Por: Manuel Narváez Narváez
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Twitter: @manuelnarvaez65
La más recientes imágenes de explosiones y llamas que consumieron decenas de vehículos y comercios en el estado de Jalisco a raíz de los enfrentamientos entre integrantes del crimen organizado y las fuerzas del orden federal, evocaron aquellas como las del coche-bomba que estalló en las calles de Ciudad Juárez en los tiempos del exgobernador chihuahuense José Reyes Baeza y las de inmueble que albergaba la escuela de agricultura Hermanos Escobar, también en la ciudad fronteriza pero en los tiempos del gobernador Francisco Barrio Terrazas.
Las llamas de Jalisco y las del coche bomba se dan dentro de la errática guerra (no declarada oficialmente) emprendida por el Estado Mexicano desde 2006 y que perdura a la fecha contra los cárteles de la droga que operan en nuestro país. Las llamas del cierre de la centenaria escuela de agricultura se dio en un contexto de grilla e intereses económicos; sin embargo, las imágenes igual le dieron la vuelta al mundo aunque sin la velocidad cibernética de estos tiempos.
Cuando vi los videos de los bloqueos y las fotografías de los vehículos incendiados que obstruían las principales arterias de la perla de occidente, y los comercios consumiéndose por las llamas en Puerto Vallarta y otras ciudades de estados circunvecinos, mis recuerdos se aterraron y me transportaron a la historia real descrita en la cinta “Mississipi en llamas”, que narra cómo se degenera y consume todo un pueblo en el sureño estado norteamericano del mismo nombre, cuando un grupo de extremistas blancos somete y mantiene bajo su yugo a las minorías afroamericanas, algo similar a la guerra civil norteamericana.
Ver fuego y que las llamas consuman todo a su paso siempre va a ser peligroso para los humanos y para el medio ambiente y llamativo también por lo espectacular que pudiese resultar. Pero cobra mayor fuerza cuando la negligencia del hombre es la que lo provoca, e imperdonable cuando el dolo está de por medio.
Otras llamas que me traen reminiscencias las provocadas por el cartel nueva generación de Jalisco y las fuerzas federales, son las que iluminaron la fatídica madrugada en que San Juanico (San Juan Ixhuatepec) despertó por el flamazo en las pésimas instalaciones de Pemex ubicadas en esa población mexiquense, allá por los años 80s., y que apagó la vida a un millar de personas.
Sin lugar a dudas la negligencia del hombre ha sido la constante en las explosiones y llamas ocurridas en las instalaciones petroleras de la exparaestatal Pemex, tal y como sucedió, me acuerdo muy bien, en los años 80s en Chihuahua capital, cuando un soberano depósito de almacenamiento de gasolina ardió en llamas por varias horas y mantuvo en vilo a toda la población de entonces. Años más tarde dicha planta de almacenamiento fue reubicada rumbo al sur de la ciudad.
Parece que los 80s marcaron la reproducción de los incendios, explosiones y llamaradas espeluznantes en nuestro México querido, sin demérito de uno de los más espectaculares como lo fue el incendio del pozo petrolero Ixtoc I en 1979, frente a la costa campechana, en el Golfo de México. Sin embargo, el que quizás trajo consigo las primeras presiones populares dado el cúmulo de negligencias gubernamentales fue la explosión por acumulación de combustible en la red de drenaje del primer cuadro de la ciudad de Guadalajara, que además de impactante y destructiva, arrebató la vida de más de un millar de personas.
Desde esa desgracia se ha comentado, sin olvidar las pérdidas humanas, que Sara Cosío, la sobrina del gobernador jalisciense en la época de la explosión, Guillermo Cosío Vidaurri; detenida en 1985 en Costa Rica junto a su novio el capo Rafael Caro Quintero, excarcelado en 2013 tras 28 años de prisión por presuntos fallos procesales, ya suponía acercamientos del narco con los gobernantes.
De regreso a las terribles llamas que ocasionaron los enfrentamientos entre el narco y las fuerzas federales del orden en el Jalisco de hoy, éstas dejaron un saldo de 15 muertos; 6 elementos del ejército mexicano, un ministerio público federal, 6 presuntos delincuentes y muchas pérdidas al comercio de esa entidad y sus vecinas, así como un fuerte golpe a la ya muy deteriorada imagen que arrastra la perla tapatía por el asedio del crimen organizado.
Lo ocurrido la semana pasada en el occidente mexicano revela que las balas guardadas durante la captura de 90 delincuentes VIP que el gobierno de Peña Nieto se propuso capturar durante su mandato, se acumularon y explotaron de tajo. También encuera la peligrosa realidad de que el crimen organizado en México posee una terrorífica capacidad de fuego capaz de derribar aeronaves, algo que no ocurrió durante los tiempos de guerra del calderonismo, o al menos hicieron creernos pese a la caída de dos aeronaves que cobraron la vida de dos secretarios de gobierno federal.
Cierto que hay de llamas a llamas, todas igual de destructivas, aunque las provocadas directamente por el hombre generan mayores daños colaterales: antropológicos, psicológicos y hasta políticos. En efecto, las llamas que son provocadas por la negligencia tienen como responsable de origen al hombre, pero cuando llevan implícito la acción directa del homo sapiens, particularmente las que tienen como fin desafiar el poder del Estado, no hacen sino aumentar el temor entre la población y acrecentar la desconfianza hacia la autoridad, como ya sucede en Tamaulipas, en Guerrero, en Nuevo León, en Sinaloa, en Veracruz, en Jalisco, y ahora en Colima.
Desafortunadamente estamos inmersos en un proceso electoral, y estos acontecimientos de violencia extendida sirve como carne de cañón para que los agoreros del desastre repartan culpas, mientras que los soberbios que administran el poder pretexten hechos aislados, para ocultar la debilidad institucional mediante la demagogia castrense.
Ya vimos de qué son capaces las organizaciones criminales, la pregunta es ¿la administración federal de Enrique Peña Nieto tendrá la capacidad, los arrestos y el tiempo para contener el fortalecimientos de los nuevos carteles del narcotráfico y otras linduras que ya pusieron en ridículo sus estrategias de combate al crimen?.
P.D. Con el respeto que me merece la investidura que representa, permítame decirle Sr. Presidente: Ya chole con esos clichés de fortaleza institucional y de esas poses de gobernante firme que endurece el semblante cuando lee sus discursos y estira los brazos en señal de arropar al pueblo mexicano. Asemeja la imagen del Führer o el Duce, y eso, no le va bien. Créame.