Nostalgia, ¡maldita nostalgia!
Es lo único que se alcanza a decir después de terminar las novelas de Daniel Espartaco Sánchez (México, 1977). Pues sus letras nos hacen viajar a través de los vericuetos de la memoria y recordar pasajes, paisajes, rostros, momentos que un día fueron y que hoy ya no existen porque el tiempo, el olvido y muchas veces la desmemoria los han borrado.
Así me pasó cuando leí Autos usados (Mondadori 2011) que además tiene el plus de que Espartaco Sánchez incluye un mal que ha carcomido las entrañas del país, el narco. Y me volvió a pasar con su más reciente novela, Memorias de un hombre nuevo (Mondadori 2015).
Memorias de un hombre nuevo cuenta la historia de un joven (podría ser el mismo autor) que nació en un país que ya no existe, la República Socialista de Ruritania, durante la década de los años sesenta. Es hijo de una activista de la izquierda mexicana y un guerrillero con una historia nebulosa, por lo que todo está puesto para que él sea un hombre nuevo, el que necesita el socialismo, sin embargo los sueños se truncan, la vida da giros inesperados y las cosas no siempre salen como se piensan.
La novela de Daniel Espartaco Sánchez es entrañable. La historia se construye a base de saltos en el tiempo. Uno se enfoca en la infancia del personaje y la vida junto a su madre en ese lejano país socialista, el otro salto nos trae hasta el presente tejido también con base en recuerdos, donde aparece Ruth, la pareja del protagonista, un mujer divertida, inteligente, que emprende estudios en el extranjero mientras el protagonista se mantiene en México, con un empleo precario, un sueldo paupérrimo y con el sueño de convertirse en escritor.
La historia puede parecer muy sencilla, pero en esa brevedad de 108 páginas se condensa la condición de la vida, en la que el amor, la amistad, la familia, los recuerdos, forman parte de esas ciudades imaginarias que se construyen para luego dejar de existir.
Memorias de un hombre nuevo es nostalgia pura. Es el país socialista que ya no existe, es la imagen de Marx que ya no pesa, es la bandera con el rostro del Che que no vuela con el viento. Es la música de los Beatles, de Bob Dylan, canciones que se quedaron en la mente de los que alguna vez se cobijaron con la utopía. Pero también es nostalgia porque nos presenta un México inexistente al igual que Ruritania y a cambio nos deja un país con inseguridad, con pueblos fantasmas en el norte, con desempleo, con pobreza. Un país de sueños truncados. Así pues Ruritania y México son la metáfora de la inexistencia de la infancia, de la inocencia.
La nostalgia pues, es quizá la gran personaje de esta novelita hermosa. Esa nostalgia que nos habita y nos hace cerrar los ojos y sonreír en silencio. Daniel Espartaco Sánchez logró con este libro algo parecido a tomar una fotografía, pues es breve pero contiene un mundo que descubrir, además de que vence la ausencia para transformarla en presencia. Vale la pena leerlo.