Luis Villegas Montes
0Hice votos de no agitar las aguas en estos días de guardar; dije -me dije a mí mismo como Kalimán a Solín-: “Paciencia”; y la tuve; pero así no se puede. Entre tanta patanería –personajes y personajas (aunque la RAE haya dicho ya que la distinción es innecesaria), que cruzan orondos el pantano sin que, como al pájaro del poeta, se les manche el plumaje-, es necesario alzar la voz.
El atropello de que fue víctima el Poder Judicial semanas atrás, cuando un puñado de diputados (tres) con el auxilio del Presidente del Tribunal Superior de Justicia (tres) decidieron -contra toda lógica, toda razón y todo atisbo de constitucionalidad- atacar la independencia y autonomía del mismo, obliga a tomar cartas en el asunto. Si por las vísperas se sacan las témporas, me imagino que será inútil y, como ha ocurrido hasta el día de hoy, la aplanadora legislativa pasará por encima de cualquier interés que no sea el de su Jefe de facto, Javier Corral (a) “El Joven Maravilla”; y los diputados (tres) y el Presidente del Tribunal (tres) serán exonerados; ni modo. Las siguientes semanas servirán, por lo menos, para ventilar qué ocurre en las, ahora más que nunca, entrañas de ese Poder donde, como diría alguno, “estábamos mejor cuando estábamos peor”.
Sé de antemano, también, que destapar la cloaca presentando la denuncia servirá a algunos –amigos íntimos del “Joven Maravilla” de su natal Juaritos, oportunistas de siempre, cobardes de ocasión o arrastrados de turno, que esperan agazapados y ávidos la caída de la exaltada trinidad encarnada en la Presidencia del Tribunal Superior (Julio César Jiménez Castro, Norma Angélica Godínez Chávez y Francisco Javier Molina Ruiz)- para pelearse a gusto las sobras; a esos, provechito, no se vayan a empachar; aunque me aflige hacerles el “caldo gordo”, ni modo también. ¡Qué le vamos a hacer!
No me vayan a tomar a mal mis apreciables lectores la forzada clase de historia, pero es necesaria para entender esa alusión a la “exaltada trinidad”. Aunque en el devenir de los siglos en el Mundo han existido varias “triples alianzas”; en suelo mexicano existió la Ēxcān Tlahtōlōyān (en náhuatl) que fue la última confederación de estados indígenas; y aunque la integraban, nahuas (Tenochtitlan), acolhuas (Texcoco) y otomíes (Tlacopan), todo mundo sabe que Élmer Homero (es decir, el mero, mero) era el Huēyi Tlahtoāni.
Pues en la Presidencia del Tribunal ocurre justo lo opuesto y Élmer Homero no aparece por ningún lado; y es que, de un tiempo a la fecha, aunque la ocupa uno, la ejercen tres. La razón de denunciar solamente a Julio César Jiménez Castro es porque los cargos de los otros dos, Norma Godínez y Paco Molina, no aparecen en el artículo 179 de la Constitución local; e igual ocurre con la Magistrada en retiro, Rosa Isela Jurado Contreras, quien desde las sombras manipula a su antojo, como mínimo, a dos de los triunviros, quienes no se caracterizan, precisamente, por su sagacidad y perspicacia. El tercero, de quien no digo su nombre pero se parece a Santa (a Santaclós, no a la “Santa” de Federico Gamboa), sobrelleva a los otros en un maridaje de mentiras, abusos, venganzas y traiciones, que alcanza para beneficiar, entre muchos, a otra “fichita”, José Miguel Salcido Romero, exDuartista “de hueso colorado” y Corralista de último minuto, cuyo único mérito es la estrecha cercanía que lo ayunta al Secretario General, su amigazo del alma, César Jáuregui Robles.
El resumen de este sainete: Los rudos contra los técnicos:La arena estaba de bote en bote, la gente loca de la emoción…