El británico Kevin Brooks no escribe literatura juvenil de esa plagada de romances y amoríos platónicos, no escribe de esa de fantasía en la que jovencitos viajan a través de ajados closets a otras edades de la historia; tampoco de vampiros enamoradizos y mucho menos de pequeños magos invencibles. No. La literatura juvenil que escribe Kevin Brooks rompe con todos los esquemas del género y lo trasciende, viaja más profundo y la aterriza en la vida cotidiana de suburbios donde los jovencitos sobreviven el día a día.
Martyn Pig (Fondo de Cultura Económica 2011) es la primera novela de Kevin Brooks, la cual fue publicada en inglés en al año 2002. En ella Brooks narra una semana que cambiará la vida de Martyn Pig, un niño de catorce años con un terrible apellido abandonado por su madre y que vive junto a su padre alcohólico. La persona más importante para Martyn no es su padre, obvio, mucho menos una odiosa tía, sino Alex, su mejor amiga algunos años mayor que él, quien es una actriz incipiente y por quien Martyn siente una incontenible atracción.
La confianza y el amor que Martyn deposita en Alex rayan en la ceguera. La complicidad es tan estrecha que incluso le pide que le ayude a esconder un cadáver. Es una semana antes de navidad y las calles británicas se llenan de nieve y Martyn, de tan sólo catorce años, pecara de ingenuidad pero a la vez aprenderá que algunos rumbos que toma la vida no tienen regreso y que la confianza depositada en las personas se tambalea a veces con un simple soplido.
Después de la publicación de Martyn Pig, Kevin Brooks saltó a la fama y actualmente cuenta con una docena de novelas juveniles donde los personajes se ven sometidos a momentos críticos que avinagran la vida. Y es que la originalidad de las historias de Brooks reside en la honestidad de ellas, pues no cuenta un mundo de colores, no todos los adolescentes lo tienen, sino que narra historias reales, de niños que pertenecen a familias disfuncionales, de niños que se enfrentan a crisis propiciadas por los adultos, de niños envueltos en sensaciones de pérdidas, separaciones, abandonos. ¿Qué más podía contar una persona que despachó en una gasolinera, fue asistente en un crematorio y vendió hot dogs a las afueras del zoológico de Londres? Historias reales.
Además algo que se agradece de la narrativa de Brooks es que a pesar de las historias difíciles que cuenta, siempre están aderezadas con el típico humor negro británico, en Martyn Pig sin importar la complicada situación por la que atraviesa el adolescente, éste no pierde ni un instante el humor, como si el cadáver que tiene que esconder fuera una diminuta basura que se puede enviar en un movimiento rápido bajo el tapete de la habitación.
No suelo mucho dedicarle horas a la literatura juvenil, en su mayoría me parece vacía y sin retos intelectuales, empero después de escuchar a Kevin Brooks en la pasada FIL de Guadalajara y conocer sobre qué van sus historias, quise adentrarme en su universo y me gustó. Recomendable.