El 24 de julio de 2007 en las costas Oaxaqueñas, la joven escritora Aura Estrada (México 1977) sufrió un accidente que unas horas después le quitó la vida y el sueño de ser una gran escritora.
Mis días en Shanghai (Almadía 2009) reúne los escritos y los fragmentos de una vida que Aura Estrada dejó por ahí ocultos en su computadora y publicados en diversas revistas tanto del país como internacionales.
El libro es perspicaz e irreverente. Es un híbrido que incluye cuentos, relatos y ensayos que muestran el panorama creativo que tenía Aura Estrada, su sentido del humor, su ironía, su imaginación para fabular.
Aura estudia su doctorado en literatura en Nueva York cuando murió. Pero no quería ser académica, sino escritora. En Mis días en Shanghai encontramos esas dos facetas y lo hacía muy bien.
En el relato “Alemania” se leen pasajes como este “Las ventanas de las casas empiezan a encenderse como en una coreografía de luciérnagas dirigidas por la sinfonía de la lluvia cayendo sobre el pavimento y los techos de lámina” lo que nos deja entrever la facilidad de Aura para crear imágenes poéticas.
El libro incluye tres crónicas, las tres ambientadas en el DF que nos hablan de una escritora atenta, observadora y con facilidad también para ese género. Sin duda, la mejor de estas crónicas es la titulada “La voz de la ciudad de México” en la que Aura nos descubre un mundo que pocas veces nos percatamos de que existe aunque las voces que salen de él las escuchemos a menudo. Me refiero al mundo de las mujeres que anuncian llegadas y partidas en los aeropuertos y de cómo, pase lo que pase en su vida personal, ellas deben mantener la ecuanimidad en la voz para brindarle tranquilidad al pasajero y decirle que el vuelo hacia su destino está por despegar o bien que el avión que trae a la persona querida de vuelta está por arribar.
El cuento que le da título al libro “Mis días en Shanghai” es un interesante ejercicio literario producto de un encargo de uno de sus talleres de escritura creativa en Nueva York, en el que tenía que realizar un monólogo siendo un personaje tan distinto al autor, que Aura se posicionó como si fuera un arpista transexual de Cleaveland, Ohio, que próximamente tocaría en el Buró de Shanghai. En el breve relato hay destellos dulces de la escritura de Aura, y la frase “Y me hubiera gustado ser un oso que tocara el arpa” es muestra de ello.
Pero también se incluyen ensayos académicos en los que la escritora demostró facilidad y sobre todo inteligencia para crearlos. Son “Found in traslation: Dos escritores del sur” en el que habla de la escritura del chileno Roberto Bolaño y Julio Cortázar. Y el otro “Borges, Bolaño y el regreso de la épica” en el que señala que:
“La escritura de Borges y Bolaño fue una batalla encarnizada contra la vanidad, lo pretensioso, la cursilería, lo ordinario, lo servicial. Los suyos son casos peculiares de la literatura que la máquina literaria misma parece rechazar. No fueron bestsellers. Durante una parte sustancial de sus vidas habitaron o bajo la sombra fría del rechazo público o en la clandestinidad del desafuero estético. La relación que tuvieron con su época y con los escritores de su época, fue compleja, salpicada de aristas. Ciertamente lo que ellos entendieron por literatura poco tuvo que ver con una sed de complacer otra estética (social, moral, política, filosófica) que la propia. Su relación con la literatura fue casi religiosa. Creyeron en pocas cosas además de ella y sólo a ella se consagraron: como si la literatura fuera (tal vez porque lo es) cuestión de vida o muerte” Y finaliza diciendo que “Bolaño escribe con las entrañas y Borges con la cabeza”.
El libro lo complementan cuentos cortos, algunos inconclusos, fragmentos de una vida que el mar mexicano decidió cortar. El escritor y periodista estadounidense Francisco Goldman, quien escribió desde el dolor más profundo un libro bellísimo donde cuenta su vida al lado de Aura hasta la muerte de ella, Di su nombre (Sexto Piso 2013), señaló en el prólogo de Mis días en Shanghai que esperaba que los lectores durmieran con este libro bajo la almohada, yo lo hice y lo disfruté. Aura Estrada merece un lugar en la memoria.