Mirar a través de la pantalla

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belAnabel Rivero

Hace poco acudí al concierto de una cantante de pop española que andaría por nuestro país un par de días. El lugar del espectáculo no era grande, en realidad era un bar en el centro del Distrito Federal (que por cierto nuestro equipo de senadoras y senadores aun no se ponen de acuerdo si llamarle DF o Ciudad de México). Como mi acompañante y yo no éramos muy fan de la cantante optamos por quedarnos atrás y disfrutar del concierto en la mayor comodidad posible.

 

En cuanto salió la chica al escenario, la audiencia que teníamos por delante comenzó a sacar sus dispositivos móviles (iphone, ipod, ipad y tablets) para grabar los detalles del espectáculo. Tuvimos que hacer un esfuerzo extra para poder ver a la solista sin que nos estorbaran las pantallas de todos los tamaños posibles. Les aseguro que no hubo persona que no levantara la mano para ver el concierto a través de su pantalla. Creo adivinar que buscarían la red wifi para subirlo al Facebook y competir por  el mayor número de likes.

 

¿En qué momento llegamos a este punto? ¿Al de dejar de observar con todos nuestros sentidos para limitarnos a hacerlo a través de una pantalla?  ¿En qué momento caímos en la  frivolidad de querer que otras personas vean lo bien que la estamos pasando? ¿Por qué decidimos grabar para mostrar y no observar para recordar, para sentir?

 

Nací en 1982, en esa época no había celulares y la internet tan solo se utilizaba para asuntos exclusivos del Gobierno y de seguridad nacional. Mi generación realizaba las tareas académicas con máquina de escribir. Solíamos visitar las bibliotecas en equipo para ayudarnos con los problemas matemáticos o bien para realizar alguna exposición con cartulinas blancas. Ninguna de mis amistades tenía computadora. Así fue durante la primaria y parte de la secundaria. Ya a mediados de los 90´s mi padre y mi madre compraron una computadora y por supuesto no teníamos internet. Por aquella época acudíamos al primer ciber café que instalaron en Zacatecas que estaba ubicado en la contra esquina de la secundaria federal No. 1. En este ciber café experimentábamos nuestras primeras sesiones con la vida digital. Toda una aventura.

 

En los 90´s, cuando se acudía a algún concierto se disfrutaba con todos los sentidos, no permitían introducir cámaras, así que nos conformábamos con cantar a todo pulmón y prender un encendedor en el momento más álgido del espectáculo. Veíamos a través de nuestros ojos y sin ningún intermediario. Nos llevábamos la experiencia en la memoria y para toda la vida. Al día siguiente compartíamos los momentos con nuestras amistades, pero a la hora del receso o vía telefónica, pero del fijo porque no existían celulares.

 

Creo que todas las experiencias las compartíamos con quienes nos encontrábamos en ese instante y pocas personas se enteraban de lo sucedido. En los 90´s todo era “anónimo”,  no necesitábamos de aprobación masiva o de miles de likes para disfrutar, simplemente lo vivíamos y ya.

 

Entiendo que la tecnología es una herramienta importante para el desarrollo del ser humano, no estoy en contra de ella, por el contrario, siempre hay algo que me fascina, o me sorprende. Pero ¿por qué inmiscuirla en asuntos que son exclusivos de los sentidos?

 

Poner intermediarios entre nosotros y el estímulo de los sentidos no tiene lógica, al menos no para mi.  Se trata de vivir, de sentir y de experimentar para nosotros mismos y no para los likes del Facebook. Se trata de tocar el viento con nuestras manos y no con la pantalla del teléfono inteligente para después subir 25 segundos a Instagram; se trata de fotografiar con los ojos para llenarnos de las bellezas naturales, el arte, la arquitectura y posteriormente, si así se desea, captarla en una imagen que nos recuerde que aun tenemos capacidad de asombro ante determinados elementos visuales.

 

Lo importante es generar un vínculo de complicidad con la persona que nos acompaña físicamente y de entendimiento a base del habla y no de emoticones. Se trata de acumular recuerdos en nuestra memoria  y no en 36 gb, que le aseguro en cualquier momento se perderán porque así es la tecnología, de repente falla y ya.

 

Los teléfonos inteligentes han acaparado nuestra atención, en todo y para todo. El problema o mejor escrito mi problema,  es que nos hemos reducido a disfrutar la vida a través de una pantalla de 8 cm cuando en realidad la tenemos en vivo, pero insistimos en no verla, preferimos limitarnos a que un software no la muestre y aunque sea el teléfono más inteligente del mercado, jamás se podrá comparar con la experiencia de sentir.

 

Así que estimado lector, lectora, hago la invitación para que olvide un rato el celular y se dedique a disfrutar. En estos días que se festeja a la niñez, recordemos nuestra infancia y lo felices que éramos sin un aparato en la mano todo el tiempo.

 

Quizá estoy escribiendo con un poco de nostalgia, pero ¿quién no, cuando se trata de recordar cuando no estábamos atados a la tecnología? Eran otros tiempos.

 

 

 

 

 

 

 

 

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