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Quisiera encontrar las palabras adecuadas para definir la tomadura de pelo al pueblo de México por parte del poder ejecutivo que todavía no protesta el cargo, pero no las encontré en el lenguaje urbano mexicano, así que solo me referiré a ellos como los huérfanos del cambio verdadero.
Hace algunos meses, en el fragor de la campaña presidencial, expresé en otra de mis colaboraciones semanales, que el arribo de la izquierda pejista a los pinos no representaría ningún cambio sustancial con relación a los últimos 3 presidentes. Que las cosas continuarían igual en muchos aspectos.
Semanas antes de los comicios manifesté públicamente la intención de mi voto. Lo hice con la convicción de que la oferta del tabasqueño coincidía en varios puntos con mi agenda editorial de muchos años. A saber, eliminar las prebendas, privilegios y elevadísimos salarios de la alta burocracia de los tres poderes de la unión, el apoyo económico a los adultos mayores y jóvenes, entre otras coincidencias.
Admito abiertamente que deposité mi confianza en la persona del que hasta la noche de la jornada electoral juraba el cambio verdadero y perjuraba “no les fallaré”, ante millares de simpatizantes que saturaron el zócalo de la CDMX y jubilosos festejaban la victoria del oriundo de Macuspana.
Para azoro mío, el primer golpe de realidad llegó apenas unos días después del festín electoral. La segura próxima secretaria de gobernación anunció que los ministros de la suprema corte no entrarían en el paquete de reducción de salarios, esgrimiendo razones tan absurdas como su negativa personal a ajustarse al plan de austeridad. Esto lo hice saber en otra colaboración semanas atrás.
Mientras que el presidente electo mantiene interminables salutaciones de empresarios, diplomáticos extranjeros y funcionarios de primer nivel de otras latitudes, el que será secretario de seguridad pública, descartó la salida de las fuerzas armadas de las calles, al menos en la primera mitad del sexenio pejista. Otra promesa que se desdibuja.
Por si la cuña todavía no apretaba, la despresurización para frenar la construcción del nuevo aeropuerto de la ciudad de México (NACIM), por ser un monumento a la corrupción, eso repetía constantemente en campaña, la catafixió por una burda e ilegal consulta pública. Es decir, se lava las manos de semejante decisión y se la carga a los ciudadanos.
Ya encarrerados, el empresario neoleonés que será el jefe del gabinete de López Obrador, pone en neutral los gasolinazos y suelta: “vamos a seguir con la política actual, no vamos a subsidiar, no vamos a controlar, no vamos a hacer nada que no sea de mercado, todo es de mercado”, aseguró en entrevista tras participar en el Foro Económico México 2018, organizado por el Instituto de Finanzas Internacionales. Larga vida a los gasolinazos.
En el colmo de las incongruencias, la mayoría legislativa de MORENA en el congreso federal aplica a rajatabla el plan de austeridad, sin embargo, se atora en la cámara baja la reducción a los ingresos de los diputados federales, por falta de acuerdos, justica el coordinador del grupo parlamentario mayoritario. Ah, pero sí despotrican y alardean con desaparecer la reforma educativa. NMMN.
En lo único que todavía parece mantener su palabra el presidente electo es en lo referente a reducir el IVA, a bajar el ISR y a duplicar el salario mínimo en las fronteras. También parecen estar firmes la construcción de las refinerías y la descentralización de oficinas públicas de la presidencia, pero con personal ajeno a las entidades donde serán reubicadas.
Este alarmante cambio de posturas del próximo gobierno que capitalizó el hartazgo de los mexicanos por la corrupción y las políticas públicas neoliberales que han llevado a la pobreza a la mitad de la población de este país, y que a la postre le sumó millones de votos gracias a las promesas que desplegó en campaña, es contradictorio porque se desiste de muchas de ellas y eso, es una burla mayúscula a la nación.
El fraude del cambio verdadero resultaría catastrófico para la confianza de los contribuyentes y electores. No quisiéramos pensar que a AMLO ya le doraron la píldora los grandes magnates, o será que Peña Nieto y Calderón sí hicieron bien las cosas en materia de seguridad, recaudación de impuestos, reformas estructurales y construcción del nuevo aeropuerto de la CDMX?.
En lo personal he pasado de espectador a la incertidumbre. Yo no concedo dudas razonables porque sé cómo traicionan los gobernantes, solo el que no conoce lo que pasa en Chihuahua, no sabrá lo que se nos puede venir encima si a la cuarta transformación le truena el transformador.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador tomará protesta en dos meses y medio, pero ya da muestras de mimetismo con el todavía titular del poder ejecutivo. Al parecer el perdón y olvido que proclama el electo dejarán impunes las atrocidades y corruptelas cometidas en este sexenio. Peor aún, los gasolinazos seguirán la ruta trazada originalmente; las fuerzas armadas continuarán en las calles, como Calderón lo dispuso y el NAICM será una realidad sobre el lago de Texcoco.
Me siento engañado?, no. Los otros me parecían peores.
P.D. Sugiero la lectura del caso del moderno aeropuerto de Berlín que no entró en funciones por ser una obra plagada de corrupción.