Marco Antonio Flores Zavala
Apuntes de un relato que indique cómo era la vetusta ciudad de Zacatecas entre 1900-1924.
Teresa Vanegas fue mujer de un siglo. Albino Saucedo era un empleado del ayuntamiento. Ambos sobrevivieron a los estruendos de la batalla de junio de 1914.
I
Eres vieja Teresa, muy vieja
Diciembre de 1914. Jueves 17. El doctor Félix Ponce certificó que Teresa Vanegas murió a las 11:30 de la mañana.
El deceso ocurrió en el domicilio de ella: callejón de Villegas. El cuerpo fue llevado al panteón de Herrera.
La difunta era el fallecimiento 1200 de nombre cierto en la ciudad.
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Teresa era viuda. Fue nacida en la vetusta Zacatecas. Sus padres también fueron integrantes de la ciudad.
Lo impactante no es la causa de la muerte: “decadencia senil”. Es la edad: 105 años ciertos.
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Por el lugar de su vivienda, debió, como posibilidad, mirar todas las mudas de la ciudad. La convivencia con los grupos directores quién sabe si la hizo; los testigos del fallecimiento indican sus sociabilidades en la medianía económica.
Quien registro su fallecimiento era un empleado particular casado. Los testigos eran los hombres del servicio funerario público. Individuos que no sabían leer ni escribir.
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Imaginemos: Teresa estuvo en el cambio de nombre y en las ceremonias cívicas que se implementaron para celebrar el centenario del natalicio de Benito Juárez (1906).
La muda del nombre calle Gorrero por avenida Juárez fue propuesta por el masón Antonio Chávez Ramírez, regidor y comerciante en la vetusta Zacatecas -su suegro fue el ya difunto Trinidad García de la Cadena, el cantautor Oscar Chávez descendía de Antonio-.
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Teresa Vanegas quizá estuvo el 18 de julio de 1905, siendo una anciana de 96 años, en el desvelo de la placa de mármol que indicó que la calle sería en adelante la avenida Juárez.
Por cierto, la placa de mármol sigue colocada en el edificio que inicia el callejón de Villegas.
En 1914 pudo mirar los cadáveres abandonados luego de la Toma de Zacatecas. La avenida Juárez fue la que tuvo más huellas de la barbarie.
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Quizá, Teresa vio cuando Juárez salió con rapidez de la ciudad, rumbo a Jerez, en enero de 1867. La posibilidad estriba porque el republicano huía por la ladera de la alameda.
Teresa sí miró los cambios en los plantíos de esa alameda. Conoció la mansión del general Jesús Aréchiga. Miró el esplendor de una casa hecha para exhibir el poder.
La avenida Juárez el mismo año de 1905, tuvo reparaciones. Nivelaron el empedrado. El objetivo era colocar una línea para cambio del tranvía. ¿Cuántas veces Teresa usaría ese trasporte?
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II
El maistro Albino
Un día de diciembre de 1914. Vetusta ciudad de Zacatecas. El clima es frío. Es el típico frío seco zacatecano. La temperatura arrecia, tanto que hizo explotar la tubería de los hidrantes públicos.
Ya sabemos: los tubos son un indicio para comprender la modernización de la ciudad. Ese es un fenómeno cultural y político en marcha.
Los tubos son los objetos que conducen a los nuevos espacios de sociabilidad y son parte de los medios que anuncian higienización.
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La instancia de la jefatura política dedicada a la reparación de obras materiales, diciembre lo dedicó primordialmente a reponer la infraestructura de los servicios de agua.
El lunes 7 fue reparado parte del techo del depósito de agua de Los Arcos. Nueve días después taparon una rotura de los tubos del hidrante situado en el mercado del Laberinto.
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En otras jornadas repararon los despachadores públicos de agua del callejón Lancaster y de la calle Juan Alonso (actual avenida Ramón López Velarde).
El permanente servicio de los hidrantes situados en calles y callejones de la ciudad, colabora para imaginar cómo era el sonido de la caída del agua en los botes de barro y fierro.
El descuido, por dejar al garete la caída del líquido, producía cauces efímeros. La dejadez pudo ser por el cotilleo entre las muchachas del servicio y el flirteo entre cargadores, mozos y mujeres de las calles adyacentes.
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La reparación de la tubería y de otras obras, como la limpieza del caño adjunto al hidrante de la calle de Tres Cruces y la Plaza de Armas, fue hecha por trabajadores que cobraban por obra.
Los jornaleros tuvieron a Albino Saucedo como maestro de obra.
Albino Saucedo era un ciudadano casado. También era empleado del ayuntamiento desde antes de la batalla.
Entre julio y diciembre le correspondió dirigir a los alarifes que no dejaron caer las construcciones públicas de la vetusta ciudad de Zacatecas.
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Albino Saucedo dirigió la reposición de vigas, limpieza de caños, blanqueamiento de las paredes de edificios públicos y reconstrucción de puertas del Teatro Calderón.
Una observación importante: él no levantó las piedras y tierra del edificio federal que sucumbió el 23 de junio de 1914.
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Permanente en su empleo, como burócrata de cincel, regla y martillo, Albino debió percibir en 1915 un peso con ochenta centavos diarios, como salario anual más de 650 pesos.
Imagen:
Escena de la vida cotidiana en la vetusta ciudad de Zacatecas. Ca. 1904-1914.