Por: Sergio Bustamante.
Intencional o no, una de las tantas virtudes que tuvo Fallout (2018), entrega anterior de la saga Misión Imposible, fue la elección de Henry Cavill como el villano en turno. No solo aprovechó la personalidad del actor con un matiz diferente a lo que le habíamos visto (esa recarga de puños en la pelea del baño es ya un clásico), sino que también funcionaba como una alegoría contra las películas hechas en pantalla verde. Léase Cruise, la última gran luminaria del star system y lo análogo, contra uno de los rostros más visibles del cine de superhéroes, es decir el Superman de Cavill.
Dead Reckoning Parte 1 corre con una suerte similar, pues a pesar de que fue escrita en pre pandemia, su planteamiento resulta oportuno para los tiempos que atraviesa el cine en la actualidad.
Dirigida nuevamente por Christopher McQuarrie, afianzado ya como el mejor socio creativo de Cruise, la cinta abre con una estupenda secuencia a bordo de un submarino, el cual cuenta con un avanzado sistema de inteligencia que lo hace invisible para los radares enemigos. Sin embargo, esa arma le juega en contra engañando a la tripulación y desencadenando un accidente mortal.
Como es de esperarse, la llave que controla dicho sistema se extravía y es el agente Ethan Hunt (Cruise) y su equipo los que tendrán la misión de encontrarla antes que caiga en manos enemigas.
El giro, si se le quiere ver así, es que la historia no únicamente va sobre la carrera por encontrar la llave, sino por no ser víctima de la mencionada inteligencia artificial.
En una junta dentro de la CIA se nos hace saber que esta inteligencia conocida como “La Entidad” ha adquirido consciencia, lo cual la convierte en un peligro fuera de control que ya se ha infiltrado en secretos militares y financieros de otros países. Al ser un enemigo inédito sin físico al que no pueden atrapar en el sentido literal, Ethan y compañía deberán transformar drásticamente sus métodos, así que la encrucijada está entre no ser detectados por la IA o usar todo el poder tecnológico que tienen con el peligro de que la entidad los engañe una y otra vez como lo hizo con la tripulación del submarino.
Volviendo al cine de espías más clásico y emulando también el estilo de Brian De Palma en aquella primera MI de 1996, McQuarrie hace su mejor impresión de ángulos holandeses y splits diopers a la vez que dota a Dead Reckoning de un sentido crepuscular al cual el tema de las inteligencias artificiales le cae como anillo al dedo.
La denominada Entidad puede transformar rostros y voces de las personas en tiempo real para despistar, no hay forma de apagarla, y pone en contra a todos los que vayan tras ella. Es, en resumen, un enemigo tecnológico que amenaza con transformar al mundo como lo conocemos.
Actualmente Hollywood enfrenta una huelga de escritores y actores exigiendo un pago justo de las billonarias ganancias que reditúa este negocio a los estudios. La respuesta de los altos ejecutivos, aparte de desdén, es la amenaza de crear películas y series con base en inteligencias artificiales capaces de escribir una historia así como recrear los rostros y voces de las estrellas.
Este afortunado paralelo le otorga interesante robustez a la trama: Cruise vs la tecnología. Su tal vez último gran enemigo antes de ¿dejar la saga?…
Y no porque la cinta de reniegue de ello, pues sabe apoyarse en efectos digitales por cada stunt análogo, sino porque el argumento se toma rato en ofrecer explicaciones, en dividir los malos de los buenos y en introducir una buena cantidad de personajes, algo tal vez inusual para la simplicidad de una historia que solo se avocaba en servir la mesa para que Ethan salve al mundo.
Ahora a esa fórmula y a los personajes que ya conocemos, Benji (Simon Pegg), Ilsa Faust (Rebecca Ferguson) y Luther (Ving Rhames), se unen Grace (Haley Atwell), una ladrona que termina implicada en intrigas de poder que la rebasan; Gabriel (Esai Morales), un antiguo enemigo de Hunt que lleva la delantera en el uso de La Entidad; Paris (Pom Klementieff), una silenciosa y letal asesina; y Brigs (Shea Whigham) y Degas (Greg Tarzan), dos agentes del FBI que también persiguen a Hunt con la misión de arrestarlo o matarlo.
De entre este desfile de personajes es llamativo el regreso de Kittridge (Henry Czerny), quién fungía como el jefe de Ethan en la cinta de 1996, así como el arco que adquiere The White Widow (Vanessa Kirby), quienes hacen aún más alto el sentimiento de conclusión que posee Dead Reckoning.
Siendo esta una primera parte de la historia, por supuesto se siente menor en comparación con Rogue Nation (2015) y Fallout (2018), las dos entregas dirigidas por McQuarrie. Mientras aquellas tienen un ritmo vertiginoso, esta nueva cinta requiere más descripciones y por lo tanto prepondera el diálogo y baja ese tono apabullante hacia un cine más “James Bondesco” y de thriller con una notable incorporación de humor. Y vaya que lo logra.
No carece de emociones, y la intriga va de la mano con los impresionantes set pieces que Cruise y el director han hecho la marca de la casa. Las grandes emociones, sin embargo, no están únicamente ancladas a las persecuciones, peleas y explosiones, sino a lo sombrío de los conflictos que va planteando la historia. Mientras las otras cintas asomaban una solución por dilema, aquí cada giro parece ir dejando sin espacio de maniobra a Hunt, quien como nunca ya no puede ser el salvador y cuyas decisiones tienen, ahora sí, esa repercusión a la que se refería el villano Soloman Lane (Sean Harris) en Fallout.
Adivina uno que no todo puede ser trágico porque no es la naturaleza de esta franquicia, pero deja alto el cliffhanger para una segunda parte con todavía más personajes por introducir.
Es también innegable que el personaje de Ethan se percibe más mortal que nunca y quizás por eso McQuarrie se ha vuelto el mejor socio de Cruise.
No es únicamente un cineasta con una extraordinaria noción del espacio, ritmo (la secuencia en el antro de Venecia como mejor ejemplo), herramientas para dirigir acción a gran escala y una capacidad pasmosa de renovación, sino que entiende el compromiso del actor con hacer cine para verse en una sala y ha sabido aterrizar la saga hacia su inevitable fin. Al menos como la conocemos y con Ethan/Cruise como divinidad/protagonista que un buen día salva al mundo y otro, como le dijo Spielberg, al negocio del cine.