dividen”; pide se den la mano “en prenda de un perdón definitivo y mutuo y espera que envíen delegados para discutir los términos de la reconciliación”.

Ese grupo huertista estaba integrado con civiles y militares. La reunión era paralela, distante y sin conexión con la empresa política (rehacerse del poder) que inició el expresidente Victoriano Huerta Márquez en Barcelona.

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Álvaro Obregón, el poderoso jefe militar de los constitucionalistas, desde la vieja Ciudad de México respondió así: “Los que hemos tenido el valor suficiente de ofrecer nuestra sangre a la República, no depondremos las armas mientras no hagamos desaparecer de nuestro sagrado suelo los execrables traidores que, vendidos a la reacción, pretenden hundir nuestros principios revolucionarios. Si ustedes, en lugar de buscar refugio bajo una bandera extranjera, empuñaran cada uno un fusil, afiliándose al partido que mejor les acomodara, su labor sería más efectiva y tendrían cuando menos el honor de llamarse ciudadanos”.

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Francisco Villa, el poderoso jefe militar de la División del Norte, desde Pénjamo, Guanajuato, contestó así: “No creo que tengan derecho a asustarse de la situación de la angustiada patria mexicana aquellos mismos que por sus execraciones, por su falta de patriotismo, por su ambición y por la explotación inmoderada e inicua que hicieron de los necesitados, provocaron el estado de cosas que solamente deberá concluir con el castigo de los perversos y con la exaltación de los humildes, hambrientos de libertad, de justicia y de saber.”

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Varios gobernadores y generales respondieron con negativas. Despreciaron la convocatoria de los ex. La respuesta de Villa no circuló en las zonas dominadas por el constitucionalismo. El afán era propalar que el jefe norteño sí estaba en tratos con ellos.

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Por cierto, quien andaba en tratos con Obregón era el general Joaquín Amaro. El zacatecano pretendía ingresar a las filas constitucionalistas.

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No sobra indicar: los representantes de los generales zacatecanos en la Convención (sita entonces en Cuernavaca) se van ausentando de tal empresa política.

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Media febrero de 1915 y hay reformas políticas en Zacatecas, pero no radicales. Hay una novedad: los hombres del poder sí pintan una generación nueva; pero una Revolución no.

Imagen:

Generales J. J. Pershing, Francisco Villa y Álvaro Obregón. Reunión en la frontera. Septiembre de 1914.

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