El magisterio, columna y cimiento de la Nación, es una profesión que vive hoy en día una evidente crisis de identidad ética, hecho que le ubica, por lo mismo, en la ruta de una profunda transformación.
No sólo la reforma educativa nacional en marcha, sino también el escenario de la sociedad de la Cuarta Revolución Industrial que hoy se experimenta, han modificado el centro de gravedad en que se venía moviendo la tarea cotidiana de los maestros de México.
En esta semana se está cumpliendo un siglo de iniciada, por decreto emitido por el presidente Venustiano Carranza, la tradición institucional de celebrar en México, el 15 de mayo como Día del Maestro.
De entonces a la fecha, de 1918 al 2018, se han registrado en los anales de la historia del país, al menos 8 grandes reformas educativas, desde la iniciativa de José Vasconcelos en 1921 para crear la SEP, hasta nuestros días. En todas, el maestro, ha ocupado un lugar central de atención.
En nuestro país el magisterio, tal y como le conocemos ahora, nace hace más de 200 años atrás, como actividad formativa regulada por los ayuntamientos, en las llamadas escuelas lancasterianas, en la etapa posterior a la culminación del movimiento de Independencia.
Zacatecas, por cierto, con una gran tradición protagónica en este ámbito, que luego pierde, aporta en 1825 la primera escuela normal para maestros de toda América.
El magisterio, integrado en la República por un ejército superior a un millón 300 mil elementos (60 mil de los cuales estarán en condiciones en jubilarse este año), es una profesión en radical proceso de transformación ética y profesional.
LA REFORMA EDUCATIVA Y EL MAGISTERIO:
Tan sólo dos de los muchos componentes de la reforma educativa en marcha, el examen de oposición de ingreso al servicio y la evaluación al desempeño, movieron la dinámica tradicional de los docentes:
Este fenómeno al menos ha generado dos consecuencias: primero, el aniquilamiento del monopolio en la formación de profesores por parte de las escuelas normales, las que han visto desplomada su matricula en los más recientes cuatro años, en casi un 25 por ciento. Esto ha abierto a otras instituciones, como las universidades públicas y privadas, la responsabilidad en la formación de los profesores que requiere la sociedad.
La segunda consecuencia, producto de esto, es que se entró a una etapa de improvisación pedagógica en la formación de educadores, cuando esto en ninguna nación que se precie de ser madura y responsable, se puede permitir y tolerar.
EL RESPETO A LOS PROFESORES:
En las naciones desarrolladas los docentes cuentan con un gran reconocimiento, prestigio y respeto de la sociedad y la autoridad, porque dimensionan su trabajo en la construcción de la prosperidad colectiva.
Conforme al Índice de Estatus Global de Profesores, los países que más reconocimiento y respeto profesan a sus educadores son Japón, China, Corea del Sur, Singapur, Finlandia, Suecia, Suiza y Alemania, entre otros.
En estas naciones, los ingresos promedio por año de los educadores superan los 80 mil dólares (OCDE/2017), cuando en México apenas fluctúan entre los 10 mil y 12 mil.
El ser educador en estas sociedades es por esencia la profesión de profesiones, por encima de cualquier otra, por que se admite qué sin docentes éticamente bien formados, no puede haber la producción de científicos, abogados, médicos, ingenieros, arquitectos, administradores; en fin, no puede existir ninguna otra profesión.
Hoy, hay que reivindicar el valor y el trabajo de los educadores en el desarrollo de nuestra sociedad. Esta es tarea del Estado, pero también de la sociedad en su conjunto.